Experimentemos a Jesús resucit
Queridos hermanos:

¡Felices Pascuas de Resurrección! Para esta edición, me complace dar la bienvenida al Padre Mike Schmitz como autor invitado de nuestros artículos principales. En ellos, el Padre Mike proclama la verdad de la resurrección de Jesús y el efecto que puede tener en nuestra vida. Quisiera invitarlos a que, mientras meditamos en estos artículos, pensemos en los primeros testigos de la resurrección y en todo lo que ellos debieron soportar mientras anunciaban la buena noticia del evangelio.
Por ejemplo, pensemos en San Pedro y los demás apóstoles quienes fueron encarcelados y flagelados, y muchos de ellos martirizados (Hechos 5, 17-42). También en San Pablo, quien estuvo dispuesto a aceptar “cárceles… azotes [y] peligros de muerte” antes de sufrir el martirio (2 Corintios 11, 23; Biblia de Jerusalén). Para muchos otros la fe en Jesús significó el rechazo de sus familias, de sus vecinos y en sus sinagogas. Preguntémonos: “¿Por qué estaban ellos tan dispuestos a sufrir y morir?” La realidad es que ninguno de ellos se enriqueció por liderar esta nueva Iglesia ni gozaron del poder mundano.
Pero la razón por la cual estuvieron dispuestos a soportar todos estos sufrimientos es que fueron testigos de la resurrección de Jesús. María Magdalena anunció: “¡He visto al Señor!” (Juan 20, 18). San Juan escribió: “Les escribimos a ustedes acerca de aquello que… hemos oído y de lo que hemos visto… y lo hemos tocado con nuestras manos” (1 Juan 1, 1). Y con sus propios oídos, Santo Tomás escuchó a Jesús decirle: “¿Crees porque me has visto?” (Juan 20, 29). El encuentro que todos ellos tuvieron con el Señor resucitado provocó un cambio radical en sus vidas.
Si Jesús realmente resucitó de entre los muertos, entonces todo lo que enseñó debe ser cierto. Si derrotó a la muerte, entonces todas sus promesas deben ser dignas de confianza. Y esto es cierto no solo para los primeros creyentes, sino para todos nosotros. Como escribe el Padre Mike: “Si Jesús venció a la muerte, entonces puede vencer a la muerte en ti. Y si Jesús prometió que nunca nos abandonaría, entonces nadie que le pertenezca muere solo. Ya no hay nada que temer, solo una fe que profesar y en la cual seguimos perseverando.”
En su carta a los Colosenses, San Pablo les dijo que ellos podían ya experimentar el poder de la resurrección: “Al ser bautizados, ustedes fueron sepultados con Cristo, y fueron también resucitados con él, porque creyeron en el poder de Dios” (2, 12). A los efesios les dijo que Dios “nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús” (2, 6; NVI). De algún modo, que aún no podemos comprender, ya estamos sentados con Jesús en el trono de Dios.
Hermanos, la resurrección de Jesús es motivo de gran esperanza para todos nosotros. Es la promesa de que si perseveramos en la fe, un día nos reuniremos con nuestros seres queridos que ya se encuentran en la presencia del Señor. Durante este tiempo de gozo, permitamos que el Señor resucitado nos llene de esperanza diciéndonos: Dichoso tú, porque has creído aun sin haber visto.
María Vargas
Directora Editorial
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