La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Febrero 2023 Edición

Solo un uno por ciento

El poder del principio de unificación

Por: El padre Mike Schmitz

Solo un uno por ciento: El poder del principio de unificación by El padre Mike Schmitz

¿Sabías que solamente el ocho por ciento de las personas que se proponen resoluciones para el año nuevo las cumplen? De hecho, ¡la mayoría de las personas se da por vencida alrededor del 12 de enero! La razón no es que sobreestimemos nuestras metas o nuestros sueños. Sino que subestimamos el impacto que tienen nuestras decisiones diarias y pequeñas. Y cuando lo hacemos, también subestimamos lo que Dios puede hacer en nuestra vida. Así que en este mes deseo que nos preguntemos qué cosas podríamos estar subestimando.

"No basta…” Hace unos años leí un artículo sobre el equipo olímpico de ciclismo británico. ¡Este equipo era terrible! Durante más de ciento diez años, ningún ciclista de Gran Bretaña había ganado el Tour de Francia. Los fabricantes europeos de bicicletas no les permitían que utilizaran sus bicicletas porque se sentían muy avergonzados de estar asociados con ellos.

Pero en el año 2003, el equipo contrató a un nuevo entrenador llamado Dave Brailsford. Todos pensaron que este equipo sería igual de malo en las competencias de ciclismo, pero Brailsford se negó a subestimarlos. Él creía que ellos tenían el potencial de llegar más lejos de lo que los demás creían que podían llegar. Así que les dijo: “Debido a que ustedes tienen el potencial de ser mejores, ustedes deben ser mejores.”

Creo que Dios quiere decirnos algo parecido, y creo que lo dice en el capítulo 49 de Isaías. Permíteme darte algo de contexto. Después del reinado del rey Salomón, el reino de Israel se dividió en diez tribus en el Norte y dos tribus en el Sur. Luego los asirios llegaron y destruyeron a las diez tribus del norte. Pero Isaías llegó a decirles a quienes quedaban en el reino del norte que ellos restaurarían Israel. Sin embargo Isaías fue un poco más allá y les dijo: “No basta que seas mi siervo solo para restablecer las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo haré que seas la luz de las naciones para que lleves mi salvación hasta las partes más lejanas de la tierra” (Isaías 49, 6). Básicamente les dijo que ellos habían subestimado lo que Dios podía hacer en ellos y por medio de ellos.

Esta es nuestra historia. Creo que muchos de nosotros hemos subestimado nuestro rol en el plan de Dios, y debido a ello hemos subestimado lo que Dios necesita que seamos.

Algunos de ustedes podrían pensar: “Un momento, yo ya estoy abrumado con muchas cosas, ¿y ahora me estás diciendo que ni siquiera soy quien debo ser?” Podríamos estar cansados de tratar de ser perfectos en todo. Sentimos que debemos ser un buen hijo o una buena hija. Tenemos que ser un buen hermano o una buena hermana. Debemos ser un buen discípulo de Jesús, un buen esposo o una buena esposa y un buen amigo o amiga. Y terminamos sintiéndonos como si estuviéramos yendo en muchas direcciones. Pero, ¿qué pasaría si estableciéramos un principio de unificación que pudiera atar todos esos distintos hilos que parecen dividir los acontecimientos y las etapas de nuestra vida? ¿Qué sucedería si no subestimáramos el poder de este propósito unificado en nuestra vida?

“He venido… para que. . .” Juan el Bautista es un ejemplo excelente de alguien que vivió bajo un principio de unificación. Dios lo llamó a ser el profeta más grande de todos los tiempos, ¡y esa es una muy buena razón por la cual vivir! Entonces, ¿cómo cumplió con su llamado sin desmoronarse por las demandas de esa increíble función? Presta atención a lo que él dice.

“He venido bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel lo conozca” (Juan 1, 31). Esta oración dice mucho. Es como si Juan estuviera diciendo: “La razón por la cual mis padres no pudieron concebir un hijo hasta que los dos estuvieron ancianos, la razón por la cual un ángel se le apareció a mi padre en el templo, la razón por la cual he vivido en el desierto toda mi vida, la razón por la cual no he comido nada más que miel y saltamontes y me he vestido con pelo de camello y la razón por la cual bautizo a la gente es para que Jesús sea conocido por todos. Todo lo que ha sucedido en mi vida está unido bajo este principio de unificación: Que la gente conozca a Jesús.”

Lo mismo sucede con nosotros. Podrías no saber todo lo que Dios desea que hagas, pero si vives según el principio de unificación de conocer a Jesús y darlo a conocer, no hay forma en que puedas fallar en convertirte en esa clase de persona que Dios quiere que seas.

Juan entregó su vida por esto. ¿Cómo lo hizo? Un momento a la vez, una decisión a la vez. No fue en las grandes cosas o en los grandes momentos; fue en los pequeños momentos. Piensa en cualquier pareja que se ama y que tú conozcas. Ellos entregan toda su vida el uno al otro y lo hacen un momento a la vez, una decisión a la vez. Piensa en cualquier persona que haya hecho algo increíble. ¿Cómo entregó toda su vida a esa pasión o ese proyecto? Lo hizo un momento a la vez, una decisión a la vez.

“Reconstruye mi Iglesia.” Los santos no se hacen en los momentos grandes de la vida. Los santos simplemente son personas que no subestimaron lo que Dios les estaba pidiendo que fueran. Ellos no subestimaron el poder del principio de unificación. Se negaron a subestimar el impacto de las pequeñas decisiones y en su lugar simplemente hicieron lo que debían hacer.

Todos conocemos a San Francisco de Asís. Cuando tenía alrededor de veinte años, se convirtió al cristianismo y entonces todo en su vida quedó atado por el principio de unificación de conocer a Jesús y proclamarlo a los demás. Pero él no sabía cómo hacer esto.

Un día, mientras rezaba enfrente de un crucifijo, el crucifijo le habló. La imagen de Jesús en la cruz le dijo: “Francisco, reconstruye mi Iglesia, ¿no ves que está en ruinas?” En ese tiempo la Iglesia católica experimentaba muchísima corrupción, pero San Francisco no se dirigió inmediatamente a Roma a decir: “Aquí estoy para arreglar las cosas”. Por el contrario, miró a su alrededor y vio que la capilla en la cual estaba rezando estaba en ruinas. Así que puso una piedra sobre otra y literalmente reconstruyó la capilla. Fue con el paso del tiempo que comprendió que Dios lo estaba llamando a promover una renovación en toda la Iglesia. Pero lo primero que hizo fue la pequeña cosa que estaba justo delante de él.

El poder de los pequeños cambios. Dave Brailsford, el entrenador del equipo británico de ciclismo, se negó a subestimar el poder de las cosas pequeñas. Cuando se convirtió en entrenador en 2003, él tenía un principio de unificación: Convertir a su equipo en el mejor equipo de ciclismo del mundo. Él no despidió a los miembros del equipo para buscar nuevos atletas. Solamente convirtió a esos atletas mediocres en grandes atletas. ¿Cómo lo hizo? Poniendo como meta que cada día fueran un uno por ciento mejores.

El equipo comenzó con las cosas obvias. Ajustaron la altura y el ángulo de los asientos de sus bicicletas para obtener la máxima potencia de salida. Comenzaron a utilizar pantalonetas térmicas para mantener los músculos a una temperatura adecuada. Utilizaron túneles de viento y experimentaron con distintas telas para los uniformes. Llevaron a un médico que les enseñara cuál era la mejor forma de lavarse las manos para prevenir enfermedades. Experimentaron con distintos tipos de almohadas para cada ciclista para encontrar cuál almohada maximizaba el descanso que tenían. Pintaron de blanco el interior de la buseta del equipo de forma que pudieran encontrar cualquier suciedad que pudiera entrar en los engranajes de las bicicletas.

Cinco años después, compitieron en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 y ganaron el sesenta por ciento de las medallas de oro en ciclismo. Cuatro años más tarde en Londres, establecieron nueve récords olímpicos nuevos y siete récords mundiales. Entre el 2007 y 2017, ganaron ciento setenta y ocho campeonatos mundiales y sesenta y seis medallas olímpicas y paralímpicas.

Este es el poder de los pequeños cambios.

¡No subestimes! ¿Cómo podrías hacer un cambio de un uno por ciento en tu vida? Es algo simple. Por ejemplo, los atletas acomodan su uniforme antes de irse a la cama para que ya todo esté listo para hacer ejercicios cuando se levanten. Si tu principio de unificación es conocer a Jesús y que otros lo conozcan, quizá puedes dejar a mano tu Biblia y tu diario de oración en la noche para que estén ahí, listos para ti cuando te levantes. O quizá cada vez que tu reloj marca la hora, puedes rezar un Padre Nuestro o recitar un versículo de la Escritura o reflexionar sobre Jesús durante diez segundos.

No hace mucho me encontraba en un aeropuerto y no llevaba mi vestimenta clerical. Estaba trabajando en mi computadora y en la parte de atrás de la computadora tenía una calcamonía que decía: “Vine, vi y amé”. La persona que estaba sentada a mi lado vio la calcamonía y me preguntó: “¿De qué se trata eso?” Así que durante los siguientes veinte minutos le hablé de lo que yo hacía y de la verdad de que Dios tiene un plan para su vida.

No podemos subestimar el poder de los pequeños pasos que damos porque eso es lo que ha convertido a los atletas mediocres en atletas olímpicos. Es lo que ha hecho santas a personas comunes. Si Dios ha hecho eso con atletas mediocres y personas comunes, ¡imagina lo que puede hacer contigo si te niegas a subestimar lo que él puede hacer!

Los artículos de este mes fueron escritos por el padre Mike Schmitz, director de los ministerios para jóvenes y adultos jóvenes de la diócesis de Duluth. Su libro, A World Undone, está disponible en wau.org. (solamente en inglés)

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