La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Pascua 2025 Edición

Testigos de la resurrección

Los apóstoles nos enseñan a perseverar en la fe

Por: el Padre Mike Schmitz

Testigos de la resurrección: Los apóstoles nos enseñan a perseverar en la fe by el Padre Mike Schmitz

Debido a la pandemia, muchos de nosotros llegamos a comprender mejor que hay cosas reales en este mundo que pueden terminar con nuestra vida. Y no solo eso, sino que muchas personas no solo estaban muriendo, sino que estaban muriendo solas, y eso es algo que puede provocarnos todavía más temor.

En cierto modo, es bueno pensar en esto mientras celebramos la Pascua porque hay “una cosa que lo cambia todo”, incluyendo la forma en que enfrentamos todo lo que nos genera miedo, por ejemplo, una pandemia. Y esa cosa es la resurrección de Jesús. Hasta el momento en que resucita, Jesús puede resultar interesante pero ser ignorado; incluso puedes verlo como un gran maestro o alguien que realizaba curaciones maravillosas. Tú puedes tener una opinión sobre él. Puedes decir algo así: “Bueno, me alegra si te él te agrada; esa es tu verdad.” Pero o la resurrección sucedió o no; o es verdadera o es falsa, no puede ser ambas.

La resurrección es un hecho histórico. La razón principal por la que yo soy un cristiano católico es porque el cristianismo está cimentado en la historia, en los hechos; no en filosofías u opiniones o sentimientos. En una de las lecturas de la Misa del domingo de Pascua, San Pedro proclama: “Nosotros somos testigos de cuanto [Jesús] hizo” (Hechos 10, 39). Junto con los otros apóstoles, Pedro declara ser un testigo vivo. Es más, algunos eruditos dicen que el primer credo cristiano en el que se proclama la resurrección de Jesús data de los meses siguientes a esa primera Pascua. No fueron décadas más tarde, ni siglos más tarde, sino que en los siguientes meses ya los cristianos proclamaban que Jesús estuvo muerto pero que había resucitado.

Testigos imperfectos y perseverantes. Pero, ¿quiénes son estos testigos, estos discípulos de Jesús? Ciertamente no eran perfectos. Entre ellos estaban Tomás el incrédulo, Santiago y Juan los ambiciosos, Pedro el que lo negó y el resto de los apóstoles, que desertaron. También estaba María Magdalena, que en algún momento estuvo poseída por siete demonios. Piensa en esto: la primera persona en encontrarse con el Señor resucitado, la “apóstol de los apóstoles”, fue una mujer que antes estuvo poseída. Si la resurrección fuera simplemente una historia inventada, no se podría afirmar que la primer testigo del evento clave de este relato fuera una mujer, mucho menos una con el pasado de María. En el tiempo de los apóstoles, las mujeres no tenían ninguna influencia, autoridad ni poder. Entonces, ¿qué motivo tendrían los apóstoles para inventar algo así? ¡Lo dirían únicamente si así fue exactamente como sucedió!

En el Evangelio según San Mateo, los sumos sacerdotes les dijeron a los soldados romanos que estaban cuidando el sepulcro de Jesús: “Digan que… los discípulos de Jesús… se robaron el cuerpo” (ver Mateo 28, 11-15). Si ellos tuvieron que inventar algo así quiere decir que realmente había un sepulcro vacío: no había cuerpo. Si el sepulcro estaba vacío, ¿cómo se vació? Bueno, tal vez los discípulos sí se robaron el cuerpo de Jesús. Eso es posible y razonable, excepto por esta verdad: la resurrección. Cada uno de los discípulos, incluyendo aquellos que huyeron aquel viernes, fueron unánimes, unificados e inequívocos sobre la verdad central de que Jesús estuvo muerto, pero que ahora está vivo. Esta es la fe que profesaron; esta es la verdad que profesaron.

Pero tal vez los apóstoles estaban mintiendo. De hecho, existe un corolario moderno al respecto. Charles Colson era asesor del presidente Richard Nixon y estuvo involucrado en el escándalo “Watergate”. Colson una vez dijo que había una docena de hombres muy poderosos y exitosos que sabían del robo de los documentos y lo habían encubierto. Cuando comenzaron los interrogatorios, estos doce hombres se dijeron unos a otros: “Nunca vamos a quebrarnos, no vamos a decirle a nadie nada sobre esto.” Pero en las siguientes dos semanas, cada uno de ellos confesó. Años más tarde, después de haberse convertido al cristianismo, Colson dijo: “En marzo de 1973, comprendí lo confiables que fueron los apóstoles, porque ellos no se quebraron.”

Profesar y perseverar. Verás, una cosa es profesar la fe pero otra muy distinta es perseverar en la fe. Los apóstoles hicieron ambas cosas. Profesaron la verdad de la resurrección, la cosa que lo cambia todo. Y, ¿qué obtuvieron a cambio? Persecución, tortura, incluso el martirio. Pero no se quebraron; perseveraron y se mantuvieron firmes hasta el final.

Aquí es donde esto se vuelve personal para nosotros. Porque si Jesús resucitó de entre los muertos, entonces esto no solo cambia lo que hacemos en la Misa de Pascua. No solo cambia lo que hacemos todos los domingos en la mañana. Cambia toda nuestra vida, y eso no es fácil. Por eso es que una cosa es profesar la fe y otra es perseverar en la fe. Porque llegará el día en que desearemos que la resurrección de Jesús no fuera cierta, ¡porque cambia demasiadas cosas!

Trabajo con estudiantes universitarios, muchos de los cuales fueron criados como católicos. Pero vienen a la universidad y piensan: “Ahora que estoy lejos de casa, tengo esta oportunidad de vivir como quiera. No tengo que ir a la iglesia, no tengo que rezar, no tengo que obedecer todos estos mandamientos.” En realidad están diciendo: “Puedo vivir como si la resurrección de Jesús no fuera cierta.” Todos enfrentan la diferencia entre profesar la fe y perseverar en la fe.

Lo mismo sucede con los que están en el mundo. Tenemos que trabajar muy duro y hay demasiado que hacer en casa. Somos responsables por tantas cosas y llevamos sobre nuestros hombros demasiadas cargas. Y a veces decimos: “Simplemente quisiera que Jesús no hiciera tanta diferencia en mi vida; tengo demasiadas cosas que hacer.” Pero hay algunas verdades que demandan algo de nosotros, y la resurrección es una de ellas y es la única cosa que lo cambia todo.

¡Sigue siendo verdad! Incluso ahora, en un tiempo en que tantas personas están sufriendo, cuando tantos se sienten inseguros y temerosos y cuando muchos sufren una pérdida, la resurrección sigue siendo cierta. Si perdiste tu trabajo, la resurrección sigue siendo cierta. Si estás aislado y te sientes muy solo, la resurrección sigue siendo cierta. Si estás enfermo o un ser querido ha muerto, la resurrección sigue siendo cierta. Esta es la fe que profesamos y en la que perseveramos.

Los apóstoles —esos primeros testigos— todos tuvieron la oportunidad de retractarse, pero no lo hicieron. Fueron unánimes, unidos e inequívocos en proclamar, profesar y perseverar en la verdad de la resurrección de Jesús. Y todos murieron; de hecho, todos y cada uno de ellos murió solo. En este momento puedes sentirte solo, abandonado o incomprendido; y es muy doloroso. Pero esa es la razón por la cual profesamos nuestra fe el domingo de Pascua, para que al día siguiente podamos perseverar.

La verdad única y central. En la Vigilia Pascual, bendecimos el agua y luego la rociamos mientras profesamos nuestra fe en el Credo. La profesamos como una verdad para que podamos perseverar en ella al día siguiente. Porque si la resurrección de Jesús es cierta, entonces muchas otras cosas lo son.

Si la resurrección es verdad, entonces también es verdad que Dios conoce tu nombre. Si la resurrección es verdad, entonces también lo es que Dios no se ha olvidado de ti. Si la resurrección es verdad, entonces también es verdad que Jesús estableció la Iglesia como tu hogar, en el que tienes una familia en la fe, aun cuando te sientas solo. Si la resurrección es verdad, entonces también es verdad que, en la Eucaristía, Jesús nos ha dado su Cuerpo y Sangre, su Alma y Divinidad. Incluso si ahora no puedes recibir la Eucaristía, sigue siendo verdad.

Es más, si la resurrección es verdad, entonces también es verdad que Jesús les dio a sus apóstoles y a sus sucesores y a todos los sacerdotes en comunión con ellos la capacidad de perdonar pecados en su nombre. Eso significa que no tienes que estar atado por el pecado o el temor; no tienes que estar solo. Incluso el mayor temor de todos —la muerte— e incluso el mayor temor dentro de ese temor —morir solo— ha sido transformado también.

Si Jesús venció a la muerte, entonces puede vencer la muerte en ti. Y si Jesús prometió que nunca nos abandonaría, entonces nadie que le pertenezca muere solo. Ya no hay nada que temer, solo una fe que profesar y en la cual seguimos perseverando.

Jesucristo ha vencido a la muerte, y esta es verdaderamente la única cosa que lo cambia todo.

Comentarios

Debido a un error en Facebook no nos es posible moderar apropiadamente los comentarios. Por este motivo, hemos decidido remover los comentarios hasta que podamos encontrar una solución apropiada. Gracias por su comprensión.