El mundo quedó atónito el 13 de mayo de 1981 cuando el Papa San Juan Pablo II fue víctima de un intento de asesinato en la Plaza de San Pedro en la Ciudad del Vaticano. El ataque fue recibido con indignación y condena por parte de los líderes de todo el mundo, pero también con promesas de oración por el Papa. Muchos comentaristas de los canales de noticias se centraron en cuestiones generales como el terrorismo internacional y la violencia armada. Pero cuando pusieron su atención en el atacante —Mehmet Ali Ağca— se centraron en sus crímenes del pasado, sus posibles vínculos con una organización terrorista turca y los supuestos motivos del atentado.