“Aquí estoy, Señor. . . hágase en mí”
La Jornada Mundial de la Juventud 2019
Por: María Vargas y María Alejandra Muñoz
La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), creada en 1985 por el Papa San Juan Pablo II, tuvo lugar este año en Panamá, país donde se fundó la primera diócesis en tierra firme en América: la de Santa María la Antigua. Allí se reunieron jóvenes venidos de todos los rincones del planeta.
Los jóvenes llegan a Panamá. Al llegar a Panamá, los jóvenes fueron recibidos en casas de habitación, iglesias, escuelas e incluso una sinagoga. El entusiasmo de recibir a los peregrinos contagió a todos los panameños, incluso a voluntarios musulmanes de la mezquita Jummah Masjid, que se encuentra a pocos metros de uno de los campos donde tuvieron lugar varios de los actos de la JMJ.
Todo estaba dispuesto para que empezara la “rumba”, como dicen los panameños y como dijo el propio Papa Francisco. El día comenzaba con catequesis, Misas, encuentros culturales, y sobre todo con la escucha del llamado del Señor a imitar el “sí” de María, quien a las palabras del ángel respondió: “He aquí la Sierva del Señor. Hágase en mí según tu palabra.” (Lucas 1, 38)
“Aquí estoy”. La Jornada inició el martes 22 de enero con una Misa de bienvenida, oficiada por Monseñor José Domingo Ulloa, Arzobispo de Panamá, en el Campo Santa María la Antigua. Les dijo Monseñor a los jóvenes: “No tengamos miedo. . . tengamos el coraje de ser santos en el mundo de hoy, con esto no renuncian a su juventud o su alegría; todo lo contrario, mostrarán, al mundo como lo están haciendo durante este tiempo, que es posible ser santo y ser feliz con tan poco, porque Jesucristo, la razón de nuestra felicidad, ya nos ganó la vida eterna, con su Resurrección.”
Además los invitó a “seguir haciendo lío”, como dice el Santo Padre y a “poner nerviosos a los adultos”. Para eso llegaron a Panamá, para escuchar la Palabra de Dios, para vivir la gran fiesta del amor de Dios de la mano de María. Todos los días se impartían catequesis en las que se tocaron temas relacionados con el eje central de la Jornada: el sí de María al llamado del Señor.
Decía Mons. José Cayetano, obispo auxiliar de Santiago de Guatemala, que María tenía listo un proyecto de vida, estaba preparándose para casarse con José, pero Dios le presentó un proyecto completamente distinto. María no discutió, le dijo al Señor: “Aquí estoy” y aceptó su voluntad. Monseñor Cayetano recordó a los jóvenes que fueron elegidos por Dios, que los ama infinitamente; y los invitó a responder a Dios con un “Aquí estoy” y a salir a llevar el Evangelio a los demás.
Durante la Jornada, los jóvenes tuvieron la oportunidad de buscar el perdón y la misericordia de Dios. En esta ocasión, el lugar destinado para acercarse al sacramento de la Reconciliación fue el Parque del Perdón. Ahí se encontraban con una senda que los llevaba a la Gruta de la Virgen María, para que frente a Nuestra Señora realizaran un examen de conciencia y luego seguían avanzando hacia la zona donde se ubicaban los 200 confesionarios en los que se encontraban sacerdotes que confesaban en alguno de los cinco idiomas oficiales. Al terminar, eran recibidos por voluntarios quienes festejaban con ellos el encuentro que acababan de tener con su Padre misericordioso.
La feria vocacional, en la que se podían encontrar los muchos llamados y carismas que tiene nuestra Iglesia, los monjes franciscanos quienes explicaban la Encíclica Laudato Si invitando a los presentes a cuidar nuestra “casa común”, y la exposición continua tanto del Santísimo como de la imagen de Nuestra Señora de Fátima se convirtieron en espacios perfectos para buscar y encontrar a ese Dios que nos llama a amarlo y servirlo.
La JMJ representa también un encuentro de culturas, de jóvenes muy diferentes entre sí, pero todos con un mismo llamado de entregar su vida al Señor. Este encuentro permite el intercambio de souvenirs o recuerdos de cada país, conversaciones logradas en diferentes idiomas aunque no sea simple entender al otro, descubrir países y regiones del mundo que hasta entonces eran totalmente desconocidas.
Así lo vivió Daniel Clement de Montreal, Canadá. “Realmente me ha encantado esta experiencia en Panamá de la Jornada Mundial de la Juventud. Verdaderamente fue enriquecedora, algunas de mis pertenencias se perdieron en Montreal, y la gente aquí me ha dado todo lo que necesitaba y han cuidado de mí. He visto muchas personas de diferentes culturas, y eso ha sido hermoso, ver a todos unidos y aunque tengamos barreras de idiomas, hemos encontrado la forma de comunicarnos y conversar unos con otros y hemos encontrado la forma de celebrar este encuentro con el Papa.”
Encuentro con el Santo Padre. El 24 de enero, la “juventud del Papa” tuvo su momento más esperado. Hubo cuatro encuentros con los jóvenes: la ceremonia de acogida y apertura, el Vía Crucis o Estaciones de la Cruz, la vigilia del sábado por la noche y la Misa de clausura del domingo.
El mensaje del Papa a los peregrinos se puede resumir de esta manera: “María se animó a decir “sí”. Se animó a darle vida al sueño de Dios. Y esto es lo mismo que el ángel te quiere preguntar a ti, a mí: ¿Quieres que este sueño tenga vida? ¿Quieres darle carne con tus manos, con tus pies, con tu mirada, con tu corazón? ¿Quieres que sea el amor del Padre el que te abra nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados o pensados, soñados o esperados que alegren y hagan cantar y bailar al corazón? ¿Nos animamos a decirle al ángel, como María: He aquí los siervos del Señor, hágase? Señor, enséñame a amar como tú nos has amado.” (Ceremonia de acogida y apertura, jueves 24 de enero)
“Ella [María] supo acompañar el dolor de su Hijo, tu Hijo Padre; sostenerlo en la mirada, cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del “sí”, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza. Nosotros también, Padre, queremos ser una Iglesia que sostiene y acompaña, que sabe decir: ¡Aquí estoy! en la vida y en las cruces de tantos cristos que caminan a nuestro lado.” (Estaciones de la Cruz, viernes 25 de enero)
“El amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces, pero es precisamente a través de nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces, como él quiere escribir esta historia de amor. Abrazó al hijo pródigo, abrazó a Pedro después de sus negaciones y nos abraza siempre, siempre, después de nuestras caídas ayudándonos a levantarnos y ponernos de pie.” (Vigilia, sábado 26 de enero)
“Porque ustedes, queridos jóvenes, no son el futuro. Nos gusta decir que son el futuro. . . ¡No! Ustedes, jóvenes, son el presente, son el ahora de Dios. Él los convoca y los llama en sus comunidades, los llama en sus ciudades para ir en búsqueda de sus abuelos, de sus mayores; a ponerse de pie y junto a ellos tomar la palabra y poner en acto el sueño con el que el Señor los soñó.” (Misa de clausura, domingo 27 de enero)
Camino a Portugal. La JMJ terminó con el anuncio de un nuevo encuentro dentro de tres años en Lisboa, Portugal. Los jóvenes regresaron a sus países con la misión de evangelizar, vivir la santidad y cumplir el sueño de Dios para ellos.
Dijo Francisco Cansene, del Movimiento Focolare en Uruguay y charlista en la Jornada: “Es impresionante ver a tantos jóvenes que quieren seguir a Jesús. Y para mí en este mundo un poco convulsionado, con tantas dificultades, donde los jóvenes se sienten atraídos por muchas cosas, ver a jóvenes que quieren seguir a Jesús y que han centrado en él la clave de la felicidad personal y también de la construcción de un mundo mejor es extraordinario. Para mí como adulto es una experiencia renovadora. Mi esperanza está puesta en Dios sin duda, pero está puesta también en los jóvenes, en lo que ellos son, en lo que ellos hacen, en lo que ellos viven.”
Este entusiasmo juvenil es una inspiración para todos. Sus ansias de buscar al Señor, de encontrarlo y de proclamarlo son como una semilla que se siembra en el corazón de todos para que, sin importar la edad, busquemos todos la santidad.
Comenta María Alejandra Muñoz, peregrina: “Esta experiencia que viví me inspira a pensar en la santidad como algo que todos debemos buscar, es para todos, en sus distintos llamados.”
María Vargas y María Alejandra Muñoz residen en San José, Costa Rica.
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