La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Pascua 2021 Edición

Una parroquia evangelizadora

La llamada a ser pescadores de hombres

Por: P. James Mallon

Una parroquia evangelizadora: La llamada a ser pescadores de hombres by P. James Mallon

El padre James Mallon es vicario para la evangelización en la Diócesis de Halifax (Canadá) y ex párroco de la parroquia de San Benito, la cual experimentó un crecimiento notable y una renovación espiritual cuando cambió de rumbo para dedicarse a formar discípulos misioneros. La visión del padre Mallon para la renovación de la parroquia puede ayudar a los sacerdotes, feligreses y líderes laicos católicos a generar un mayor dinamismo en sus parroquias.

Actualmente vivimos en una época diferente. En el pasado, en lo que yo llamo la “Era de la cristiandad”, la cultura y la fe estaban estrechamente relacionadas entre sí. Si uno seguía la corriente, con mucha probabilidad llegaría a la iglesia en algún momento. Pero hoy en día no ocurre así. No solo es el hecho de que las iglesias se están vaciando, sino que las diócesis se están reestructurando y muchas iglesias están cerrando sus puertas.

Este es el problema, según yo lo veo: muchas de nuestras suposiciones sobre el ministerio pastoral, nuestros métodos para nutrir la vida de la parroquia católica, están basados en una cultura que ya no existe. En la estructura de la cristiandad, se construía una iglesia, se informaba de las horas de la Misa, se abrían las puertas y la gente llegaba. Pero eso ya no es suficiente, se necesita algo más que simplemente decir a las personas: “Vengan, pasen adentro”.

La renovación de nuestras parroquias. Entonces, ¿cómo podemos renovar las parroquias? La clave es decirles a los fieles que ya están en la iglesia: “Salgan y sean embajadores de Cristo, inviten a otros.” Y eso sucede cuando imitamos a San Pablo, que se esforzó para presentar a su rebaño como “perfectos en Cristo” (Colosenses 1, 28). Necesitamos entender que el cuidado pastoral implica llevar a las personas a alcanzar la madurez espiritual.

Una iglesia saludable ciertamente tiene miembros más nuevos y menos maduros. Pero los miembros más antiguos deben encaminarse hacia la madurez espiritual. Esta madurez implica una vida de oración más profunda, la comprensión de las Escrituras y la Misa y un mayor deseo de servir y transmitir la fe. Si queremos tener parroquias católicas cuya gran mayoría de miembros busquen la santidad y la misión, es preciso cambiar el enfoque que ahora tenemos.

Yo quisiera animar a las parroquias a promover cinco áreas que a menudo afloran como fuerzas dinámicas en muchos movimientos laicos de la Iglesia, como los movimientos Cursillos de Cristiandad, donde inicié mi vida de fe. Estas cinco áreas son: (1) la vida de fe centrada en la Misa; (2) el compromiso de evangelizar; (3) el discipulado; (4) la experiencia de comunidad y (5) la pasión por el servicio.

En los Estados Unidos, solamente el veinte por ciento de los católicos asisten a la iglesia semanalmente. De ese veinte por ciento, ¿cuántos hacen algo más que simplemente ir a Misa? Muy pocos. La mayoría de los católicos no tienen experiencia del catolicismo aparte de la Misa semanal. Este componente es muy importante, pero es solo una de las cinco áreas, y las otras también son esenciales.

Necesitamos discípulos misioneros. ¿Cómo subsanar esta falta de experiencia de fe de los católicos? El Catecismo de la Iglesia Católica dice: “La sagrada liturgia… debe ser precedida por la evangelización, la fe y la conversión” (1072). Si no hay una conversión del corazón, si los fieles que tienen una vaga creencia en Dios ven los sacramentos nada más que como ritos culturales, entonces hemos fallado.

Pienso en la parábola de los cuatro hombres que llevaron a un paralítico a Jesús (Marcos 2, 1-12). Ellos estuvieron dispuestos a romper el techo de la casa de Pedro, porque llevar a las personas a los pies de Jesús transforma su vida. Mientras se acercaban a la multitud, bien pudieron haber dicho “mejor dejémoslo por aquí”. Ese es el equivalente a permitir que alguien experimente un sacramento sin un encuentro personal con Jesús. Nada más que esperar que la gracia “surta efecto” en algún momento.

Después de unos diez años como párroco, entendí que por mucho que predicara sobre las verdades de la fe, no habría resultados si no lograba encender el corazón de las personas con el fuego de la fe. Esa fue una gran revelación para mí. Y esa fue la razón por la que di un giro hacia la evangelización.

En el pasado, el modelo tradicional era “compórtese, crea y pertenezca”. La gente generalmente sabía cuál comportamiento era moral y qué era lo que creía. Pero eso ya no es así. El esquema está desapareciendo, así que creo que debemos cambiar el modelo para captar la atención de las personas: primero pertenecer, luego creer y finalmente cambiar su modo de proceder. Una vez que las personas cambian su modo de creer, entonces se puede empezar a tratar el asunto de la conducta.

Cuando las personas son evangelizadas, su corazón cambia. Están dispuestas a servir en la iglesia sin necesidad de motivación. Posiblemente querrán unirse a grupos pequeños o estudiar la Biblia. La “primacía de la evangelización” es lo que llamamos ayudar a otras personas a encontrarse con Jesús y experimentar el poder del Espíritu Santo como fundamento.

Del mantenimiento a la misión. Para mí, la definición de una parroquia en misión es la que se orienta a conseguir feligreses entre personas que no lo son. Eso es lo que yo llamo misión. Lo que llamo mantenimiento es dedicarse únicamente a cuidar a las personas que ya pertenecen a la parroquia. Pero no es uno o lo otro; no es el mantenimiento o la misión, son las dos cosas. Pasar del mantenimiento a la misión simplemente implica un giro en lo que es la visión principal. Las parroquias cuya visión principal ha sido cuidar a sus propios miembros generalmente nunca llegan a emprender la misión de una forma que marque una diferencia. Lo hacen como algo adicional; pero en mi parroquia, San Benito, el empeño de hacer discípulos se convirtió lentamente en nuestro principal objetivo. Era la fuente que daba vida a toda la parroquia.

Mi primer año como párroco lo pasé ahí predicando y enseñando sobre la naturaleza de la Iglesia y lo que significa ser discípulo y evangelizar. Luego empezamos a evangelizar. Usamos el método Alfa de evangelización.

Jesús dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres” (ver Mateo 4, 19). Tenemos que ser una Iglesia que sale a pescar, pero la mayoría de las parroquias no se dedican a “pescar” fieles. Si pescamos algo, probablemente es porque el pez nadó hasta el muelle y saltó dentro del bote. La mayoría de las parroquias dicen: “Eso es asombroso, ahí hay un pez. Inscribámoslo en el Rito de Iniciación Cristiana para Adultos (RICA).” Pero en realidad no salimos a pescar deliberadamente. Alfa es una “caña de pescar”, una forma de proclamar el Evangelio a personas que todavía no están conectadas con la Iglesia. Los feligreses invitan a otras personas a venir a la parroquia. Debido a que tenemos una cultura de invitación, más de la mitad de los participantes en Alfa son personas que no asisten a la iglesia.

Cuando anunciamos el método Alfa y citamos testimonios en nuestras publicaciones y a veces después de la homilía, la cultura de la parroquia ha empezado a cambiar. Comenzamos a celebrar algo distinto, no solo los sacramentos, sino también la conversión.

La evangelización antes de los sacramentos. Cuando llegué a San Benito, había una increíble disminución en el registro de catequesis para el año siguiente al que los niños hacían su Primera Comunión. Teníamos un sistema enorme en el cual la mitad de las familias no asistían a Misa. No era sorpresa el que las aulas de la escuela dominical tuvieran tan pocos alumnos.

Con el apoyo del obispo, dejamos de lado las clases y los sacramentos basados en la edad, pues queríamos celebrar los sacramentos después de que la gente fuera evangelizada. ¿Cómo medíamos esto? En vez del curso de Confirmación, por ejemplo, teníamos un grupo de jóvenes y participación en Misa. Si una persona quería confirmarse, podía hablar con el líder del grupo de jóvenes y podríamos ofrecerle sesiones especiales para prepararlo.

La Iglesia: muerte y resurrección. Creo que el Señor nos está preparando para ser una Iglesia que pueda llevar su mensaje al mundo al que debemos llevarlo. La gente tiene hambre de significado, de amor y de Dios. Muchas personas buscan la Iglesia y no ven que esta tenga algo que ofrecerles. Pero yo creo que la respuesta para su anhelo es Jesucristo, que nos lleva al Padre a través del poder del Espíritu Santo. Pero, ¿cómo logramos que la gente vea eso? La clave es vivir la teología en la práctica; no simplemente enseñarla.

La Iglesia está pasando por un proceso de muerte y resurrección. Es el misterio pascual: morir y resucitar. Hay aspectos en ella que están muriendo, literalmente, frente a nuestros propios ojos; pero hay algo nuevo que está renaciendo. Estuve recientemente en Suiza, donde solamente el cuatro por ciento de los católicos realmente asisten a la iglesia y la vida parroquial ha dejado de ser vibrante. Pero conocí a varios cientos de jóvenes católicos que están de verdad entusiasmados con su fe; jóvenes que son maduros y apasionados. ¡Es un impresionante signo de esperanza!

Mucho se está derrumbando debido a los cambios revolucionarios habidos en nuestra cultura, y sin embargo hay algo nuevo que está renaciendo, y hay diversas razones para tener esperanza. No nos aferremos a un modelo de parroquia que se está desmoronando y hundiendo; más bien, seamos parte de lo que Dios está haciendo para construir algo nuevo.

Transcripción editada de una entrevista extensa que el padre James Mallon concedió a La Palabra Entre Nosotros. Para saber más cómo equipar a su parroquia a fin de que adopte el modelo de misión, visite el sitio web divinerenovation.net.

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