La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Junio 2019 Edición

Una iglesia de puertas abiertas

El Quinto Encuentro de Pastoral Hispana en los Estados Unidos

Por: Mons. Mario Dorsonville

Una iglesia de puertas abiertas: El Quinto Encuentro de Pastoral Hispana en los Estados Unidos by Mons. Mario Dorsonville

El Santo Padre el Papa Francisco nos ha invitado a ser una Iglesia en salida, y nos ha instado a que no nos instalemos o nos encerremos en nosotros mismos, pues el salir nos da vida y nos hace discípulos misioneros del amor de Dios. Este ha sido el génesis del Quinto Encuentro de Pastoral Hispana celebrado en el mes de septiembre de 2018 en Grapevine, Texas, con la asistencia de más de 3.000 líderes, que representaron a sus parroquias y diócesis a nivel nacional y con cientos de sacerdotes y religiosas. También, por primera vez, se contó con una nutrida participación de obispos norteamericanos.

Iglesia joven con rostro hispano. Ante todo, el Quinto Encuentro nos hizo reflexionar a todos en que la demografía de nuestra Iglesia ha cambiado radicalmente. Si en la década de los años ochenta, la población católica de los Estados Unidos era del 10%, después de casi 30 años podemos asegurar que esta población ha crecido y hoy es la mitad de la Iglesia Católica de nuestra nación, con la particularidad de que esta comunidad hispana católica es muy joven: 6 de cada 10 católicos menores de 30 años son hispanos-latinos.

Sin embargo, la gran preocupación del Quinto Encuentro Nacional y la recomendación emanada de él fue la de capacitar y formar a los líderes de nuestras parroquias, puesto que a ellos les compete la educación religiosa y la transmisión de la fe a los niños y jóvenes que asegurarán el presente y el futuro de nuestra Iglesia.

Desafortunadamente, los jóvenes se encuentran “presos” de la tecnología y de los teléfonos móviles, que propagan en sus mentes, como si fueran fuerzas absolutas, la secularización, el consumismo y la superficialidad de la vida humana. Les alejan de los valores evangélicos y les condenan a vivir en un individualismo incapaz de asumir ningún compromiso.

La Iglesia en los Estados Unidos ha de constituirse en una Iglesia de puertas abiertas, en donde los inmigrantes y refugiados encuentren una mano amiga, una mano amable que les hable de la presencia y el amor de Dios en sus diarias tribulaciones. La Iglesia debe ser abogada de los indefensos y proclamadora del respeto a la dignidad de la persona humana. La Iglesia en este sentido se entiende en una dimensión de servicio y de amor al más necesitado, dimensión que encuentra una gran resonancia en el corazón de nuestros jóvenes. Ellos desean ser interpelados por el amor al otro y ser invitados al servicio y al encuentro con el más necesitado.

Esa experiencia de servicio y solidaridad les lleva a una experiencia auténtica de las enseñanzas de Jesús en su Evangelio. Es claro afirmar que los jóvenes encuentran su religiosidad en la práctica de la caridad, pues cuando se asocian en grupo es cuando entienden el mensaje de Cristo y se acercan a él.

Vocación de familia. Durante la realización de Encuentro, otro punto de gran énfasis en las homilías, charlas y mensajes de los conferencistas fue el de poner gran énfasis en la vocación que cada miembro de la Iglesia tiene respecto a formar una familia, como también en el fomento y la protección de la familia como célula fundamental de la Iglesia y de la sociedad. La Iglesia es familia de familias y ésta se enriquece por la presencia de las familias y la participación de ellas en la vida sacramental.

La educación de los hijos y las hijas en el hogar respecto a la vida de oración, el conocimiento de Dios, la hermosura de la fe y el servicio al prójimo son tareas que deben asumir los padres de familia. La educación de la fe de los hijos no es tan solo una responsabilidad de la catequesis, la parroquia o de la escuela, sino que compete más que nada a los padres de familia, que han de empezar a educar a sus hijos en la fe desde los primeros años. Asimismo, los padres y los abuelos, mediante sus palabras, testimonios de vida y su ejemplo, siempre serán instrumentos de Dios muy importantes en la formación espiritual de todos los miembros de la familia.

Renovación parroquial. Necesitamos parroquias renovadas. Ya son 5,000 las parroquias que hay a lo largo y ancho de la nación que sirven a las comunidades hispanas y latinas. Estas parroquias deben estar abiertas a los movimientos laicales, los cuales, a su vez, las enriquecen y las dinamizan. Los laicos son el futuro de la Iglesia y su participación a todo nivel debe ser una experiencia de crecimiento en todo lo que compete a la misión evangelizadora de la Iglesia de Cristo aquí en la tierra.

La celebración del Quinto Encuentro, con su lema “Discípulos Misioneros, Testigos del Amor de Dios”, fue y continuará siendo un momento de reflexión acerca de la tarea que, en las próximas décadas de este nuevo siglo, la Iglesia en los Estados Unidos está llamada a desarrollar. Las cruces que representan los momentos difíciles por los que atraviesan millones de inmigrantes en esta nación se constituyen en una oportunidad singular para todos y cada uno de nosotros de acompañar al que no tiene ni rostro ni voz.

¿Qué nos pide el Señor? Rescatar la dignidad de la persona humana y abogar por un sistema migratorio en justicia para más de diez millones de inmigrantes es la invitación que la totalidad del Liderazgo Hispano Católico pronunció e invitó a asumir con gran convicción y compromiso. Somos una Iglesia en salida hacia las periferias y debemos prepararnos para responder a los retos que una sociedad secularizada representa para las nuevas generaciones; debemos continuar proclamando el amor de Dios como redención que en la Cruz derramó la salvación de la humanidad en un solo sacrificio.

Sea Nuestra Señora, María de Guadalupe, quien continúe intercediendo y acompañando el desarrollo y la vida de la Comunidad Hispana Católica de los Estados Unidos. A imagen de su testimonio y amor a la voluntad de Dios, seamos nosotros todos esos instrumentos de la acción del Espíritu Santo, quien renueva y fortifica nuestra voluntad de abrazar la santidad de vida, para continuar dando lo mejor de nosotros a quienes encontremos en el camino que como discípulos misioneros estamos enviados a recorrer.

Monseñor Mario E. Dorsonville es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Washington.

Comentarios