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Lecturas de la Misa, 2 de diciembre de 2024 Encuentre Meditación por Fecha

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I Semana de Adviento

Antífona de entrada

Escuchen, pueblos, la palabra del Señor y anúncienla en todos los rincones de la tierra: He aquí que vendrá nuestro Salvador, ya no tengan miedo. Cfr. Jer 31, 10; Is 35, 4

Oración colecta

Ayúdanos, Señor Dios nuestro, a esperar ardorosamente la venida de tu Hijo Jesucristo, para que...

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Meditación: Isaías 2, 1-5

Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. (Isaías 2, 3)

Posiblemente hemos escuchado la queja de algún niño que no quiere ir a Misa. Incluso nosotros mismos podemos haberlo sentido como una carga. A veces, el llamado a acordarse “del sábado para consagrarlo” parece una obligación que debemos cumplir (Éxodo 20, 8). Pero la primera lectura de hoy nos recuerda que es un privilegio que tenemos.

El pasaje de hoy del profeta Isaías celebra que Dios haya escogido a Jerusalén como el lugar en el que iba a morar. Isaías profetizó que un día “todas las naciones” se reunirían en el monte Sion, donde se encontraba el templo (Isaías 2, 2). En cierto modo, esta profecía se cumplió en Jesús. Ahora, Dios no solo es adorado en el monte Sion sino también en todos los sagrarios alrededor del mundo. Nosotros —que representamos a “todas las naciones”— podemos subir “al monte del Señor” cada vez que entramos en una iglesia (2, 3). Cada vez que lo deseemos, podemos unirnos a otros hermanos para alabar al Señor a una sola voz. ¡Qué privilegio vivir en este tiempo de cumplimiento!

Sin embargo, es muy fácil dar este privilegio por sentado. Especialmente en el tiempo de Adviento es tentador ver las oportunidades para reunirnos juntos para adorar a Dios tan solo como una cosa más que tachar de la lista de pendientes. Si empiezas a sentirte así, recuerda sobre qué trata el Adviento. Nos estamos preparando para celebrar la verdad de la Encarnación: que en Cristo, Dios se hizo hombre y nos reconcilió consigo mismo. Ese don es para todos nosotros. El Señor desea que todos lleguen a conocer su amor y su misericordia.

Incluso mientras lees esta meditación, las personas alrededor del mundo se están reuniendo para alabar al Señor. La próxima vez que vayas a la iglesia —o incluso si todo lo que puedes hacer es reunirte con unos cuantos creyentes— recuerda estas palabras del salmo responsorial de hoy: “Vamos alegres a la casa del Señor” (Salmo 122 (121), 1). Imagina a los peregrinos judíos entonando este cántico mientras subían el monte Sion para entrar en la presencia de Dios en el templo. Luego alaba a Dios por invitarte a unirte al pueblo que lo adora.

“Señor Jesús, ¡no permitas que me olvide del honor que supone adorarte!”

Salmo 122 (121), 1-2. 3-4a(4b-5. 6-7). 8-9
Mateo 8, 5-11

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