La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Lecturas de la Misa, 25 de abril de 2025 Encuentre Meditación por Fecha

El Papa Francisco falleció el 21 de abril, el lunes de Pascua por la mañana, poniendo fin a un papado extraordinario que comenzó una fría noche poco más de 12 años antes.

Durante los últimos 9 meses, la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos (USCCB) gentilmente nos permitió proveer el acceso a las lecturas de la Misa diaria sin ningún costo. Desafortunadamente ya no se nos permite publicar más las lecturas de la Misa diaria sin una suscripción. Las lecturas están disponibles en el sitio web usccb.org

Viernes de la Octava de Pascua

Antífona de entrada

El Señor liberó a su pueblo y lo llenó de esperanza, y a sus enemigos los sumergió en el mar. Aleluya. Cfr. Sal 78 (77), 53

Gloria

(Cuando se requiera, este himno puede recitarse o cantarse:)

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama...

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Meditación: Juan 21, 1-14

Pedro… se tiró al agua. (Juan 21, 7)

Cuando solamente tienes un momento para tomar una decisión, tu elección puede revelar mucho sobre quién eres, lo que crees y lo que valoras. Algunas personas realizan grandes actos de heroísmo en una fracción de segundo, como el padre que instintivamente escuda a su familia en un accidente de tránsito. Algunas personas manifiestan su egoísmo o su temor, como el empleado que toma la bolsa del dinero que estaba desatendido.

Ciertamente, en los Evangelios, San Pedro es retratado como impulsivo e incluso impetuoso. Y muchas veces esa impulsividad deja expuestos sus defectos. Piensa en voz alta cuando posiblemente era más sensato limitarse a escuchar. Usa la violencia para tratar de defender a Jesús, el Príncipe de Paz. Y en su momento más oscuro, niega conocerlo.

En el Evangelio de hoy, vemos a Pedro lanzándose de su barca y nadando contracorriente solo para llegar a Jesús. No importa que ya está cerca de la playa y que fácilmente podría remolcar la barca a la orilla. La euforia de ver al Señor resucitado prácticamente lo empujó al agua. Quizá pensó: “Necesito llegar a Jesús, ¡ahora!” Pedro simplemente no podía resistirse. Ni siquiera la vergüenza de sus acciones pasadas podía detenerlo. En su corazón, sabía que la única forma de evitar la vergüenza no era alejarse de Jesús, sino correr hacia él.

Ese instinto de correr hacia Jesús se desarrolla por medio de una creciente relación con él. Desde el principio, Pedro se sintió impulsado a seguir a Jesús. Luego, conforme su relación se hacía más profunda, fue sintiéndose cada vez más atraído hacia el Señor, aun cuando seguía siendo intempestivo y apasionado.

Hoy en día, Jesús sigue siendo igual de atrayente. En lo profundo de nuestro corazón, todos deseamos saltar de nuestra barca y correr hacia él. Incluso si hay momentos en los cuales no te sientes digno de estar en su presencia o cuando la tentación trata de detenerte, ese anhelo sigue estando ahí. Así que la próxima vez que sientas un profundo deseo de estar cerca del Señor, actúa de inmediato. Deja lo que estás haciendo (si puedes) y vuelve tu corazón a él. Cada vez que lo hagas, descubrirás una mayor libertad y alegría, así como le sucedió a Pedro.

“Señor, te pido que me ayudes a escucharte cuando me llames hoy y a responder corriendo hacia ti.”

Hechos 4, 1-12
Salmo 118 (117), 1-2. 4. 22-24. 25-27a

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