La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Enero de 2019 Edición

Sean protagonistas de la historia

Encuentro del Papa Francisco con los jóvenes en Chile

Por: Luis E. Quezada

Sean protagonistas de la historia: Encuentro del Papa Francisco con los jóvenes en Chile by Luis E. Quezada

Ciertamente estoy agradecido de compartir este tiempo con ustedes. Considero para mí importante encontrarnos, y caminar juntos un rato, ¡que nos ayudemos a mirar para adelante!

En mi trabajo como obispo pude descubrir que hay muchas, pero muchas, buenas ideas en los corazones y en las mentes de los jóvenes. Y eso es verdad, ustedes son inquietos, buscadores, idealistas. ¿Saben quiénes tienen problemas? El problema lo tenemos los grandes, que cuando escuchamos estos ideales, estas inquietudes de los jóvenes, con cara de sabiondos decimos: “Piensa así porque es joven, ya va a madurar”, o peor, “ya se va a corromper”. Y eso es verdad, detrás del “ya va a madurar” contra las ilusiones y los sueños se esconde el tácito “ya se va a corromper”. ¡Cuidado con eso! Madurar es crecer y hacer crecer los sueños y hacer crecer las ilusiones.

La verdadera madurez es llevar adelante los sueños, las ilusiones de ustedes, juntos, confrontándose mutuamente, discutiendo entre ustedes, pero siempre mirando para adelante, no bajando la guardia, no vendiendo esas ilusiones y esas cosas. ¿Está claro?

Es por esta realidad de ustedes los jóvenes, que les quería hacer el anuncio de que he convocado el Sínodo de [los Obispos sobre los Jóvenes]. Quiero escuchar a los jóvenes y por eso se hace ese encuentro de jóvenes, encuentro donde ustedes van a ser los protagonistas, jóvenes de todo el mundo, jóvenes católicos y jóvenes no católicos, jóvenes cristianos y de otras religiones, y jóvenes que no saben si creen o no creen, todos, para escucharlos, para escucharnos directamente, porque es importante que ustedes hablen, que no se dejen callar.

Los jóvenes y la conexión. Y déjenme contarles una anécdota. Charlando un día con un joven, le pregunté qué es lo que lo ponía de mal humor. Y él me dijo: “Cuando al celular se le acaba la batería o cuando pierdo la señal de internet.” Le pregunté: “¿Por qué?” Me responde: “Padre, es simple. Me pierdo todo lo que está pasando, me quedo fuera del mundo, como colgado. En esos momentos, salgo corriendo a buscar un cargador o una red de wifi y la contraseña para volverme a conectar.” Esa respuesta me enseñó, me hizo pensar que con la fe nos puede pasar lo mismo.

Todos somos entusiastas, la fe se renueva —que un retiro, una predicación, un encuentro, la visita del Papa— la fe crece pero después de un tiempo de camino inicial, hay momentos en los que sin darnos cuenta comienza a bajar “nuestro ancho de banda”, despacito, y aquel entusiasmo, aquel querer estar conectados con Jesús se empieza a perder, y nos vamos quedando sin conexión, sin batería, y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza y todo lo empezamos a ver mal. Al quedarnos sin esta “conexión”, que es la que le da vida a nuestros sueños, el corazón empieza a perder fuerza, a quedarse también sin batería.

Sin la conexión con Jesús, sin esta conexión, terminamos ahogando nuestras ideas, ahogando nuestros sueños, ahogando nuestra fe y, claro, nos llenamos de mal humor. De protagonistas —que lo somos y lo queremos ser— podemos llegar a sentir que vale lo mismo hacer algo que no hacerlo: “¿Para qué te vas a gastar? Mirá —dice el joven pesimista— pasála bien, todas estas cosas sabemos cómo terminan, el mundo no cambia, tomálo con soda y andá para adelante.” Y quedamos desconectados de la realidad y de lo que está pasando en “el mundo.” Y sentimos que quedamos “fuera del mundo”, en “mi mundito”, donde estoy tranquilo, en mi sofá. Me preocupa cuando, al perder “señal”, muchos sienten que no tienen nada que aportar y quedan como perdidos: “Pará, vos tenés algo que dar” — “No, mirá, esto es un desastre, yo trato de estudiar, tener un título, casarme, pero basta, no quiero líos, termina todo mal.”

Eso es cuando se pierde la conexión. Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie: “Le haces falta a mucha gente y esto ¡pensálo!” Cada uno de ustedes piénselo en su corazón: “Yo le hago falta a mucha gente.” Ese pensamiento, como le gustaba decir a [San Alberto] Hurtado, “es el consejo del diablo”, ese “no le hago falta a nadie”, que quiere hacerte sentir que no vales nada… para dejar las cosas como están, por eso te hace sentir que no vales nada, para que nada cambie, porque el único que puede hacer un cambio en la sociedad es el joven, uno de ustedes.

Los jóvenes tienen mucho que aportar. Todos, decía, somos importantes y todos tenemos algo que aportar. Con un “cachito” de silencio pregúntese cada uno, en serio, mírense en su corazón: “¿Qué tengo yo para aportar en la vida?” Y cuántos de ustedes sienten las ganas de decir: “No sé.” ¿No sabés lo que tenés para aportar? Lo tenés adentro y no lo conocés. Apuráte a encontrarlo para aportar. El mundo te necesita, la patria te necesita, la sociedad te necesita. Vos tenés algo que aportar; no pierdas la conexión.

La contraseña. Y creo que ustedes tienen un gran santo que les puede hacer de guía, un santo que iba cantando con su vida: “¡Contento, Señor, contento!” El Padre Hurtado tenía una regla de oro, una regla para encender su corazón con ese fuego capaz de mantener viva la alegría. Porque Jesús es ese fuego al cual quien se acerca queda encendido.

Y la contraseña de Hurtado para mantener la señal es muy simple: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” “¿Qué haría Cristo en mi lugar, en la escuela, en la universidad, en la calle, en la casa, entre amigos, en el trabajo; frente al que le hacen bullying. . . ¿Qué haría Cristo en mi lugar?” Cuando ustedes salen a bailar, cuando están haciendo deportes o van al estadio piensen: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”

Esa es la contraseña, esa es la batería para encender nuestro corazón y encender la fe y encender la chispa en los ojos. Eso es ser protagonistas de la historia. Ojos chispeantes, porque descubrimos que Jesús es fuente de vida y de alegría. Protagonistas de la historia, porque queremos contagiar esa chispa en tantos corazones apagados… que esperan a que alguien los invite y los desafíe con algo que valga la pena. Ser protagonistas es hacer lo que hizo Jesús.

Y vayan con la única promesa que tenemos: que en medio del desierto, del camino, de la aventura, siempre habrá “conexión”, existirá un “cargador”. No estaremos solos. Siempre gozaremos de la compañía de Jesús y de su Madre y de una comunidad. Ciertamente una comunidad que no es perfecta, pero eso no significa que no tenga mucho para amar y para dar a los demás.

Queridos amigos, queridos jóvenes: Sean ustedes —se lo pido por favor— los jóvenes samaritanos que nunca abandonan a nadie tirado en el camino. Otra pregunta: “¿Alguna vez abandoné a alguien tirado en el camino? ¿Un pariente, un amigo, una amiga…?” Sean samaritanos, nunca abandonen al hombre tirado en el camino. Sean ustedes los jóvenes cireneos que ayudan a Cristo a llevar su cruz y se comprometen con el sufrimiento de sus hermanos. Tengan la disponibilidad de nuestra Madre, la primera discípula, para cantar con gozo y hacer su voluntad.

Gracias por el encuentro, muchas gracias por la alegría de ustedes, y les pido por favor que no se olviden de rezar por mí.

Extracto del viaje apostólico de Su Santidad Francisco a Chile y Perú, 15 al 22 de enero de 2018.

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