¡Valora tu dignidad!
Examen de conciencia para Cuaresma

Cuando fuimos bautizados, fuimos revestidos de blanco como un “signo externo” de nuestra “dignidad cristiana”. También fuimos llamados a conservarla “sin mancha hasta la vida eterna” (ritual del Bautismo). Todos sabemos lo difícil que puede ser mantener ese “vestido” sin la mancha del pecado, ¡y Jesús también lo sabe! Esa es la razón por la cual nos ha dado el Sacramento de la Reconciliación, en el que podemos depositar todos nuestros pecados a los pies de Jesús y recibir su misericordia sanadora de un modo especial.
El siguiente examen de conciencia está basado en las palabras de San Pablo que meditamos en nuestros artículos de la sección del frente: “Y Dios es el que a nosotros y ustedes nos ha afirmado al unirnos con Cristo, y nos ha consagrado. Nos ha marcado con su sello, y ha puesto en nuestro corazón el Espíritu Santo como garantía de lo que vamos a recibir” (2 Corintios 1, 21-22). Esperamos que este examen te ayude a prepararte para la Confesión con un espíritu de humildad y confianza en la misericordia de Dios. Pidamos al Señor que nos conceda atesorar la gran dignidad que él nos ha dado, y que este sacramento nos ayude a preservar esa dignidad en todo lo que hacemos.
El que a nosotros y a ustedes nos ha afirmado al unirnos a Cristo… es Dios. Jesús es mi seguridad, el único que puede darme total confianza y esperanza para mi vida.
- Señor, te pido que me muestres formas en que he puesto mi esperanza en el dinero, mi posición social, mi trabajo o en algún otro “falso dios” en lugar de ponerla en ti.
- ¿Me ha conducido mi deseo por este falso y efímero sentido de seguridad a desobedecer alguno de tus mandamientos? Especialmente tu mandamiento de amarte con todo el corazón y de amar a mi prójimo como a mí mismo.
El que… nos ha consagrado…. es Dios. Cuando fui bautizado, fui ungido con el santo crisma. Fui apartado para Cristo de un modo especial.
- Señor Jesús, te pido que me ayudes a ver si he vivido de un modo que no esté “apartado” para ti. Te pido que me muestres las formas en que no te he honrado con mi forma de hablar o no he reflejado mi amor con mis acciones.
- ¿De qué manera no he tratado a otras personas con la dignidad y el honor que se merecen como hijos ungidos de Dios?
Es el que… ha puesto en nuestro corazón el Espíritu Santo como garantía. El Espíritu Santo nos ofrece destellos del cielo en la oración, en la Misa, en la belleza de la creación, y en las personas que nos rodean. Nos muestra que el cielo es nuestro verdadero hogar.
- Señor, ¿de qué manera he justificado mi pecado en lugar de vivir con la esperanza del cielo? ¿Cómo he aceptado la filosofía mundana que dice: “¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!” (1 Corintios 15, 32)?
- ¿Cómo he optado por vivir como si perteneciera a este mundo y no te perteneciera a ti, Señor? ¿He sido reacio a compartir la buena noticia de nuestra salvación con las personas que me rodean?
“Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todos mis pecados. He decidido hacer el mal en lugar del bien, he pecado contra ti a quien debería amar sobre todas las cosas. Decido firmemente, con tu ayuda, hacer penitencia, no pecar más y evitar cualquier cosa que me conduzca al pecado. Nuestro Salvador Jesucristo sufrió y murió por nosotros. En su nombre, Dios mío, ten misericordia.”
Comentarios
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