Recordemos a un hombre del Espíritu
Por Greg Erlandson
El Papa Francisco falleció el 21 de abril, el lunes de Pascua por la mañana, poniendo fin a un papado extraordinario que comenzó una fría noche poco más de 12 años antes.
“Hermanos y hermanas, ¡buenas noches! Ustedes saben que el deber del Cónclave es dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos los Cardenales lo fueron a buscar hasta el fin del mundo… pero aquí estamos.”
Con estas palabras, el Papa Francisco se presentó al mundo en una noche fría y lluviosa en la Plaza de San Pedro el 13 de marzo de 2013.
Verdaderamente era, desde una perspectiva tradicional europea, casi del “fin del mundo.” Nacido en Argentina, como Jorge Mario Bergoglio, era hijo de inmigrantes italianos. Francisco era plenamente consciente de que su elección como Sumo Pontífice era histórica. Provenía del hemisferio sur y de lo que él describía como “la periferia”, en este caso, un subcontinente con poca representación en el Colegio Cardenalicio a pesar de su vasta población católica. Un subcontinente que arrastra las heridas del colonialismo, sin embargo, en muchas formas tuvo visión del futuro al abordar los retos a los que se enfrenta la Iglesia en el siglo XXI.
El Papa Francisco no era un intelectual al estilo del Papa Benedicto XVI. No asumió el papado con el vigor juvenil de San Juan Pablo II. De muchas formas edificó sobre sus legados, pero no se vio a sí mismo en el mismo molde: como alguien que había sido formado por los recientes conflictos europeos y la Guerra Fría, y que necesitaba reafirmar las tradiciones y las enseñanzas de la Iglesia.
Muchas veces reiteró que aceptó todas esas enseñanzas, pero el suyo era un tiempo distinto en el que los desafíos que enfrentó eran diferentes. Como lo dijo en su famosa frase, veía a la Iglesia como “un hospital de campaña”, no como una escuela o un retiro. Él vio la descristianización de Occidente y las necesidades urgentes del hemisferio sur como crisis que exigían poner manos a la obra. Y en un mundo que sufría de aislamiento, desesperación y desesperanza, la misericordia era una necesidad imperiosa. “La Iglesia no está en el mundo para condenar, sino para permitir el encuentro con ese amor visceral que es la misericordia de Dios”, escribió en 2016 al iniciar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia que había proclamado.
De muchas formas fue la voz de los que no tenían voz. Habló por aquellos que debieron abandonar su país en busca de una vida mejor o de seguridad. Habló por aquellos que sufrían de la degradación ambiental, sabiendo que los pobres eran siempre los primeros en sufrir a causa del cambio climático y que eran ellos los que sentían su impacto más fuertemente. Habló por aquellos que, con razón o sin ella, creían que había poco espacio para ellos en la Iglesia.
El desafío que planteó a los miembros de la Iglesia, a todos nosotros, fue que saliéramos a evangelizar con alegría y sin temor, “tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo”. Evocó la imagen del pastor que tiene “olor a oveja”.
Las muchas dificultades que enfrenta el mundo —guerra, injusticia, individualismo generalizado— generan “dudas, miedo al futuro y también desesperación”, dijo el Papa. “Pero los cristianos traemos una certeza: Cristo es nuestra esperanza”, dijo a principios de este año.
Ciertamente, era un Apóstol de la Esperanza, que es el tema del segundo jubileo de su pontificado. En su anuncio del inicio del año jubilar, el pasado diciembre, el Papa Francisco describió la esperanza de este modo: “Toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana.”
Su impacto en la Iglesia ha sido profundo en los doce años de su reinado. Escribió cuatro encíclicas y siete exhortaciones apostólicas. También nombró aproximadamente al 80% de los actuales cardenales que deberán elegir al próximo Papa. Hizo cuarenta y siete viajes internacionales, visitando lugares desde Mongolia hasta el Iraq devastado por la guerra. Tan solo el año pasado completó su viaje más largo hasta Singapur y Papúa Nueva Guinea.
Renovó el proceso por medio del cual la Iglesia realiza los sínodos, abriéndolos a más miembros con derecho a voto, incluyendo mujeres y recogiendo aportaciones más ampliamente. Su reforma de la Curia —la burocracia vaticana— fue realizada en consulta con un pequeño grupo de cardenales conocido como el C9. Reorganizó la estructura de la Curia, cambió títulos, combinó responsabilidades y nombró a mujeres y laicos en puestos de influencia. En febrero de 2025 nombró a la religiosa Rafaella Petrini, miembro de las Hermanas Franciscanas de la Eucaristía, como secretaria general de la oficina del gobierno del Estado Ciudad del Vaticano: otra primicia histórica.
Quizá lo que fue más impactante sobre este Papa fue su disposición a hablar directamente con las personas en entrevistas y videos. Esto también le ganó algunas críticas. Habló con todo el mundo, desde Norah O’Donnell de Noticias CBS hasta Eugenio Scalfari, un periodista italiano que se negó a utilizar una grabadora y luego le atribuyó al Santo Pedro declaraciones controversiales imposibles de verificar.
La actitud del Papa Francisco hacia las entrevistas, como hacia todo lo demás, puede resumirse en su disposición a arriesgarse a cometer errores al hablar. “Es cierto que cuando uno sale existe el peligro de que tenga un accidente,” dijo en una homilía en el 2020. “Pero es mejor una Iglesia accidentada por salir, por anunciar el Evangelio, que una Iglesia enferma por estar encerrada. Dios sale siempre, porque es Padre, porque ama. La Iglesia debe hacer lo mismo: siempre en salida.”
Para el Papa Francisco, sus numerosas entrevistas contribuyeron a su fortaleza, que era hablar en su estilo pastoral e improvisado. También le permitieron alcanzar a otros medios de comunicación más allá de los medios religiosos tradicionales y así llegar a una gran variedad de personas que de otro modo jamás habrían escuchado su mensaje.
La misión primordial de la Iglesia siempre es evangelizar, llevar la buena noticia a los que sufren, “salir” al mundo. “Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma,” les dijo a sus hermanos cardenales antes de ser electo Papa.
A menudo, el Papa Francisco mostró una enorme valentía, pero también humildad. Cuando cometió errores, tal como su respuesta inicial a la crisis de los abusos sexuales en Chile, confesó su error y lo corrigió. Subsecuentemente extendió normas de rendición de cuentas para incluir tanto a los obispos como a los sacerdotes, mientras impulsaba la salvaguarda en toda la Iglesia alrededor del mundo.
Para Francisco, desde el primer día de su pontificado sus órdenes fueron las reformas que los propios cardenales habían solicitado antes de su elección. En una entrevista con una agencia de noticias de Argentina dijo: “Recogí todo lo que los cardenales habíamos dicho en las reuniones pre-Cónclave que debía hacer el próximo Papa. Entonces dijimos las cosas que había que cambiar, los puntos que había que tocar.”
La reforma de la Curia fue una de ellas. Otra fue abordar los diversos escándalos financieros que asolaban el Vaticano. El Papa Francisco instituyó una serie de reformas y habló sobre ellas con la agencia de noticias Reuters en 2022. Reconociendo los errores financieros, dijo que “la creación de la Secretaría para la Economía con gente técnica” era una mejora importante. “Creo que este nuevo dicasterio, digamos, que tiene toda la financiación en sus manos, es una seguridad en la administración. Porque antes la administración era muy desordenada.”
Haber centralizado las finanzas vaticanas e introducir las auditorías y los procedimientos de rendición de cuentas aceptados por las principales instituciones financieras puede ser una de las reformas más duraderas del pontificado de Francisco, incluso cuando el Vaticano continúa enfrentando retos financieros en relación con sus gastos generales y sus planes de pensión.
Pero en el fondo, este Papa reformador siempre fue ante todo un pastor. Habló con elocuencia de la necesidad de cuidar de los desfavorecidos y los marginados, particularmente de la oleada de migrantes que sucedió durante su pontificado. Es más, su primer viaje como Papa fue a la isla italiana de Lampedusa para celebrar la Misa y recordar a aquellos refugiados que se habían ahogado intentando cruzar el Mediterráneo en busca de una vida mejor.
Este continuó siendo un tema de su pontificado. En su carta de febrero de 2025 a los obispos de los Estados Unidos, el Papa Francisco los elogió por sus esfuerzos en pro de los refugiados y los migrantes. “Reconozco el valioso esfuerzo de ustedes, queridos obispos de Estados Unidos, cuando trabajan de manera cercana con los migrantes y refugiados, anunciando a Jesucristo y promoviendo los derechos humanos fundamentales. ¡Dios premiará abundantemente todo lo que hagan a favor de la protección y defensa de quienes son considerados menos valiosos, menos importantes o menos humanos!”, escribió.
Durante todo su pontificado, este Papa “del fin del mundo” estuvo guiado por una fe inquebrantable en el Evangelio y en el poder del Espíritu Santo. “No hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu,” escribió. En La alegría del Evangelio, su primera exhortación apostólica y quizá la expresión más definitiva de sus objetivos como Papa, concluyó con una reflexión sobre el poder del Espíritu Santo.
“¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa!”, escribió. “Pero sé que ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu.”
“Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo,” dice más adelante en el documento. “Pero esa confianza generosa tiene que alimentarse y para eso necesitamos invocarlo constantemente.”
El Papa Francisco fue un Papa para el pueblo, pero, ante todo, un hombre del Espíritu. Que su espíritu continúe guiando a la Iglesia en estos tiempos turbulentos. Que descanse en paz.
Greg Erlandson, excorresponsal en Roma, trabajó como presidente de Our Sunday Visitor Publishing y como director de Catholic News Service. Actualmente es el presidente de la Junta Directiva de La Palabra Entre Nosotros.