La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Cuaresma 2015 Edición

Una Iglesia inmigrante

La Iglesia Católica en su dimensión social

Una Iglesia inmigrante: La Iglesia Católica en su dimensión social

“La misión de la Iglesia está entendida y definida bajo una triple acción: Proclamar la Palabra de Dios, celebrar sus sacramentos y ejercer el ministerio de la caridad” (S. S. Papa Emérito Benedicto XVI).

La inmigración es uno de los temas más importantes en las últimas décadas. Es importante resaltar que de los 7.000 millones de habitantes que tiene la población mundial, sólo 232 millones son inmigrantes (Departamento de Economía y Asuntos Sociales de la ONU, 2013). Es decir, sólo el 3% de la humanidad se ha visto obligada a salir o huir de sus tierras natales, en busca de oportunidades que les permitan tener una mejor calidad de vida, alcanzar la paz o lograr algún medio para tratar de satisfacer las necesidades de la familia que dejan atrás, en el país de origen.

Por eso, cuando se habla de inmigración, se debe pensar ante todo en un acto de amor, que conlleva un gran sacrificio, puesto que esta experiencia es muy difícil cuando se tiene que afrontar una vida en soledad, en el anonimato y, desafortunadamente, muchas veces en el miedo y la frustración.

¿Qué implica la inmigración? Los inmigrantes casi siempre deben enfrentarse a otra cultura, muchas veces hostil, en un sistema de vida totalmente diferente, en donde encuentran un idioma generalmente desconocido, un clima diferente y costumbres ignoradas aun en el campo laboral, que crean constantes barreras que casi siempre parecen imposibles de franquear.

Como si esto ya no fuese en sí mismo un infortunio, la inmigración puede ser también el camino fácil para que en muchos casos los abusos y el tráfico humano se hagan presentes en la vida de quienes deben salir de sus hogares y familias obligados por las circunstancias.

Sería impensable que, ante esta situación tan delicada y con potencial para llevar a situaciones inhumanas, la Iglesia permaneciera indiferente y no viera en esta tragedia humana una gran oportunidad de servir y ejercitar el mandamiento del amor al prójimo, que Jesús nos recuerda en cada letra de su Evangelio.

El Centro Católico Hispano. Bajo la acción del Espíritu Santo y convencida de la misión de evangelizar con obras de amor y servicio a los más necesitados, la Arquidiócesis de Washington abrió, en 1967, un sitio de atención para quienes venían como inmigrantes buscando una oportunidad de trabajo, aprendizaje y superación personal. Así nació el Centro Católico Hispano, en donde las primeras generaciones de inmigrantes pudieron encontrar un apoyo para que sus expectativas de un mejor futuro y el deseo de radicarse en esta nación —de encontrar verdaderos amigos que fueran una familia en la fe— motivados por la necesidad de aprender una nueva lengua y comenzar a entender y participar de la cultura y la sociedad de esta gran Nación no fuesen un sueño frustrado sino una realidad.

El Centro Católico Hispano, por su acción y aciertos en la vida de los inmigrantes, se convirtió en el decano del servicio a los inmigrantes en el Área Metropolitana de Washington. Durante estos más de 47 años de labores sociales, el Centro ha servido a más de un millón de inmigrantes, muchos de los cuales hoy son miembros honorables y productivos de la comunidad y generadores de oportunidades y servicios para otros tantos que continúan llegando con el deseo de progresar y continuar construyendo esta nación tan grande y diversa.

La comunidad inmigrante en el Área Metropolitana de Washington es el reflejo de lo que se podría considerar como una de las capitales del mundo con identidad multicultural y ampliamente diversificada en su etnia. Por tanto, el Centro Católico Hispano encuentra el sentido de su misión en el significado mismo de su nombre, porque “católico” significa “universal” y el servicio y la atención social se ofrecen a todas las personas y familias que llegan a nuestras puertas sin distinción de raza, lengua, religión u origen social. En los últimos años, el Centro Católico Hispano ha servido a personas procedentes de más de setenta naciones.

Variedad de servicios. La salud es un campo de gran importancia para quienes deben trabajar día a día para salir adelante. El inmigrante vino a esta nación a trabajar, y perder su salud sería un camino directo a la indigencia. Por eso, es muy importante continuar fortaleciendo los esfuerzos que se hagan por mantener un servicio de salud integral, que comprenda a la persona en su totalidad: salud física, dental y mental. Para ello, el Centro Católico de Caridades Católicas, otra agencia que también pertenece a la Arquidiócesis de Washington, cuenta con cuatro clínicas (dos médicas y dos dentales), y también dispone de medios para atender a personas que necesitan ayuda para su salud mental. Además, existe una red de más de 250 especialistas que atienden gratuitamente a personas que necesitan una cirugía pero sin tener acceso a atención médica.

Otro de los servicios integrales que se prestan a los inmigrantes es la capacitación a nivel personal. La gran mayoría de ellos necesita aprender el idioma, recibir entrenamiento a nivel laboral y consejería para la superación personal y para poder navegar por el sistema, como también conocer la importancia del ahorro. Son estos servicios ayudas de vital importancia para quienes recién llegan a esta nación. El Centro ha constatado que una persona que puede presentar un diploma o certificado de capacitación en un campo laboral determinado puede obtener un mejor salario laboral.

Asimismo, se ofrecen sesiones de información para guiar a los inmigrantes que reúnen los requisitos a solicitar la legalización de su condición migratoria en el país, lo cual conlleva una serie de documentos y trámites que no son fáciles de completar sin ayuda. De una manera especial, es importante advertir que los inmigrantes que inician estos trámites deben cuidarse de personas inescrupulosas que buscan explotarlos prometiéndoles conseguir algo que ellos mismo saben que no va a ser factible de conseguir, exigiéndoles el pago de elevadas sumas de dinero y muchas veces poniéndoles en peligro de deportación.

La Iglesia no es promotora tan sólo de una acción social en pro de los necesitados, porque su acción está enraizada en su propio ser, es la misión que resulta de la profesión de la fe en Dios y es la confirmación del compromiso de una vida cristiana, siempre entendida como una vida de preferencia por los más postergados, siempre descubriendo en el rostro del necesitado, del inmigrante o del enfermo el rostro de Jesús (v. Mateo 25, 31-46).

El aporte de los inmigrantes. Por la experiencia que los años de trabajo me han dado en Caridades Católicas y en el Centro Católico Hispano, debo una vez más confirmar que nuestra nación está bendecida por la ola de inmigrantes que traen consigo la fe católica. Son ellos un nuevo amanecer para la Iglesia Católica en los Estados Unidos y llegarán a ser, muy probablemente en un futuro no muy lejano, una mayoría en el país.

Por esto, recibirlos, ayudarles e integrarles a esta nueva experiencia de vida es confirmarles en la fe de que Jesús está presente y actuante en sus vidas. Su lealtad y gratitud a la Iglesia que les dio la fe estará comprometida para los años venideros, a la vez que veremos su generosidad siempre presente en lo poco o mucho que cada uno pueda contribuir.

El Centro, para muchos de ellos, es su hogar, puesto que representa la presencia de la Iglesia que les vio crecer en su país de origen y que hoy les acompaña en esta nación extranjera, no tan sólo para ayudarles a cargar su cruz, sino también para alimentar y fortalecerles en el crecimiento de su fe.

Los inmigrantes nos enseñan a un Dios crucificado y angustiado, nos cuestionan en todo lo que puede traer seguridad en nuestra frágil existencia y nos hacen ver claramente que este mundo es relativo para lo que nos espera después de esta vida. Por tanto, debemos continuar construyendo y promoviendo, dentro de nuestra Iglesia, un liderazgo que esté atento a abrazar a aquella persona desconocida que llega tocando a la puerta, que le da tiempo para escuchar sus penas y sufrimientos y los medios para aligerar el gran peso de las tragedias que muchas veces agobian a quien, por las dificultades de la vida, ha tenido que tomar el duro camino de ser un inmigrante.

Su Santidad el Papa Francisco, el año pasado, en una de sus visitas pastorales, refiriéndose a la apertura que la Iglesia debe tener hacia los pobres, nos recuerda que cuando somos generosos al recibir y dar la bienvenida al pobre y al forastero, y cuando compartimos con ellos y les amamos, nosotros mismos ya no permanecemos pobres, sino que por el contrario, somos enriquecidos.

El financiamiento necesario y los donantes. Los programas médicos y sociales que ofrece el Centro Católico de Caridades Católicas se han podido ofrecer durante estos casi 50 años gracias al apoyo generoso de la Arquidiócesis de Washington, que anualmente destina fondos recaudados mediante la Colecta anual del Cardenal. También son muchas las fundaciones privadas que por años han aportado recursos y patrocinado la misión del Centro y Caridades Católicas, así como los donantes particulares, que hacen mes tras mes, año tras año, su generosa contribución económica para hacer realidad este importante servicio humanitario.

Quienes se sientan movidos por el Espíritu Santo a contribuir a esta laudable misión con su aportación en efectivo, pueden visitar el sitio virtual www.catholiccharitiesdc.org y hacer una donación. El Señor les recompensará con creces en bienes espirituales y materiales. Para más información también se puede contactar a la señorita Carmen Joya, al teléfono 202-772-4334. 

El Rev. Mario E. Dorsonville es Vicepresidente de Misión y Servicio al Inmigrante, de Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Washington.

Comentarios