La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Abril/Mayo 2010 Edición

Lo Ordinario Se Hace Extraordinario

El milagro de la Pascua llega a nuestros hogares

Lo Ordinario Se Hace Extraordinario: El milagro de la Pascua llega a nuestros hogares

Ya sea que las parejas casadas se den cuenta o no, la mayoría de ellas tienen planes y sueños que desean se hagan realidad: Quieren ser felices y tener hijos, trabajar con dedicación y tener buenos amigos. Del mismo modo, los padres de familia tienen grandes aspiraciones para sus hijos, tales como, darles una buena educación, ver que ellos cultiven las virtudes y lleguen a ser personas de bien.

Pero el mensaje de la Pascua dice que aquello a lo que deben aspirar las parejas casadas por encima de todo es aprender a vivir a la luz del poder del Espíritu Santo y ser buenos testigos del Evangelio, primero para sus propios hijos y luego para los demás, e incluso llegar hasta "los confines de la tierra" (Hechos 1,8).

Si imitamos a los primeros creyentes, nosotros también podemos hacer que el milagro de la Pascua sea el propósito principal de nuestras familias. Tal vez no pensemos que es posible, pero eso no quita que todos aprendamos a llevar el mensaje de la resurrección a nuestros hogares. En efecto, todos podemos ver que el poder del Evangelio transforma los matrimonios, instruye a nuestros hijos y toca el corazón de quienes nos rodean. Para ilustrar esta afirmación, analizaremos ?los ejemplos de tres familias ordinarias que figuran en el Nuevo Testamento, cuyas experiencias de vida cambiaron cuando se llenaron del Espíritu Santo.

Hechos 10: El sueño de un soldado se hace realidad. Cornelio, comandante en el ejército romano, estaba destinado al puerto de Cesarea. Él y su familia eran devotos y amaban a Dios; aunque eran gentiles simpatizaban con la ley de los judíos, oraban en familia a menudo y daban dinero a los pobres. Cornelio trataba con respeto a sus soldados y por eso se había ganado el aprecio de muchos de ellos. En realidad, parecía que Cornelio tenía una familia modelo, pero lo que Dios quería darle era mucho ?más valioso.

Cornelio vivía en Cesarea y el apóstol Pedro estaba en Jope, es decir, a unas 30 millas de distancia y jamás se habían conocido, pero ambos sintieron que Dios los llamaba a algo importante. Así fue como Pedro emprendió los dos días de camino para ir a casa de Cornelio, mientras éste se dedicaba a reunir a cuantos familiares y amigos podía encontrar para reunirse en su casa. Cuando Pedro llegó, comenzó a hablarles acerca de Jesús, pero antes de que pudiera invitarlos a aceptar su mensaje, el Espíritu Santo se derramó sobre los presentes y todos se convirtieron. ¡Qué sorpresa les dio el Espíritu Santo y qué magnífico fue el don de Dios!

Hechos 12: Otra María. El nombre María es el que más aparece en el Nuevo Testamento. Aparte de la bienaventurada Virgen María, tenemos a varias otra Marías, como la hermana de Marta de Betania, María Magdalena, la madre de Santiago y José y la esposa de Cleofás. Luego hubo otra María, la madre de Juan Marcos, el discípulo que según la tradición escribió el segundo Evangelio. Esta María, que también era tía del apóstol Bernabé, probablemente viuda y de vida acomodada, fue una figura influyente en la iglesia primitiva. Tenía casa propia en Jerusalén y con frecuencia recibía a los cristianos para celebrar la Eucaristía y compartir cenas comunitarias. De hecho, es posible que su casa haya sido el lugar donde principalmente se reunía la Iglesia en Jerusalén.

El relato de cuando el apóstol Pedro fue milagrosamente liberado de la cárcel nos ayuda a percibir algo de lo valiente que era María. Los cristianos estaban bajo persecución, el apóstol Santiago había sido martirizado y Pedro estaba preso esperando un juicio que seguramente terminaría en sentencia de muerte. Pero la noche anterior a su comparecencia ante el juez, Pedro fue liberado sobrenaturalmente por un ángel y en seguida se dirigió a la casa de María, donde muchos de los creyentes estaban reunidos orando por él. Pese a los peligros obvios, María quería que la Iglesia se mantuviera unida, por eso no dudó en arriesgar su condición social, su reputación, sus bienes e incluso su vida, por amor al Señor y a su pueblo.

Juan Marcos, el hijo de María, fue un gran evangelista y sin duda ella influyó mucho en el desarrollo personal y espiritual de su hijo. Marcos era joven, pero de seguro ella lo alentaba a acompañar a San Pablo en su primer viaje misionero, y lo más probable es que lo haya apoyado cuando inesperadamente decidió abandonar a Pablo y Bernabé en mitad del viaje ?(Hechos 13,13).

Hechos 18: Priscila y Aquila. Cuando San Pablo trabajaba en Corinto, conoció a un matrimonio cristiano (Aquila y Priscila), que fabricaba tiendas de campaña, lo mismo que él, por lo que, al parecer, se asociaron para vender sus productos. Aunque no hay constancia clara de que Priscila y Aquila hayan sido ya cristianos cuando conocieron a Pablo, es probable que el testimonio del apóstol les haya impresionado mucho y los haya unido con él. De hecho, pocos años más tarde, Priscila y Aquila acompañaron a Pablo en un viaje misionero. Después de pasar un tiempo juntos en Éfeso, Pablo continuó viaje, pero Aquila y Priscila se quedaron para ayudar a dirigir la flamante iglesia.

En Éfeso, Priscila y Aquila escucharon que un hombre bien educado y elocuente llamado Apolo predicaba sobre Jesús. En los Hechos vemos que si bien Apolo sabía mucho acerca de Jesús y de sus enseñanzas, algo faltaba en su predicación. Por ejemplo, sólo conocía el bautismo de Juan y no hablaba de la promesa de Jesús de bautizar a sus seguidores con el Espíritu Santo; por eso, lo invitaron a reunirse con ellos.

Aunque probablemente no eran tan educados como Apolo, Priscila y Aquila compartieron con él más acerca del "camino del Señor", probablemente hablando acerca del poder de la resurrección y del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, cosas que Apolo no había llegado a conocer. Esta pareja de fieles aportaron el ingrediente que faltaba en el ministerio de aquel misionero y juntos formaron la Iglesia en Éfeso y la bendijeron.

Gente ordinaria con anhelos extraordinarios. Cuando las parejas casadas tratan de llevar a Jesús a sus hogares, las cosas que suceden son buenas. Ninguno de nosotros debería pensar que es incapaz de hacer lo mismo, porque las personas de quienes hemos hablado aquí no tenían nada de extraordinario, pero dejaron atrás su vida de egoísmo y pecado y se dedicaron a orar, vivir santamente y llevar la presencia de Dios a sus hogares.

Cornelio no sabía que el Señor, por haber resucitado, podía infundirle poder para que él y su familia llevaran una vida de pureza y santidad. Se había preocupado de enseñarles a sus hijos a creer en Dios e iba con su familia a la sinagoga para unirse a las oraciones del judaísmo; les había enseñado el valor de dar a los necesitados y respetar a los demás, y hacía todo lo posible para que la vida familiar fuera agradable a Dios, y el Señor bendijo sus esfuerzos; lo bendijo por lo que él y su familia habían aprendido y usó a San Pedro para llevarlos a una fe mucho más completa.

Lo mismo sucede con nosotros; debemos creer que Dios bendice nuestros esfuerzos y quiere bendecir nuestras oraciones y lo que damos a los pobres, tal como sucedió con Cornelio. Sí, efectivamente, es cierto que el Señor quiere hacer milagros incluso en nuestros hogares, tal como lo prometió: "Crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán" (Marcos 11,24).

Lo que Dios nos pide es que nuestras familias sean hospitalarias, generosas y valientes, como la de María la madre de Marcos, especialmente en el mundo de hoy. María quería que su casa fuera un lugar donde el pueblo de Dios pudiera congregarse; también quería que su hijo llegara a conocer, amar y servir a Jesús por encima de todo. Así pues, mucho es lo que podemos aprender de la doble misión que María cumplía en su vida: su profunda dedicación a la Iglesia y su deseo de formar a su hijo en la fe en Cristo. ¡Claro que nosotros podemos hacer lo mismo y es beneficioso para nuestros hijos! No sólo eso; es algo necesario en el mundo actual. Esta María es un modelo especial para las madres de hoy, que aman al Señor y a la Iglesia. Ella también tuvo que afrontar el difícil deber de criar sola a su hijo como cristiano en un mundo anticristiano.

En su carta a los Romanos, San Pablo dice que Prisca (Priscila) y Aquila "pusieron en peligro su propia vida por salvar la mía" (Romanos 16,3-4). Ahora bien, si estos fieles cristianos no se hubieran quedado en Éfeso ayudando a la comunidad, ¿dónde habría quedado esa iglesia? Supongamos que no hubieran invitado a Apolo a su casa y le hubieran enseñado acerca de la resurrección, ¿dónde habría quedado Apolo?

Con todas las divisiones que se ven en los matrimonios de hoy, Priscila y Aquila nos demuestran lo que significa amar y servir a Jesús como pareja casada: hicieron sacrificios por causa de la Iglesia y se prepararon para actuar siguiendo las mociones del Espíritu, y todo eso por el deseo de evangelizar a muchos más y edificar la Iglesia. El Señor sigue hasta ahora buscando parejas casadas que estén dispuestas a darle a Él el primer lugar en su vida y preferir los intereses de Dios antes que los propios o los del mundo.

Familias de Pascua para Cristo. El sentido esencial de la Pascua es que resucitemos con Jesús. Mientras más convencidos estemos de que la resurrección es el poder de Dios que necesitamos para llevar una vida parecida a la de Jesús, más le pediremos al Señor que nos conceda esta gracia. En su fundamento más profundo, la Pascua despierta en nuestro corazón el deseo de llevar una vida justa, santa y aceptable para Dios. San Lucas nos cuenta qué hacía la gente de la Pascua: "Todos los días enseñaban y anunciaban la buena noticia de Jesús el Mesías, tanto en el templo como por las casas" ?(Hechos 5,42).

Tal vez nosotros también podemos tomar la Pascua como un trampolín que nos ayude a saltar las barreras de la timidez o la separación y reunir a la familia para rezar el rosario una vez a la semana o leer la Biblia antes de la cena; tal vez podemos hacer algo para practicar la hospitalidad con nuestros amigos u ofrecer ayuda a algunas personas necesitadas. En realidad, no cuesta nada ir a confesarse o enseñarles algo de Jesús a nuestros hijos; lo que hace falta es un poquito de decisión y creatividad.

¿Quieres que la Pascua sea lo más importante en tu familia? ¿Quieres que en tu casa reine el gozo pascual? ¿Quieres que tus hijos amen a Jesús, sean generosos con los pobres y sirvan en la Iglesia? Entonces, decide hacer lo necesario para que tu familia llegue a conocer mejor a Jesús. En realidad, todo lo que tienes que hacer es orar más por tu familia y dejar el resto en las manos del Señor. Así lo hicieron los primeros discípulos y también podemos hacerlo nosotros. ¿Acaso no tenemos el mismo Espíritu Santo que ellos?

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