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Enero 2017 Edición

Ser instrumentos de misericordia

En medio de la algarabía, los jóvenes peregrinos procuran entender la misericordia

Por: William Bornhoft

Ser instrumentos de misericordia: En medio de la algarabía, los jóvenes peregrinos procuran entender la misericordia by William Bornhoft

“Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.” (Mateo 5, 7). Si usted logró ver los innumerables mensajes enviados por los peregrinos a través de SnapChat, Twitter y Facebook, sabe que la Jornada Mundial de la Juventud fue como una fiesta gigante.

Pero detrás de la atmósfera festiva, los peregrinos estaban recibiendo lecciones reales sobre la misericordia de Dios, y sobre cómo todos podemos ser instrumentos del perdón y el amor de Dios, aun cuando esto sea difícil.

“Misericordia” —el tema oficial de la Jornada Mundial de la Juventud de 2016— no fue simplemente una palabra de moda en Cracovia; fue una virtud que se exploró y se puso en práctica, y fue asimismo el centro de todas las catequesis o sesiones de enseñanza que recibieron los peregrinos de la Jornada.

Misericordia: una respuesta a la violencia. Una joven peregrina de los Estados Unidos me contó que se sintió inspirada por una sesión de catequesis a la que asistió en la Jornada basada en la tragedia sucedida unos días antes en Francia.

La sesión fue dirigida por un obispo francés, quien tuvo la excepcional oportunidad de mostrar lo que a veces implica “ser misericordioso”. Su mensaje fue una respuesta al horrible asesinato de un sacerdote de 86 años, el padre Jacques Hamel, cometido en una iglesia francesa mientras millones de peregrinos iban llegando a Cracovia para la Jornada.

Lo extraordinario fue que en lugar de dejarse llevar por la cólera que sin duda causaba la tragedia ocurrida en su país, una emoción por la cual no muchos lo hubieran reprochado, el obispo enseñó que aun los asesinos del sacerdote merecían la misericordia de Dios.

Añadió que, así como nosotros somos receptores de la misericordia del Señor, también estamos llamados a ser instrumentos de misericordia para otros, incluso aquellos que parecen haber perdido el rumbo siguiendo el camino del mal. El obispo animó a los jóvenes peregrinos que escuchaban la catequesis a no reaccionar ante los actos de violencia irracional promoviendo más violencia. Explicó que, en cambio, es preciso orar por aquellos que cometen maldades horribles para que un día lleguen a experimentar la misericordia de Dios. Es decir, que somos nosotros los que debemos llevarles a ellos la misericordia de Dios.

Así fue que en el lapso de unas pocas horas, los peregrinos pudieron presenciar un ejemplo de la vida real de que la radical misericordia de Dios es extensiva a todos, sin limitaciones.

Una santa para la misericordia. Durante la semana que duró la Jornada Mundial de la Juventud, los peregrinos tuvieron la oportunidad de conocer a otro venerable instrumento de la misericordia de Dios: Santa Faustina Kowalska.

El Santuario de la Divina Misericordia, donde se encuentra expuesta la tumba de Santa Faustina, se ubica solamente a veinte minutos en tranvía desde la plaza principal de la ciudad. A principios del siglo XX, Santa Faustina tuvo apariciones de Jesucristo que la inspiraron a promover lo que ahora conocemos como la devoción a la Divina Misericordia en la Iglesia. Ella le pidió a un artista que pintara la imagen del Señor que le vino en una visión, la cual ha sido conocida como la imagen de Jesús Misericordioso.

En la pintura se ve al Señor Jesús de pie con la mano alzada en actitud de bendición y con dos rayos de luz, uno rojo y uno blanco, que irradian desde su corazón. De acuerdo al Diario de Santa Faustina, Dios le dijo: “Deseo que esta imagen sea venerada, primero en tu capilla y luego en el mundo entero.”

Conforme yo caminaba hacia la Capilla de la Divina Misericordia, varios grupos de jóvenes, donde había peregrinos de Francia, México y las Filipinas, iban rezando la Coronilla de la Divina Misericordia con los libritos de oración de la Jornada Mundial de la Juventud. Todos iban orando y repetían al unísono: “Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.”

Al entrar los diversos grupos en la Capilla de la Divina Misericordia, se iba haciendo un completo silencio. Los peregrinos se alineaban para venerar una reliquia de Santa Faustina, antes de detenerse a contemplar la imagen de Jesús Misericordioso. Un grupo tuvo que apretujarse en un estrecho cerca de la capilla para arrodillarse en actitud de reverencia y orar. A pesar de que el tiempo que tenía la mayoría de los peregrinos para observar y venerar la imagen de la Divina Misericordia era breve, apenas unos treinta segundos antes de que se les solicitara que siguieran avanzando, ellos se retiraban felices, bendecidos e inspirados.

Dispuestos a recibir misericordia. No lejos de la capilla se sitúa el “Valle de la Misericordia”, una explanada en la que había unos 50 confesionarios para los peregrinos que quisieran hacer un acto de reconciliación y recibir el Sacramento de la Confesión.

Un peregrino con quien conversé en un suburbio de Varsovia me dijo que Polonia es un país especialmente devoto al Sacramento de la Reconciliación y que los católicos practicantes se confiesan allí al menos una vez al mes, pero a menudo lo hacen con más frecuencia. Se ve, pues, claramente que el mensaje difundido por Santa Faustina para que el mundo recibiera la misericordia de Dios no ha caído en oídos sordos en su propio país natal.

Un sacerdote argentino que tiene experiencia en escuchar confesiones en múltiples idiomas me dijo que todas las personas se confiesan de manera diferente. Algunos van al grano enunciando sus pecados según una lista ordenada. Otros desean explicar más sus situaciones y ofrecen todo el contexto posible acerca de sus tentaciones. No existe una forma precisa en la que uno deba confesarse, señaló el sacerdote, pero lo más importante es que la persona reconozca abiertamente sus faltas y confiese sus pecados con honestidad, porque es preciso estar bien dispuesto para recibir la misericordia de Dios.

En Cracovia, en medio del júbilo de las celebraciones, los peregrinos quisieron dedicar el breve tiempo que tenían disponible en esta ciudad para experimentar la misericordia de Dios y prepararse para ser portadores de esa misericordia y llevarla al mundo una vez que regresaran a sus países.

William Bornhoft es un periodista de Minneapolis, Minnesota, que estuvo presente en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia.

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