La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Junio 2024 Edición

Acercar a Cristo a todas las personas

Beato Santiago Alberione, apóstol de los medios de comunicación

Por: la hermana Anne Flanagan, FSP

Acercar a Cristo a todas las personas: Beato Santiago Alberione, apóstol de los medios de comunicación by la hermana Anne Flanagan, FSP

¿Cuántas veces hoy te has encontrado con alguna forma de medio de comunicación? No solo tenemos la televisión, el radio o las páginas en Internet, sino también pantallas táctiles para hacer compras, revistas en la caja del supermercado, videos en la gasolinera, pantallas gigantes con anuncios y (por supuesto) las redes sociales como Facebook e Instagram.

Hace un siglo, cuando el término “nuevos medios” se refería a películas, los sacerdotes se concentraban menos en la oportunidad pastoral que las películas ofrecían que en el riesgo que significaban para los jóvenes fáciles de impresionar, y que podían ver actos amorosos o viciosos representados en la pantalla. En la Italia rural, sin embargo, un joven sacerdote buscó la forma de evangelizar con “los medios más rápidos y eficaces que el progreso ofrece y las condiciones requieren.”

Este sacerdote, Giacomo (Santiago) Alberione, era el líder de una creciente familia espiritual dedicada a la “Buena prensa”. Los jóvenes hombres y mujeres de San Pablo, como se llamaban a sí mismos, no se limitaron a imprimir: Alberione les enseñó que cada nueva forma de comunicación podía convertirse en un púlpito de evangelización. “Hasta donde dependa de nosotros, ¡no permitamos que a nadie le falte la luz divina!”, los exhortó.

Nacido en un establo en el siglo XIX en Italia, Santiago Alberione era el más improbable de los apóstoles de los medios de comunicación. Frágil, delgado y de apenas un metro y medio de estatura, ciertamente no parecía un protagonista y su voz aguda no era recomendable para la radio. Pero la pasión tanto en su mirada como en sus palabras avivaba el corazón de aquellos que lo escuchaban.

Una nueva forma de evangelizar. La pasión de Alberione se remonta a una noche de oración frente al Santísimo Sacramento. Las primeras horas del siglo XX comenzaron para muchos católicos con una Misa Mayor seguida de la Adoración eucarística hasta el amanecer, siguiendo las disposiciones del Papa León XIII. Alberione, quien tenía dieciséis años de edad, y que recientemente había sido aceptado en el seminario, permaneció en la catedral local durante cuatro horas, inmerso en la presencia de Cristo en el altar. Décadas más tarde, describió aquella noche, escribiendo en tercera persona:

Una luz especial salió de la Hostia, una mayor comprensión de las palabras de Jesús “Vengan a mí todos ustedes que están cansados…” [Alberione] pareció comprender el corazón del gran Papa, las invitaciones que hacía la Iglesia, la verdadera misión del sacerdote… la tarea de ser apóstoles modernos… Se sintió profundamente obligado a prepararse para hacer algo para Dios y para la gente del nuevo siglo con la que viviría.

Esa “noche de luz” iluminaría sus siguientes setenta años.

Acompañado por su sabio y entendido director espiritual, el Venerable Francisco Chiesa, Santiago creció en “sabiduría y en gracia” (ver Lucas 2, 52). Con el tiempo, llegó a reconocer a Cristo presente en la palabra de Dios a tal grado que veía a aquellos que predicaban el Evangelio a través de cualquier medio como “predicadores” que ejercían un apostolado “sacerdotal”. Para Alberione, las publicaciones catequéticas eran “como levantar el Cáliz, como colocar el Santísimo Sacramento en una custodia sobre el altar para la adoración.”

Comprometido con el crecimiento intelectual continuo. Después de su ordenación en 1907, Alberione pasó un año sirviendo en una parroquia antes de ser nombrado profesor en el seminario y director espiritual. También fue nombrado bibliotecario del seminario, lo que lo motivó a comprometerse con dos periodos diarios de estudio. Leyó los principales periódicos católicos y cientos de volúmenes de enciclopedias abarcando temas tan diversos como historia de la Iglesia, la historia de la guerra, la música y las leyes. Alberione adoptó la virtud clásica de studiositas (el compromiso con el desarrollo intelectual continuo) y lo convirtió en una oportunidad para la santificación de la mente.

De vez en cuando, el obispo le asignaba al Padre Alberione responsabilidades adicionales: Visitar las parroquias para presentar la visión del Papa Pío X para la participación católica en la vida social italiana, crear un nuevo texto catequético diocesano y servir como capellán en el convento local de los dominicos. Él se entregaba al máximo en cada responsabilidad adicional. También decidió por sí mismo identificar formas en que el vacilante periódico diocesano, la Gazzeta d’ Alba, podía servir mejor a la comunidad de granjeros. Y así, con la aprobación del obispo, añadió esta publicación a su sobreabundante lista de trabajos.

El estudio que realizó sobre la carta de San Pablo a los romanos durante este tiempo abrió sus ojos a la figura de este gran Apóstol de los gentiles. La visión universal de Pablo y el celo infinito cautivaron a Alberione de una forma personal durante una visita a la tumba del apóstol. Además de sentirse llamado por Cristo, Alberione se sintió escogido y llamado también por San Pablo. Vio en Pablo a un padre espiritual cuyo corazón aceptó a todo el mundo y que lo único que deseaba para sus hijos era que Cristo fuera formado en ellos. Alberione sabía que esta transformación espiritual tenía que ser total, implicando la mente, la voluntad y el corazón. Esto, dijo, es “vivir a Cristo como San Pablo… lo vivió.”

Vengan a mí, todos ustedes. El mensaje que Alberione recibió con el cambio de siglo claramente le había dado el sentido de la vocación misionera: Creía que cuando Jesús dijo “Vengan a mí…”, le estaba hablando a todos, en todas partes, de todo tiempo y lugar: Todos ustedes. Ese “todos” se convirtió en el sello distintivo de la vida de Alberione. Ninguna persona, ningún grupo, ninguna área de la sociedad, situación pastoral, necesidad humana ni ningún medio de comunicación podía descuidarse en la gran obra de la evangelización. De forma similar, Alberione estaba interesado en la persona humana como un todo. Para él, la evangelización significaba llevar a Cristo completo a la persona completa: A la mente a través del Evangelio y el Catecismo; a la voluntad por medio de los ejemplos de virtud y de las Bienaventuranzas y al corazón al acercar a las personas a la oración y la vida sacramental.

El interés del Padre Alberione por “todo” y por “todos”, incluía su visión de su vocación. A través de su ministerio, trabajó incansablemente para establecer comunidades para sacerdotes, hermanos, hermanas, laicos y párrocos que no vivían en comunidad pero que estaban asociados con la misión. Lo que llegó a conocerse como la Familia Paulina se originó en Alba en 1914 cuando Alberione fundó la Escuela Tipográfica de los Pequeños Trabajadores, que eventualmente se convirtió en la Sociedad de San Pablo. La Familia Paulina fue creciendo para incluir muchas congregaciones e institutos religiosos, y ahora incluye cuatro congregaciones de hermanas que representan el deseo de Alberione de presentar al Cristo completo a todas las personas.

  • Las Hijas de San Pablo representan al Cristo de la Verdad atrayendo personas a él a través de los medios de comunicación.
  • Las Hermanas discípulas del Divino Maestro representan al Cristo de la Vida, con su servicio a los sacerdotes y su trabajo en las artes litúrgicas.
  • Las Hermanas de Jesús el Buen Pastor representan a Cristo el Camino a través de su apostolado parroquial.
  • Las Hermanas de María, Reina de los Apóstoles siguen el ejemplo de la Virgen María: Así como ella educó a Cristo para su misión, su ministerio vocacional orienta a los jóvenes a discernir su vocación en la vida.

Nacidos de la Eucaristía. El Padre Alberione, a quien primero se le confió su misión especial durante una noche de Adoración, a menudo les decía a los miembros de sus comunidades religiosas: “Ustedes nacieron de la Eucaristía.” Sin la hora diaria de la Adoración, decía, “se quejarían con razón”, porque sería como tener que trabajar sin la alimentación adecuada.

Sin embargo, como apóstol de los medios de comunicación, el Padre Alberione siempre unía la Eucaristía y la Biblia. Vio a Jesús como el Maestro que enseña, da el ejemplo de su enseñanza y comunica la vida divina que su enseñanza personifica. El sueño de su vida fue ser capaz de colocar la Biblia, o al menos los Evangelios, en cada hogar. Pero jamás el método ni el mensaje podían ser simplemente de una dimensión. Él quería ver “un evangelio lleno de catecismo y de liturgia (es decir, una Biblia con notas catequéticas y litúrgicas); un catecismo lleno del evangelio y la liturgia; y la liturgia (un misal, quizá) lleno del evangelio y el catecismo.”

Impregnar todo el conocimiento con el Evangelio. Como superior general de una comunidad religiosa de hombres, el Padre Alberione estuvo presente en todas las sesiones del Concilio Vaticano II. El Decreto sobre los medios de comunicación social (Inter Mirifica) del Concilio lo alegró de forma especial. El hijo del granjero que había recogido las cosechas con las mismas herramientas que utilizaron sus antepasados durante siglos se había convertido en el sacerdote que revisaba los periódicos buscando los nuevos avances en tecnología de las comunicaciones. No existían los límites para su entusiasmo, o su imaginación. Al igual que su héroe, San Pablo, quería ayudar a los para que “Todo pensamiento humano lo sometamos a Cristo, para que lo obedezca a él” (cfr. 2 Corintios 10, 5). “Impregnen todo pensamiento y conocimiento humano con el Evangelio”, decía. “No hablen de religión sino refié-ranse a todo de un modo cristiano.”

Para noviembre de 1971, el Padre Santiago Alberione estaba tan enfermo y frágil que ya ni siquiera podía celebrar la Misa. El 26 de noviembre, el Papa San Pablo VI vino a su habitación y, con una expresión desgarradora, bendijo al sacerdote tan solo una hora antes de que muriera. Unos pocos años antes, había otorgado a Alberione la medalla Pro Ecclesia et Pontifice (Para la Iglesia y el Papa). En ese momento, el Papa dijo: “Nuestro querido Padre Alberione ha dado a la Iglesia nuevas formas de expresarse.” Pero de sí mismo, Alberione solamente decía: “Este es un hombre que está medio ciego y que es guiado, y en su caminar, es iluminado de vez en cuando… Dios es la Luz.”

Santiago Alberione fue beatificado el 27 de abril de 2003.

La hermana Anne Flanagan, FSP, pertenece de las Hijas de San Pablo, una comunidad de religiosas fundada por el Beato Santiago Alberione en 1915 para el apostolado de los medios de comunicación.

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