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Lecturas de la Misa, 22 de noviembre de 2024 Encuentre Meditación por Fecha

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Santa Cecilia, virgen y mártir (Memoria)

Antífona de entrada

Ya sigue al Cordero crucificado por nosotros, la virgen llena de valor, ofrenda de pudor y víctima de castidad.
O bien:
Dichosa aquella virgen que, negándose a sí misma y tomando su cruz, sigue al Señor, esposo de las vírgenes y príncipe de los mártires.

Oración colecta

Dios...

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Meditación: Lucas 19, 45-48

Enseñaba todos los días en el templo. (Lucas 19, 47)

Cuando Jesús purificó el templo, mostró celo y determinación por la casa de su Padre. Puedes imaginarlo moviéndose con mucha determinación mientras volcaba las mesas y expulsaba a los cambistas de dinero. Pero, ¿por qué estaba tan enojado? Las personas necesitaban animales para los sacrificios y monedas para pagar el impuesto del templo. ¿No estaban los mercaderes simplemente haciendo su trabajo? Quizás, pero estaban obstaculizando el encuentro de Dios con su pueblo: “Mi casa es casa de oración” (Lucas 19, 46).

Jesús había venido a traer salvación a su pueblo, pero muchos no lo recibieron. Mientras la multitud cantaba “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor!”, algunos de los fariseos querían que Jesús reprendiera a las personas. Jesús lloró por Jerusalén mucho antes de encontrarse con el caos que reinaba en el templo. Su “momento en que Dios vino a visitarlos” había llegado, pero Jesús sabía que su propio pueblo lo iba a entregar (19, 44).

Por eso Jesús no estaba enojado; estaba dolido. Esa es la razón por la cual nada podía detenerlo de acercarse a su pueblo. El Señor quería superar todos los obstáculos: el desorden físico, los esquemas engañosos, la resistencia espiritual y la dureza de corazón. Ese es el motivo por el cual, a pesar de toda la oposición, Jesús entraba en el templo “todos los días” para enseñar a la gente (Lucas 19, 47).

Jesús decidió pasar sus últimos días en la tierra enseñando y haciendo discípulos. No le dio su espalda a Jerusalén. No se escondió de sus discípulos ni de sus amigos ni se recluyó en oración. Se sentó públicamente en medio de su pueblo y les enseñó los misterios del Reino. No le preocupaba si sus detractores estaban buscando una razón para condenarlo. Todo lo que quería era alimentar a sus ovejas y conducirlas al Padre.

Esto es lo que Jesús quiere hacer por ti. Quiere encontrarse contigo todos los días y hablarte por medio de su palabra. Quiere animarte mientras rezas, conducirte a una relación más profunda con su Padre. Y a veces, para llegar a ti, tiene que volcar algunas mesas. El Señor no desea que te pierdas tu visitación. ¿Puedes hacer un espacio para él hoy?

“Señor, gracias por visitarme todos los días. Quiero hacer espacio para ti en mi corazón.”

Apocalipsis 10, 8-11
Salmo 119 (118), 14. 24. 72. 103. 111. 131

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