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Mayo 2016 Edición

Papa Francisco visita México

Una nueva esperanza para México y Latinoamérica

Papa Francisco visita México: Una nueva esperanza para México y Latinoamérica

En febrero pasado probablemente todos presenciamos por televisión (y algunos en persona) la visita del Santo Padre el Papa Francisco a México, las Misas que celebró y las enormes multitudes que lo recibieron con amor, entusiasmo y la esperanza de que su visita fuera un factor eficaz para impulsar la Nueva Evangelización en ese país y en toda Latinoamérica, y también para dar lugar al diálogo político, social y religioso sobre algunos de los problemas que más aquejan a la comunidad católica en México y América Latina.

Además de la capital, el pontífice visitó los estados de Chiapas, Michoacán y Chihuahua, estados en los que los temas de principal preocupación son la migración y el apoyo a los indígenas y los pobres.

Chiapas, en el sureste, es uno de los estados más pobres y con mayor presencia indígena en el país, y donde en los últimos años ha visto crecer la presencia de iglesias evangélicas. Chihuahua es estado fronterizo con Texas y por donde cada año miles de migrantes intentan cruzar hacia Estados Unidos en espera de una mejor vida. Michoacán, en el oeste del país, es un estado conservador e históricamente muy católico, pero que en los últimos años ha sufrido el embate de la violencia del narcotráfico.

Todos abrigamos la esperanza de que la visita del Santo Padre haya servido para abrir cauces de diálogo y entendimiento entre gobernantes, legisladores y la población en general, a fin de dar solución a estos problemas que tanto aquejan a los mexicanos. Sin duda que su visita y principalmente sus enseñanzas dejarán una huella indeleble de sabiduría y verdad en el corazón y la conciencia de todos, sean católicos y no.

Breve reseña biográfica. El Papa Francisco es el primer obispo y jesuita latinoamericano que llega a ocupar la Cátedra de Pedro en Roma y el primero en llamarse Francisco. El Arzobispo Jorge Mario Bergoglio ha sido una figura destacada en Argentina y en todo el continente; un pastor sencillo y muy querido en su diócesis. En los quince años de ministerio episcopal recorrió su país a lo ancho y a lo largo, trasladándose muchas veces en medios de transporte público.

“Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos”, ha dicho más de una vez para explicar la opción de vivir en un apartamento y de prepararse la cena él mismo. A sus sacerdotes siempre les ha recomendado practicar misericordia, la valentía apostólica y tener las puertas abiertas a todos. Su proyecto es sencillo: el que sigue a Cristo ha de comprender que “pisotear la dignidad de una persona es pecado grave.”

Nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936 en una familia de inmigrantes italianos. Después de titularse de técnico químico, decidió ingresar al seminario diocesano de Villa Devoto y más tarde, en 1958, pasó al noviciado de la Compañía de Jesús. Completó sus estudios de humanidades en Chile, regresando posteriormente a Argentina donde se licenció en filosofía. Después de trabajar como profesor de literatura y psicología en colegios católicos, estudió teología en el Colegio San José, y obtuvo la licenciatura.

El 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote y en 1970 y 1971 prosiguió su preparación en la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares (España), haciendo su profesión perpetua el 22 de abril de 1973.

En julio de 1973 fue elegido provincial de los jesuitas de Argentina, tarea que desempeñó durante seis años. Después reanudó el trabajo en el campo universitario y entre 1980 y 1986 se desempeñó como rector del Colegio San José, además de párroco en San Miguel. En marzo de 1986 se trasladó a Alemania para completar su tesis doctoral.

Ordenación episcopal. El 20 de mayo de 1992, San Juan Pablo II le nombra obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires. El 27 de junio recibe la ordenación episcopal. Posteriormente es nombrado Vicario Episcopal de la zona de Flores y el 21 de diciembre de 1993 se le encomienda también la tarea de Vicario General de la Arquidiócesis. Apenas pasaban nueve meses cuando, a la muerte del Cardenal Quarracino, le toca sucederlo como Arzobispo, Primado de Argentina el 28 de febrero de 1998.

Tres años después, en febrero de 2001, San Juan Pablo II le crea Cardenal. En esa ocasión, invita a los fieles a no acudir a Roma para celebrar la ocasión y más bien destinar a los pobres el dinero que gastarían en el viaje. Es así como también asume su condición de Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Es, asimismo, autor de varios libros, entre ellos: Meditaciones para religiosos (1982), Reflexiones sobre la vida apostólica (1986) y Reflexiones de esperanza (1992).

Proyección continental. En octubre de 2001 es nombrado Relator General Adjunto para la Décima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, encargo recibido a última hora en sustitución del Cardenal Edward Egan, Arzobispo de Nueva York, cuya presencia era necesaria en los Estados Unidos a causa de los ataques terroristas del 11 de septiembre del mismo año.

En el Sínodo tiene destacada actuación donde pone de relieve en particular la misión profética del obispo, su “ser profeta de justicia”, su deber de predicar incesantemente la doctrina social de la Iglesia, y de expresar un juicio auténtico en materia de fe y de moral.

Durante estos años, su figura se proyecta sobre toda América Latina como autoridad religiosa de gran prestigio y popularidad, no obstante lo cual rechaza, en 2002, el nombramiento de Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Pero tres años después es efectivamente elegido y luego reconfirmado por otro trienio en 2008. En abril de 2005 participa en el cónclave en el que se elige al Papa Benedicto XVI.

Como arzobispo de Buenos Aires —diócesis de más de tres millones de habitantes— piensa en un proyecto misionero centrado en la comunión y la evangelización con cuatro objetivos principales: comunidades abiertas y fraternas; protagonismo de un laicado consciente; evangelización dirigida a cada habitante de la ciudad; asistencia a los pobres y los enfermos.

Su propósito es reevangelizar la ciudad de Buenos Aires, “teniendo en cuenta a quien allí vive y cómo está hecha su historia personal.” Para realizar esta misión invita a los sacerdotes y laicos a trabajar codo a codo. En septiembre de 2009 emprende una campaña a nivel nacional de solidaridad por el bicentenario de la independencia del país realizando 200 obras de caridad que continuarían hasta 2016. Y, en el ámbito continental, deposita su confianza en gran manera en las repercusiones del mensaje y las conclusiones de la Conferencia Episcopal Latinoamericana celebrada en Aparecida (Brasil) en 2007, que define la Nueva Evangelización en el continente americano.

Antes de ser elegido Papa formaba parte de las Congregaciones para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para el Clero, para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, así como del Consejo Pontificio para la Familia y la Comisión Pontificia para América Latina.

Primer Papa latinoamericano. El Papa Francisco es el primer Sumo Pontífice de la Iglesia Católica de origen latinoamericano y de profesión religiosa jesuita. Como tal es el Jefe de Estado y octavo soberano de la Ciudad del Vaticano. Tras la histórica renuncia del Papa Emérito Benedicto XVI a su cargo papal, Francisco fue elegido el 13 de marzo de 2013, en la quinta votación efectuada durante el segundo día de cónclave.

Conocido por su humildad, su adhesión a la opción preferencial por los pobres, principio que abarca a los marginados y sufrientes de distinta raza y su compromiso de diálogo con personas de diferentes orígenes y credos, Francisco mostró una variedad de gestos pastorales como prueba de su sencillez, entre los que se destacan su decisión de residir en la casa de huéspedes del Vaticano, en lugar de la residencia papal usada por sus antecesores desde 1903.

Al poco tiempo de su elección, la revista Time lo consideró una de las cien personas más influyentes del mundo y meses más tarde lo nombró “Persona del Año 2013”.

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