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Adviento 2011 Edición

San Nicolás de Myrao San Nicolás de Bari, Obispo

Un santo conocido por sus obras milagrosas

San Nicolás de Myrao San Nicolás de Bari, Obispo: Un santo conocido por sus obras milagrosas

¿Quién fue San Nicolás? En el mes de diciembre los cristianos veneran a San Nicolás de Myra, también conocido como San Nicolás de Bari, apodado “el Taumaturgo” u “Obrador de Milagros.”

En la época moderna, la figura del santo ha ido perdiendo actualidad ante la propagación, prin­cipalmente con sentido cultural y comercial, del personaje imaginario llamado Santa Claus o Papá Noel. Nicolás nació en Pátara de Licia, una antigua provincia romana de cul­ tura griega situada en lo que hoy es la costa sur de Turquía. Fue hijo único de padres piadosos y acaudalados, Teófano y Nona, quienes prometie­ ron dedicarlo a Dios y lo criaron como cristiano devoto.

Cuando Nicolás era todavía joven, sus padres atendían a los moribundos que eran víctimas de una gran epide­ mia que diezmaba la región; por eso, ellos también se contagiaron y falle­ cieron, quedando él heredero de una inmensa fortuna. Pronto se dio cuenta Nicolás de que los bienes de esta tie­ rra no hacen la felicidad y se dedicó a ayudar a todos los necesitados. Las palabras de Jesús “anda y vende todo lo que tienes y da el dinero a los pobres” le impresionaron mucho y marcaron el rumbo de su vida.

Sacerdote y obispo. Al perder a sus padres, un tío suyo, que era obispo, viendo la fe de Nicolás, se preocupó de él, lo apadrinó y lo ordenó sacer­dote. Pero aquella vida tampoco llenó sus aspiraciones espirituales; deci­dió abandonar el mundo y se retiró a un monasterio para llevar una vida de oración y sacrificio, sólo entregado a Dios.

Se encontraba en este remanso de paz cuando murió su tío, el Obispo de Myra, y los ojos del clero y del pueblo se posaron en Nicolás. Pensando que Dios debía revelar quién sería el nuevo obispo y no los hombres, uno de los obispos mayores tuvo una visión de un Hombre de vestiduras resplan­decientes que le dijo que el primero que llegara esa noche a la iglesia sería el nuevo obispo y que se llama­ría Nicolás. El obispo fue a la iglesia por la noche a esperar. Nicolás siem­pre llegaba muy temprano y cuando entró, el obispo le preguntó: “¿Cómo te llamas, hijo?” El elegido de Dios contestó: “Me llamo Nicolás, señor, a su servicio.” Y fue consagrado obispo.

Muy a pesar suyo, hubo de aban­donar su retiro en el monasterio para dedicarse al apostolado de la dióce­sis. La gobernó con gran prudencia y sabiduría y, sobre todo, con enorme caridad. No había pobre que acudiera a su casa que no encontrase atención y ayuda en sus necesidades.

Durante la persecución de los cristianos en el Imperio Romano, ordenada por el emperador Diocleciano (284-305), el obispo Nicolás fue encarcelado junto a otros cristianos por negarse a rendir culto a los ídolos. En la cárcel confortaba y exhortaba a sus compañeros de pri­sión a soportar con paciencia y fe las cadenas, los castigos y las torturas.

Cuando el nuevo emperador Cons­tantino se convirtió al cristianismo, Nicolás fue liberado y devuelto a su congregación, que lo recibió con gran júbilo y gratitud como guía e interce­sor. Cuando salió de la cárcel, tenía la barba crecida y blanca y llevaba vesti­duras rojas, que lo distinguían como obispo. Con todo, los largos años de cárcel no lograron disminuir su bon-dad y su buen humor

Después de su liberación, Nicolás asistió al Concilio de Nicea en el año 325, donde se condenó la herejía arriana, que ponía en duda la divi­nidad de Jesucristo, y se instituyó el Credo de Nicea, que hoy rezamos en las misas dominicales en muchos países.

En el siglo VI, el emperador Jus­tiniano construyó una iglesia en su honor en Constantinopla. Su popularidad en esa ciudad (hoy día Estambul) se propagó por toda la cristiandad. Fue nombrado patrono de Rusia y, gracias a los zares, su devo­ción aumentó hasta tener más iglesias dedicadas a su nombre en Rusia que ningún otro santo fuera de la Virgen María.

La caridad en acción. Durante los siglos se han contado muchas his­torias y leyendas acerca de la vida y los hechos de San Nicolás, que nos ayudan a conocer su carácter extraor­dinario y por qué es tan querido y venerado como protector y auxiliador de los pequeños y los necesitados.

Como muestra, se cuenta la histo­ria de un comerciante fracasado, que lo había perdido todo y que tenía tres hijas. En aquel tiempo, el padre tenía que darle una “dote” a cada hija, es decir, una parte de su herencia para que encontrara un marido. Si no tenía dote, era difícil que una joven se casara. El comerciante angustiado, sin tener dote que darles a sus hijas ni cómo mantenerlas, pensaba que ten­dría que entregarlas a la prostitución.

San Nicolás supo de sus planes y decidió salvarlos. Se acercó sigilo­samente por la noche a la casa del comerciante arruinado y lanzó por la ventana una bolsita con monedas de oro. Cuando el hombre encontró el dinero, pudo financiar la dote para casar a su hija mayor. Poco tiempo después, el santo lanzó una segunda bolsita con monedas de oro y con este dinero el comerciante casó a su segunda hija. Pero cuando el santo se aprestaba a lanzar la tercera bol­sita para la hija menor, el comerciante lo estaba esperando y, arrodillándose delante de San Nicolás, le agradeció llorando por haber salvado a su fami­lia del tremendo pecado y deshonor.

Se cuenta también que, cuando el santo tiró las bolsitas, éstas entraron por una ventana abierta y una cayó dentro de unas medias colgadas y otra en unos zapatos puestos a secar cerca del fuego de la chimenea. Esto llevó a por la costumbre de que los niños cuelgan medias o ponen zapatos para esperar los regalos navideños de San Nicolás.

También se relata que el santo liberó de la muerte a tres jóvenes que habían sido injustamente condenados el gobernador del lugar, que había sido sobornado. El santo se acercó decididamente al verdugo, le quitó la espada, que ya tenía suspendida sobre las cabezas de los condenados, y denunció al gobernador por su mal­dad. Finalmente, éste se arrepintió y pidió el perdón. Por esto, se considera que San Nicolás es el patrón y protec­tor de los jóvenes.

En una ocasión, Nicolás deci­dió hacer una peregrinación a Tierra Santa. El viaje en el barco fue tranquilo, pero el santo supo por revelación divina que se levantaría una tormenta terrible y así se lo dijo a sus compañeros de viaje. Nicolás permaneció tranquilo y se dedicó a orar fervientemente. Los marine­ros, aterrorizados, se asombraron sobremanera cuando Nicolás tomó el timón y de repente se calmaron el viento y las olas, y todos se salva­ron. Por esto se considera también que San Nicolás es el patrón de los marineros y los viajeros. Estos rela­tos propagaron la devoción al santo en muchos países europeos.

La tradición presenta muchos otros hechos milagrosos supues­tamente hechos por el santo o por intercesión suya.

Muerte del santo. San Nicolás murió el 6 de diciembre del año 343 en la ciudad de Myra y fue sepul­tado en su iglesia catedral. Sobre su tumba se formó una singular sustan­cia líquida, que según se decía tenía poderes curativos y esto fomentó una gran devoción a Nicolás.

Cuando el Zar Vladimir I de Rusia fue bautizado en Constantinopla, llevó las historias y la devoción a San Nicolás a su patria, donde llegó a ser el santo más querido. Tales fueron el cariño y la veneración de los fieles que se construyeron más de 2.000 igle­sias dedicadas a él, entre ellas, 300 en Bélgica, 34 en Roma, 23 en los Países Bajos y más de 400 en Inglaterra.

La tumba de San Nicolás en Myra pasó a ser un lugar de peregrina­ ción muy visitado. En Myra se decía que “el venerable cuerpo del obispo, embalsamado en el aceite de la vir­ tud, sudaba una suave mirra que le preservaba de la corrupción y curaba a los enfermos, para gloria de aquél que había glorificado a Jesucristo, nuestro verdadero Dios”.

Pero a causa de las muchas guerras y los frecuentes ataques de los musul­manes que se sucedían en la región, algunos cristianos temieron que no pudieran volver a visitar la tumba, por lo que decidieron trasladar sus res­tos a otra ciudad. En la primavera de 1087, unos marineros italianos logra­ron llevarse las reliquias del Santo a Bari, un puerto situado en la costa del sudeste de Italia, donde se construyó una iglesia impresionante.

El santuario de San Nicolás en Bari llegó a ser uno de los grandes centros de peregrinación en Europa desde la época medieval, donde aún se conser­van sus reliquias. El fenómeno de la mirra no se interrumpió con el tras­lado de los restos, y, según se dice, la sustancia aceitosa conocida como el “maná de San Nicolás”, dice aún brota milagrosamente de su cuerpo y tiene propiedades medicinales.

Durante los siglos y según diversas tradiciones, se han mantenido vigentes las historias de la bondad y la generosidad de San Nicolás, espe­cialmente en Europa, cuyo día es el 6 de diciembre. En Alemania y Polonia, los muchachos se vestían como obis­pos y pedían limosna para los pobres. En Holanda y Bélgica, se decía que San Nicolás llegaba en barco y mon­taba en un caballo blanco para hacer sus recorridos dando regalos.

Santa Claus o Papá Noel. Más tarde, cuando los holandeses colo­nizaron la “Nueva Amsterdam” (la actual Isla de Manhattan, en Nueva York), erigieron una imagen de San Nicolás (Sinterklaas, en holandés; Sant Nikolaus, en alemán), e hicie­ron todo lo posible para mantener su culto y sus tradiciones en el Nuevo Mundo, donde adoptó el nombre de Santa Claus.

Lamentablemente, el Santa Claus moderno no es más que un perso­naje ficticio. La mitra de obispo fue remplazada por el hoy famoso gorro rojo, su cruz pectoral desapareció por completo, y su residencia se mudó de Turquía al Polo Norte, desde donde se dice que se transporta en un tri­neo arrastrado por venados.

Además, con el nombre de Santa Claus, San Nicolás ha dejado de ser un héroe netamente cristiano, y se ha convertido más bien en un emblema puramente cultural y festivo, com­pletamente ajeno al Nacimiento del Niño Jesús, que es realmente la razón de toda la celebración navideña.

Quiera el Señor que los padres católicos se preocupen de enseñar a sus hijos la verdadera historia de San Nicolás, un santo obispo católico, que fue y sigue siendo un instru­mento de Dios para traer regalos a los niños buenos.

El ejemplo de San Nicolás nos enseña también a ser generosos, dar a los que no tienen y hacerlo con dis­creción, con un profundo amor al prójimo. Nos enseña a estar pendien­tes de las necesidades de los demás, salir de nuestro egoísmo, ser genero­sos no sólo con nuestros bienes, sino también con nuestra persona y nues­tro tiempo.

“Imploramos, Señor Jesucristo, tu misericordia y te suplicamos, por la intercesión de tu obispo San Nicolás, que nos protejas de todos los peli­gros para que caminemos seguros por la senda de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.”

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