La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Llorar con los que lloran

Queridos hermanos en Cristo:

Estamos frente a una situación sin precedentes en los Estados Unidos de América. De nuevo un hombre negro desarmado ha sido asesinado, en medio de una pandemia que ha puesto al descubierto las enormes desigualdades económicas y de salud de nuestro país. Como un hombre blanco, nunca he sentido temor de la policía ni he tenido que enfrentar la discriminación racial, ni siquiera un desaire o una calumnia. Así que no estoy seguro de que pueda hablar bien sobre este asunto.

Posiblemente ustedes recuerden que perdí a mi hija hace tres años a causa de una sobredosis de drogas. Después de su muerte, las únicas personas que podían hablarme con autoridad eran aquellas que habían perdido a su esposo o esposa o a un hijo. Otros podían tener buenas intenciones, pero no podían entender lo que yo estaba sintiendo, y algunas de las cosas que me decían no me ayudaban.

Desde la muerte de George Floyd, estoy muy consciente de que yo no entiendo lo que significa ser un afroamericano. Podría decir muchas cosas y posiblemente la mayoría serían inútiles. Así que estoy escuchando, estoy aprendiendo de mis amigos afroamericanos. Lentamente, mis ojos se están abriendo y lo que veo me provoca mucha tristeza. Hoy, voy a dejar que sean ellos los que hablen. Primero, les comparto lo que dice un hombre negro llamado Eli.

Mi preocupación es que las personas se conformen con hacer a un lado un componente fundamental de lo que significa ser una persona negra o blanca en Estados Unidos: es decir, la forma en que somos percibidos y tratados como consecuencia de nuestra complejidad y características. Estoy completamente convencido de que mi identidad está enraizada en Cristo Jesús y que todas las personas han sido creadas a imagen y semejanza de Dios, pero esa convicción viene de la fe en lo que Dios dice, no de lo que he visto o experimentado. No es un secreto que la historia estadounidense no ha hecho ningún favor a las personas de color. Específicamente, las personas negras, son más fácilmente percibidas como peligrosas, agresivas, menos dignas de misericordia o del beneficio de la duda, y con mucha frecuencia son tratadas como culpables hasta que demuestren su inocencia.

Definitivamente no pretendo que nadie justifique los saqueos y los disturbios como respuestas apropiadas a un asesinato, porque no lo son; esos son crímenes. Lo que sí defiendo es la perspectiva de Dios, la perspectiva de la gracia y la misericordia que propiciarían que recemos juntos y elevemos la voz cuando sabemos que es muy fácil despreciar a las víctimas de la brutalidad policial.

Estoy frustrado porque temo que las personas pueda alejarse de sus televisores cuando escuchan sobre las protestas (algo bueno) y los disturbios y saqueos (comportamiento delictivo) y se digan a sí mismos: “Bueno, si van a actuar de esa forma, no es difícil imaginar por qué la policía se vuelve agresiva con ellos.” Esa no es la perspectiva correcta. Eso no fue lo que sucedió. George Floyd, Eric Garner, Philando Castile, y muchos otros fueron injustamente ejecutados por los oficiales de la policía con los que interactuaron.

Sé que este país necesita mucha sanidad, el mundo la necesita, y no creo que podamos hablar de identidad, justicia o reconciliación sin incluir al Señor Jesús. Nuestro Señor regresará cuando sea el momento indicado pero hasta entonces nosotros somos los embajadores de Cristo, conscientes de que muchos en el mundo creen que entre más oscura es la piel de una persona, más peligrosa y moralmente reprochable es.

No estoy diciendo que cada cristiano tiene que unirse a las protestas (protestar no es un requisito y el covid-19 todavía es un problema), pero los hijos de Dios tienen un lugar en el diálogo sobre asuntos raciales, para aportar la perspectiva de Dios sobre la dignidad de todo ser humano. Espero poder continuar con esta conversación y pido que el Espíritu de Dios nos bendiga con paciencia, sabiduría, conocimiento y el entendimiento necesario para hablar con la verdad sobre esta realidad.

Otro joven amigo negro, un hombre igualmente devoto llamado Jerel me escribió:

Estos son tiempos difíciles, pero si te molestan más las protestas que los asesinatos que las detonaron, entonces estás intentando por todos los medios estar cómodo en medio de la tragedia que debería preocupar a todo ser humano decente. En vez de escudarte con trivialidades religiosas vacías, y convencerte a ti mismo de que no eres racista, permítete sentirte incómodo.

Permítete sentir dolor por aquellas personas cuyas vidas fueron apagadas debido al color de su piel y por sus seres queridos. Permítete sentir enojo con aquellos que perpetraron estos crímenes odiosos. Siéntete frustrado por la frecuencia y la atrocidad con la que están sucediendo estos actos en el país que se supone que es “la tierra de los libres”. Esto debería molestarte. Lo peor que puedes hacer en este momento es evitar la tensión o justificar tu incomodidad.

Permite que esto te genere empatía y te inspire a cambiar. Pero por mí y por todas las personas de color en este país, no intentes ponerte cómodo en este momento. Si no se obtiene nada más, al menos te dará una idea de cómo se sienten las personas como yo todos los días.

Al escuchar los lamentos de nuestros hermanos negros, el Señor nos invita a permitir que él suavice nuestro corazón. “Mira”, nos dice, “yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa” (Apocalipsis 3, 20). Jesús quiere entrar y ayudarnos a ver a cada persona de la misma forma en que él la ve y que amemos a los otros al igual que él nos ama a nosotros.

Hermanos, acabamos de celebrar la fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo es el que produce la verdadera unidad. Fue por el Espíritu Santo que la Iglesia primitiva experimentó la unidad entre los judíos y los gentiles, entre los ciudadanos romanos y aquellos que no tenían derechos de ciudadanos, entre ricos y pobres. ¿No habita en nosotros el Espíritu Santo, la propia presencia de Dios? Esto debería conmovernos para que veamos a cada ser humano como hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza. Y esto debería provocar que nos levantemos en contra de las injusticias raciales que vemos en nuestro país.

Todos somos uno en Cristo. San Pablo le dijo a los cristianos en Galacia que se ayudaran “entre sí a soportar las cargas” (Gálatas 6, 2). El Señor Jesús nos está diciendo estas mismas palabras hoy a nosotros. Soportemos las cargas de nuestros hermanos afroamericanos.

Espíritu Santo, ayúdanos, danos valentía y permite que la justicia y la misericordia empiecen por mí.

Jeff


Recemos juntos por la sanidad racial

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