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Dic/Ene 2011 Edición

Roque de Santa Cruz, santo y mártir rioplatense

Reseña de una vida de amor al prójimo hasta la muerte

Roque de Santa Cruz, santo y mártir rioplatense: Reseña de una vida de amor al prójimo hasta la muerte

Roque de Santa Cruz fue el primer santo criollo nacido en la zona del Río de la Plata. Fue un evangelizador incansable, explorador y fundador de numerosos pueblos que más tarde llegaron a ser ciudades de varios países sudamericanos.

Practicó el pacifismo y murió como mártir por la causa de Cristo. Por la época en que sucedieron estos acontecimientos, muy anterior a la formación de las nacionalidades paraguaya y argentina, se le considera santo rioplatense.

La familia González de Santa Cruz. Roque nació en la ciudad de Asunción en 1576 y fue el menor de los diez hijos de don Bartolomé González de Villaverde y doña María de Santa Cruz, quienes lo criaron en un ambiente de virtud y piedad. Recibió su primera educación en el seno de su familia y, según se cree, el obispo Fray Alonso de Guerra fue su profesor de letras, latín, vida espiritual y oración.

Fue un joven de vida piadosa; a los 14 años de edad dirigió una procesión por el monte en honor a la Eucaristía y demostró su inclinación a una vida de devoción religiosa, de la que hacía partícipe a sus amigos “yéndose a los montes y despoblados a hacer penitencia”. El rasgo que se destacó en toda su vida fue su capacidad de sacrificarse por los demás, aparte de ser decidido y demostrar dotes de organizador.

Cuando cumplió los 15 años, motivado por las numerosas vidas de santos que había leído, decidió entregarse a la oración y la penitencia. Se dedicó por completo a cultivar su vida interior y practicar el amor y la bondad al prójimo. Posteriormente ingresó al seminario y fue ordenado sacerdote, dedicándose a la formación espiritual de los indios que vivían en calidad de peones y labradores al otro lado del río Paraguay, en las haciendas de los “encomenderos”. Allí cumplió su apostolado realizando diversas actividades en múltiples lugares y circunstancias.

Los encomenderos eran españoles que tenían recursos económicos y conocimiento de la administración de haciendas. A ellos se les “encomendaba” la gobernación de un número determinado de indios, quienes les pagaban por la casa y comida que recibían. La encomienda también tenía una función evangelizadora y urbanizadora, pues los encomenderos eran enviados a zonas inhóspitas, donde la iglesia no llegaba. Como el número de indios que se les encomendaba superaba los mil, las encomiendas se transformaban en verdaderos pueblos.

Fundador de misiones jesuíticas. Roque se dirigió a la región del Chaco paraguayo como su primer campo de acción misional. El éxito de su actividad no fue el esperado, pero consiguió mejorar las relaciones de los indígenas con los habitantes de la ciudad. Dos años más tarde fue nombrado superior de la primera comunidad o “reducción” del Paraguay. Las “reducciones” eran las comunidades de pobladores que se reunían o congregaban en asentamientos de misión.

La visión de San Roque sobre las reducciones se conserva en una carta enviada a su hermano Francisco: “Nosotros trabajamos por la justicia. Los indios necesitan estar libres de la esclavitud y de la dura servidumbre personal en la que ahora se encuentran. En justicia, ellos están exentos de esto por ley natural, divina y humana.”

Su desempeño como misionero fue notable, ya que poseía una gran facilidad para comunicarse con los guaraníes en su misma lengua. Fue explorador incansable, el primero en navegar el río Uruguay hasta llegar a Buenos Aires. Allí fue recibido por el gobernador Francisco de Céspedes, autoridades eclesiásticas y por el pueblo, maravillados todos por su audacia como explorador navegante y por su celo apostólico. Históricamente y por sus hazañas, que transcendieron su labor apostólica, se lo recuerda como “el conquistador sin espada”.

El Obispo de Asunción lo nombró Párroco de la Iglesia Catedral y después Vicario General de la Diócesis, pero Roque no aceptó este cargo porque quería continuar evangelizando a los indígenas. En mayo de 1609 ingresó a la Compañía de Jesús y así comenzó a ser el gran misionero del Río de la Plata.

El deseo de llevar el Evangelio a todo el mundo lo animaba a seguir adelante. En 1613 reconstruyó la misión de San Ignacio, fundó nuevas misiones, las organizó y les dio estabilidad, de acuerdo con sus posibilidades. Las crónicas de la época lo presentan sumido en la pobreza más dura y en una intensa y desigual lucha contra enfermedades de distinto tipo, entre ellas el cólera.

Gran devoto de la Virgen María. Roque se había consagrado a la Virgen María y con ella conquistaba corazones para Cristo, por lo cual la llamaba “La Conquistadora”. Muchas veces, con sólo levantar un cuadro con la imagen de nuestra Señora, los indios admiraban la belleza de María y sin pronunciar palabra se convertían. Toda su vida se dedicó al servicio de los indios que habitaban en las vastas regiones del Paraguay y otros territorios que actualmente forman parte de Argentina, Uruguay, Brasil y Bolivia.

En 1611 fue destinado a la reducción de San Ignacio Guazú, donde permaneció cuatro años. Se dedicó a trabajar sobre las márgenes del río Uruguay y en los años siguientes fundó las reducciones de San Nicolás, San Francisco Javier, y los centros de Candelaria, y Concepción de la Sierra. Su labor se extendió hacia el sur, donde fundó Yapeyú, en la actual provincia argentina de Corrientes. Luego se dirigió tierra adentro, hacia los territorios de Brasil, como Asunción del Iyuí, Caaró, etc., permaneciendo en esa zona hasta 1628.

El martirio. Al extenderse hacia las riberas del Río Grande do Sul (en el sur del Brasil), los éxitos de Roque y sus compañeros misioneros, entre ellos dos jóvenes sacerdotes españoles, Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo, provocaron la hostilidad de algunos grupos indígenas. El 15 de noviembre de 1628, Roque celebraba la Santa Misa cerca de Caaró, donde planeaba iniciar una nueva reducción. Al terminar la celebración eucarística salió al exterior acompañado de unos indios para colgar la campana de la Iglesia, y en ese momento un cacique mandó a un grupo de sus indios a asesinar a los misioneros y destruir la reducción. Los cadáveres fueron arrojados a una hoguera.

Durante el martirio de San Roque y sus compañeros se produjeron hechos sorprendentes y milagrosos que la crónica religiosa relata de la siguiente manera: “Reunidos los indígenas alrededor de la hoguera humeante donde se consumían los cadáveres mutilados de los misioneros, aquéllos oyeron aterrorizados la voz de Roque que les decía: ‘Aunque me maten, no muero, porque mi alma va al cielo’, y al mismo tiempo les prometía ayuda espiritual. Ante semejante situación, el cacique, convencido de que era imposible que tales palabras fueran pronunciadas, ya que la cabeza de Roque se hallaba separada del cuerpo, mandó que le abrieran el pecho y le atravesaran el corazón con una flecha.

Al enterarse del martirio de los tres misioneros, el capitán Manuel Cabral partió desde Itatí para castigar a los culpables, comprobando el hallazgo del corazón de Roque atravesado por una flecha. El corazón de Roque, tan lleno de amor divino para todos los hombres, se mantuvo incorrupto y cinco años más tarde fue llevado a Roma junto con el instrumento del martirio: un hacha de piedra.

Cabe observar que ninguno de los misioneros murió a manos de los indios guaraníes de las reducciones, sino por orden probablemente de los “paulistas”, procedentes de São Paulo, Brasil, que eran cazadores de esclavos y para quienes los jesuitas eran enemigos, ya que defendían a los indios.

El primer santo criollo rioplatense. Al cumplirse el tercer centenario de sus martirios, Roque de Santa Cruz y sus dos compañeros mártires, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, fueron beatificados. Más tarde, en 1960, el corazón de Roque y el hacha de su martirio fueron trasladados a Paraguay, donde ahora están expuestos en la Capilla de los Mártires, en el colegio de Cristo Rey. En la misma capilla hay una placa con los nombres de 23 misioneros jesuitas martirizados en la región.

En el Paraguay se le tiene gran veneración a San Roque y se le tiene por Santo Patrono y Protector del país; su sepultura se encuentra en el Panteón de los Héroes. A esto se debe también que el actual puente carretero y ferroviario internacional sobre el río Paraná que une las ciudades de Posadas (Argentina) y Encarnación (Paraguay) lleve el nombre de San Roque González de Santa Cruz.

Más tarde, el 16 de mayo de 1988, el Papa Juan Pablo II lo proclamó santo mártir de la Iglesia, en Asunción del Paraguay, juntamente con sus compañeros y en 1999 fue proclamado Patrono Americano de las Misiones, junto con Santa Teresita de Lisieux.

Fuentes consultadas: www.jesuitasparaguay.org.py/sanroque.html; www.aciprensa.com/santoral/16novs.htm; www.mopal.org/es/form/sant/roque_gonz.htm; www.corazones.org/santos/roque.htm.

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