La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Cuaresma 2015 Edición

Señor, ¡haz que seamos uno!

Un examen de conciencia para la Cuaresma

Señor, ¡haz que seamos uno!: Un examen de conciencia para la Cuaresma

Alberto y su padre habían estado enemistados por mucho tiempo. Viven en la misma ciudad, pero ya han pasado dos años desde la última vez que se hablaron y casi cinco años que no se ven.

Pero Alberto asistió a un retiro en su parroquia, y uno de los que dirigían las sesiones le exhortó a tratar de reconciliarse. Alberto lo pensó y finalmente se decidió a llamar a su papá y decirle simplemente: “Papá, te perdono.” Estas palabras penetraron inmediatamente en el corazón de su padre, y éste también perdonó sin demora a su hijo. En un abrir y cerrar de ojos, les cambió el corazón, vino la reconciliación y se reanudó el amor y la amistad.

Cuando hay una relación arruinada por la falta de perdón, podemos decir que se encuentra en “territorio negativo.” Pero cuando se hace presente el perdón, la relación pasa de territorio negativo a territorio neutro; es decir, ya no hay nada que impida que luego pase a territorio positivo: allí donde reinan el amor, la unidad y la paz.

El regalo de la reconciliación. Así pues, mientras usted se prepara para el Sacramento de la Reconciliación en esta Cuaresma, dé una mirada especial a sus relaciones personales. ¿Hay personas a las que tenga que perdonar? ¿Hay situaciones en las que usted pueda pasar de territorio negativo a territorio positivo?

Imagínese lo grato que sería para el Señor si en esta Cuaresma cada uno de nosotros tratara de resolver una sola relación personal que estuviera en territorio negativo. Piense en toda la gracia y la paz que se derramarían sobre la Iglesia si tratáramos humildemente de reconciliarnos con alguien.

Las preguntas siguientes, basadas en un pasaje de la Carta de San Pablo a los Filipenses, le ayudarán a ver claramente las situaciones cuando usted se haga el examen de conciencia. ¡Ojalá todos abramos el corazón para recibir el poder sanador de la misericordia de Dios y así nos transformemos en instrumentos de su compasión en nuestras relaciones!

Piensen en todo lo verdadero...

¿Hay algún aspecto de mi vida en el cual he sido deshonesto conmigo mismo o con el Señor?

¿Hay alguna ocasión en la que he sido deshonesto con mis seres queridos o amigos cercanos?

¿Evito la necesidad de encarar una relación que ha quedado interrumpida o destruida?

Todo lo que es digno de respeto...

¿Uso mis dones y talentos para la gloria de Dios?

¿Son los objetivos que tengo para mi vida, y sobre todo para mis relaciones, un reflejo de los valores del Evangelio o no son más que objetivos egocéntricos?

¿Soy respetuoso y sincero cuando hablo con otras personas o comento sobre ellas?

Todo lo recto...

¿He tratado a alguien injustamente? ¿He participado en negocios deshonestos o en el trabajo o le he mentido a un amigo o familiar?

¿Me he fijado más en los defectos de las personas cercanas a mí que en sus dones y bendiciones?

¿Hago todo lo que puedo por ayudar a los pobres y los marginados?

Todo lo puro...

¿He protegido mi mente y mis ojos de la lujuria?

¿He realizado actos impuros sólo o con otra persona?

¿Trato a mi marido o esposa con honor y respeto?

Todo lo agradable… todo lo que tiene buena fama...

¿Hay cosas que yo digo o hago que contradicen o invalidan mi testimonio como cristiano?

¿Me he dejado llevar por rencores o resentimientos contra alguien?

¿Hay alguien a quien tengo que perdonar?

Sigan practicando lo que les enseñé y las instrucciones que les di, lo que me oyeron decir y lo que me vieron hacer: háganlo así y el Dios de paz estará con ustedes. (Filipenses 4, 8-9)

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