Adviento 2015
Carta del Editor
Por: Luis Quezada
El 8 de diciembre de 2015, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, será una fecha memorable porque ese día comienza el Año Santo de la Misericordia, jubileo extraordinario que se prolongará hasta el 20 de noviembre, Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, de 2016.
Durante todo este Año Santo, la Iglesia nos invita a “redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios”, como lo expresó S.S. el Papa Francisco el 13 de marzo pasado.
Aquí, en La Palabra Entre Nosotros, nos regocijamos en dedicar nuestra edición de Adviento a este Año Santo porque eso es precisamente lo que esperamos en el Adviento y celebramos en la Navidad: El acontecimiento maravilloso de que Dios, por su infinita y divina misericordia, decidió hacerse hombre para venir a salvarnos, y lo hizo en la Persona divina de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
El Adviento. El Adviento son las cuatro semanas anteriores a la Navidad, un tiempo de preparación en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor. El Adviento es un tiempo propicio para revisar cómo ha sido nuestra vida en relación con Dios y el prójimo y convertirnos de nuevo.
En el Adviento nos preparamos para la Navidad y también para la Segunda Venida de Cristo al final de los tiempos, cuando volverá como Rey y Juez de todo el Universo.
La Navidad. La Navidad es una de las fiestas más importantes de la Iglesia porque en ella celebramos la Encarnación de Dios, que se hizo hombre, murió y resucitó para abrirnos las puertas del cielo y enseñarnos el camino a la vida eterna.
Lamentablemente la corriente de la sociedad actual, que promueve una cultura puramente humanista y post-cristiana, diluye este sentido redentor de la Navidad y lo reduce nada más que a una fiesta de alegría familiar, de intercambio de regalos y de reuniones familiares. No es que eso sea malo, pero en la mayoría de los hogares, a veces incluso católicos, la presencia salvadora de Cristo Jesús se reduce nada más que a un muñequito de porcelana que yace silencioso en un nacimiento.
Querido hermano, tú y yo podemos evitar que esto suceda y darle a nuestra celebración navideña un sentido y un colorido netamente cristianos, donde el Señor sea siempre el invitado de honor y donde se le rinda alabanza y adoración incluso en nuestra propia casa. Pidámosle al Señor que nos conceda imaginación y perseverancia para que su presencia nos acompañe en este Adviento, en la Navidad y durante todo el Año Nuevo.
Los saluda afectuosamente su hermano en Cristo,
Luis Quezada, Director Editorial | Escriba una correo al Editor
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