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Lecturas de la Misa, 21 de noviembre de 2024 Encuentre Meditación por Fecha

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La Presentación de la Bienaventurada Virgen María (Memoria)

Antífona de entrada

Dichosa tú, Virgen María, que llevaste en tu seno al creador del universo; diste a luz al que te creó, y permaneces Virgen para siempre.

Oración colecta

Al celebrar la gloriosa memoria de la santísima Virgen María, te pedimos, Señor, por su intercesión, que también nosotros logremos recibir...

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Meditación: Lucas 19, 41-44

Contempló la ciudad, lloró por ella. (Lucas 19, 41)

Al acercarse a la ciudad de Jerusalén en anticipación a su Pasión, Jesús tiene una reacción sorprendente: contempla la ciudad y llora. Su corazón se rompe porque la gente no reconocía “lo que puede conducir[los] a la paz” (Lucas 19, 42). Es una ironía muy grande porque el nombre Jerusalén realmente significa “ciudad de paz” en hebreo.

Entonces, ¿qué era lo que la gente no estaba entendiendo? No habían reconocido “la oportunidad que Dios [les] daba”, el momento en que los visitó (Lucas 19, 44), ese momento tan esperado en el que, en Cristo, Dios caminó en medio de su pueblo. Su Mesías, el Príncipe de Paz, estaba en medio de ellos, pero el pueblo no fue capaz de ver quién era él. Estaba dispuesto a hacer por ellos lo que había sido anunciado por los profetas: perdonar sus pecados, reconciliarlos con Dios, liberarlos del temor de la muerte y ofrecerles una vida nueva. Y sin embargo muchos lo rechazaron.

Nosotros también estamos viviendo nuestro tiempo de visitación. ¿Podemos reconocer a Jesús? ¿Podemos ver que nos está ofreciendo todo lo que necesitamos para conducirnos “a la paz” (Lucas 19, 42)? Por su cruz, él nos ofrece una relación justa con Dios. Por su sangre, nos ofrece el perdón de nuestros pecados. Y por medio de sus enseñanzas, nos ofrece el modo de vivir en paz con los demás.

A veces pensamos que la paz significa una vida sin sobresaltos ni dificultades, pero Jesús nos ofrece una clase distinta de paz. Y por eso nos pide que le entreguemos nuestros planes y expectativas. Su paz proviene de la seguridad que él nos da de que está con nosotros todos los días y de que podemos confiar en sus buenos planes, aun cuando no los comprendamos. El Señor puede dar descanso a nuestro corazón para que podamos transmitir paz a dondequiera que vayamos.

Por eso hoy aceptemos la paz de Jesús, nuestro Príncipe de Paz. Pidámosle que abra nuestros ojos para que podamos verlo en medio de nosotros. Y unámonos a él orando por aquellos que todavía necesitan reconocer el tiempo de su visitación. ¡Que ellos también puedan conocer lo que “conduce a la paz”!

“Jesús, Príncipe de Paz, concédeme la paz en mi vida y, por medio de mí, al mundo, te lo ruego.”

Apocalipsis 5, 1-10
Salmo 149, 1-2. 3-4. 5-6a. 9b

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