La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Noviembre 2012 Edición

“De esto estoy convencido. . . ”

Cómo construir un depósito de datos espirituales

“De esto estoy convencido. . . ”: Cómo construir un depósito de datos espirituales

Una de las armas más eficaces que tenemos a nuestro alcance para la batalla espiritual es lo que San Pablo denomina “el cinturón de la verdad” (Efesios 6,14). Cuando nos sentimos firmemente afian­zados en la verdad de quién es Dios y de lo que Él ha hecho por nosotros, descubrimos que nos cuesta menos resistir los engaños y las tentaciones del diablo.

A continuación citamos varias de las maravillosas verdades que podemos ir adoptando mentalmente en nuestro diario vivir. Adoptemos la costumbre de repetirlas constantemente en nuestra oración personal y durante el día. Estas afirmaciones pueden ser como los bloques fundamen­tales que te ayudarán a construir tu propio depósito de verdades que tendrás presentes en tu pensamiento durante todo el día.

Dios me ama

Nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espi­rituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor! (Romanos 8,38-39)

El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados. (1 Juan 4,10)

Dios tiene un plan perfecto para mí

Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. (Jeremías 29,11)

Señor… tú sabes todas mis andan­zas… todo eso estaba escrito en tu libro. Habías señalado los días de mi vida cuando aún no existía ninguno de ellos. (Salmo 139,3.16)

Jesús ha perdonado todos mis pecados

Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados… Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir, y dar su vida como precio por la libertad de muchos. (Mateo 9,2 -Marcos 10,45)

Aunque si alguno comete pecado, tenemos un abogado ante el Padre, que es Jesucristo, y Él es justo. Jesucristo se ofreció en sacrificio para que nuestros pecados sean perdona­dos, y no sólo los nuestros, sino los de todo el mundo. (1 Juan 2,1.2)

Soy una nueva persona en Cristo

Pues por el bautismo fuimos sepul­tados con Cristo, y morimos para ser resucitados y vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el glorioso poder del Padre… Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; lo que ahora hay, es nuevo. (Romanos 6,4 -2 Corintios 5,17)

Jesús derrotó al diablo

Este es el momento en que el mundo va a ser juzgado y ahora será expulsado el que manda en este mundo. Pero cuando yo sea levan­tado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo. (Juan 12,31-32)

Dios nos libró del poder de la oscu­ridad y nos llevó al Reino de su amado Hijo, por quien nos salvó y nos per­donó nuestros pecados. (Colosenses 1,13-14)

El Espíritu Santo vive en mí

Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! (Lucas 11,13)

Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud que los lleve otra vez a tener miedo, sino el Espíritu que los hace hijos de Dios. Por este Espíritu nos dirigimos a Dios diciendo Padre mío y este mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testi­monio de que ya somos hijos de Dios. (Romanos 8,15-16)

Yo puedo vencer el mal con el bien

Ustedes son la luz de este mundo… Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo. (Lucas 5,14-16)

Ustedes antes vivían en la oscuri­dad, pero ahora, por estar unidos al Señor, viven en la luz, pues la luz pro­duce toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad… No tomen parte en las cosas inútiles que hacen los que son de la oscuridad; más bien sáquen­las a la luz. (Efesios 5,8-11)

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