La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Diciembre 2013 Edición

Examíname, oh Señor

Un examen de conciencia para el Adviento

Examíname, oh Señor: Un examen de conciencia para el Adviento

Es curioso ver que, por lo general, todos tendemos a fijarnos en las faltas de otras personas, pero no en las nuestras. Por suerte, Dios conoce esta tendencia de los humanos.

El Señor sabe que muchas veces necesitamos que otros nos ayuden a ver claramente lo que hacemos o lo que somos y por eso nos creó para vivir en comunidad y no como individuos aislados. Por eso también nos dio pautas de conducta, como los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña, que nos ayudan a darnos cuenta de lo que hacemos y ver en qué debemos cambiar. Esta es precisamente la razón por la cual vemos a tantos profetas en las Escrituras, porque Dios los envió para que ayudaran al pueblo a reconocer los pecados que todos cometían, con la esperanza de que se arrepintieran y volvieran a cumplir sus leyes.

Incluso ahora, en este tiempo del Adviento, Dios nos llama a todos con mucha paciencia, para lo cual sondea suavemente nuestro corazón y nos exhorta a renunciar a los pecados que bloquean nuestra comunión con él.

¿Cómo quiere el Señor que tú respondas a su llamada en este Adviento? Ahora no necesitamos a un profeta personal que nos ayude a prepararnos, porque de hecho, tú tienes al Espíritu Santo, que conoce tu corazón mucho mejor que tú mismo, que tu esposa o tu marido o que un consejero o director espiritual.

Por esto, cuando te prepares para la Confesión en este Adviento, procura obtener la perspectiva del Espíritu, pero no tengas temor: El Señor te brindará el equilibrio perfecto entre aliento y corrección. Más aún, tan pronto te arrepientas, el Señor te quitará la carga de tus pecados y te llenará de una nueva libertad y alegría.

“Señor, tú me has examinado y me conoces.” Salmo 139, 1

Abre tu corazón para que Dios lo vea y escudriñe tus pensamientos contigo. ¿Hay ocasiones en las que dudas de su bondad y su misericordia? ¿En las que te cuesta creer? ¿Piensas que tal vez el Señor quiera perdonar a otros, pero no a ti? Deja que él te ayude creer más en su amor y su bondad.

“No se inquieten por nada.” Filipenses 4, 6

A menudo nos ponemos tensos o nerviosos porque queremos controlar todo lo que suceda y no confiamos en el plan de Dios para nosotros. ¿Hay aspectos de tu vida que no has querido entregarle a Dios? ¿Crees que el Señor te ama mucho y sólo quiere el bien para ti? Cuando surgen las dificultades, ¿te dejas dominar por la preocupación? ¿Estás dispuesto a no ceder a la ansiedad, presentarle tus necesidades a Dios y tratar de agradecerle por todo lo que te ha dado? Este es el único modo de recibir “la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia” (Filipenses 4, 7).

“Velen… para que nadie sea como una planta amarga, que hace daño.” Hebreos 12, 15

¿Cómo son tus amistades? ¿Aprecias y respetas a las personas que viven o trabajan contigo? ¿Tienes mal carácter? ¿Guardas resentimientos? ¿Mantienes recuerdos amargos u ofensas que no has perdonado? Entrégaselos al Señor y deja que el Espíritu Santo te llene de compasión.

“La boca habla de lo que está lleno el corazón.” Lucas 6, 45

Las palabras son el fruto que brota de nuestros pensamientos. Cuando hablas, ¿faltas al amor y a la bondad? ¿Te has acostumbrado a expresarte con ironía y sarcasmo? ¿Caes en expresiones vulgares o injuriosas cuando te sientes frustrado o irritado? ¿Tiendes a criticar más que a alentar a los demás? Pídele al Señor que te ayude a cambiar tus pensamientos y a refrenarte a tiempo en lo que dices y como lo dices.

“No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.” Romanos 7, 19

¿En qué casos te parece que dejas de hacer el bien que realmente quieres hacer? ¿Has faltado a Misa el domingo o no has dedicado tiempo a la oración? ¿Has sido negligente en el cuidado de alguien o has engañado a alguna persona? ¿Usas los bienes que tienes como Dios quiere que los uses? ¿Te has dejado llevar por adicciones o malos hábitos?

No hay nada que escape a la gracia y la misericordia de Dios. En este Adviento, acércate al Sacramento de la Confesión con un corazón humilde y arrepentido, y cuando salgas del confesionario, siéntete cubierto por la misericordia con que Jesús te ha tratado, y repite en tu mente las palabras: “Estoy perdonado, estoy renovado, estoy listo para recibir al Señor cuando que venga.”

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