La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Adviento 2024 Edición

El viaje de la Sagrada Familia a Egipto

Un modelo para nuestro camino de fe

Por: Jeanne Kun

El viaje de la Sagrada Familia a Egipto: Un modelo para nuestro camino de fe by Jeanne Kun

El relato sobre la huida de José y María a Egipto con su bebé recién nacido para escapar de la ira del rey Herodes tiene mucho que enseñarnos sobre nuestro propio camino de fe.

Cuando ya los sabios se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José, y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate ahí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.” José se levantó, tomó al niño y a su madre, y salió con ellos de noche camino de Egipto, donde estuvieron hasta que murió Herodes. Esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi Hijo.”

Al darse cuenta Herodes de que aquellos sabios lo habían engañado, se llenó de ira y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo que vivían en Belén y sus alrededores, de acuerdo con el tiempo que le habían dicho los sabios. Así se cumplió lo escrito por el profeta Jeremías:

“Se oyó una voz en Ramá,
llantos y grandes lamentos.
Era Raquel, que lloraba por sus hijos
y no quería ser consolada
porque ya estaban muertos.”

Pero después que murió Herodes, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José, en Egipto, y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y regresa a Israel, porque ya han muerto los que querían matar al niño.” Entonces José se levantó y llevó al niño y a su madre a Israel. Pero cuando supo que Arquelao estaba gobernando en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá; y habiendo sido advertido en sueños por Dios, se dirigió a la región de Galilea. Al llegar, se fue a vivir al pueblo de Nazaret. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dijeron los profetas: que Jesús sería llamado nazareno. (Mateo 2, 13-23)

Camino al exilio. En este desconcertante relato, José y María tienen que tomar un camino que ellos no eligieron. Sin embargo, es el camino correcto, guiado por Dios para rescatar a su hijo del peligro.

José, visitado en sueños por un ángel, recibió la advertencia de tomar a su familia y huir para proteger al bebé del intento de Herodes de matarlo. Muchas otras veces antes, Egipto ya había sido un lugar de refugio para el pueblo de Dios (Génesis 12, 10; 46, 4; 1 Reyes 11, 40; Jeremías 26, 21). Ahora, por mandato de Dios, la asustada familia se dirige a esta tierra extranjera —quizás a la ciudad de Alejandría, donde se encontraba una numerosa colonia judía—y a un futuro incierto, dejando atrás todo lo que era conocido y querido para ellos.

La obediencia voluntaria y el servicio incuestionable son los secretos de la vida de José. Aunque no pronuncia ninguna palabra, estas son el claro mensaje que él nos dejó. María confió en el cuidado de su esposo, y en silencio lo siguió al exilio. ¡Qué rápido se cumplieron las palabras de Simeón de que el dolor traspasaría su alma!

Los padres primerizos pueden sentir empatía con esta difícil situación de la Sagrada Familia. En lugar de disfrutar del hogar que habían preparado con amor para su bebé, José y María se pusieron en camino, de noche y temiendo por la vida de su hijo. Esta familia que enfrentó una dificultad tan grave bien podría ser invocada como patrona de los millones de refugiados que viven en miseria y deben huir de la opresión política, el genocidio étnico, la guerra o el hambre. Antes de tener un verdadero hogar o conocer una patria, Dios en la tierra se convirtió en un “sin techo”, un desplazado.

Dios secará nuestras lágrimas. Herodes el Grande llevó a Judea cultura, prosperidad y magnificencia con su entusiasmo por construir grandes ciudades y fortalezas. Incluso reconstruyó el templo en Jerusalén. Sin embargo, su reinado de treinta y tres años fue de terror. Ejecutó a todo aquel que sospechara que era una amenaza para su poder, incluyendo a miembros de su familia (una de sus esposas y dos de sus hijos, según el historiador judío, Josefo). Con casi setenta años de edad cuando nació Jesús, Herodes no estaba preparado para entregar su reinado. Para él, matar a unos pocos niños en un “golpe preventivo” para proteger su trono fue un asunto menor.

Imagina cuánto dolor cargó con sigo María por el camino a Egipto —y durante su vida— sabiendo que niños inocentes habían sufrido el martirio por causa de su hijo.

San Mateo relaciona el dolor de las madres de Belén con el que experimentó Raquel, según lo describe por el profeta Jeremías. Raquel, la esposa del patriarca Jacob, lloró por sus “hijos”, las tribus de Israel que fueron llevadas al exilio en Babilonia (Jeremías 31, 15; Mateo 2, 18). La tradición judía ubica la tumba de Raquel ya sea cerca de las afueras de Belén, donde dio a luz a Benjamín y murió (Génesis 35, 16-20), o cerca de Ramá, en el territorio de Benjamín (1 Samuel 10, 2), una región que conoció la repetida devastación y el dolor a lo largo de la historia de Israel (Isaías 10, 29; Oseas 5, 8).

Frente a las horrorosas obras malignas del rey Herodes, solamente podemos confiar en Dios y consolarnos con sus promesas: “Aquí está el lugar donde Dios vive con [nosotros]… Secará todas [nuestras] lágrimas, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor…” (Apocalipsis 21, 3-4).

“Veinte siglos después, nos seguimos sintiendo angustiados cuando pensamos en la matanza de los bebés y de sus padres”, dijo el apologista católico Frank Sheed, quien escribió: “Para los bebés, la agonía pasó pronto; en el cielo llegarían a conocer a aquel por quien murieron para que se salvara, y por toda la eternidad tendrán esa gloria. Para los padres, el dolor debe haber durado más tiempo; pero al morir ellos también, deben haber descubierto que de un modo especial Dios estaba en deuda con ellos, ya que nunca había estado en deuda con nadie más. Ellos y sus hijos fueron los únicos que agonizaron con tal de salvarle la vida a Dios.” (Sheed, Conocer a Cristo)

El plan perfecto. Todas las escalas en el itinerario del Mesías que menciona San Mateo en este relato fueron planeadas y dirigidas por la voluntad de Dios. Nació en Belén para cumplir la profecía de Miqueas (5, 2) y luego vivió la siguiente etapa de su vida en Egipto. De esta forma, recordamos los acontecimientos del Éxodo, cuando otro rey cruel —el faraón de Egipto— ordenó la ejecución de todos los varones israelitas recién nacidos. Moisés se salvó por la providencia de Dios (Éxodo 1, 8-16. 22) y más adelante condujo a su pueblo fuera de Egipto. Ahora Jesús, librado también por la protección de Dios, se convertiría en el “nuevo Moisés” para traer liberación espiritual al pueblo de Dios. Al citar el texto “De Egipto llamé a mi Hijo” (Oseas 11, 1), Mateo identifica a Jesús como el Hijo de Dios y también sugiere que Jesús es la personificación del pueblo de Dios. Así como Dios sacó a Israel de Egipto para crear un pueblo especial para sí, de la misma forma sacó a Jesús de Egipto para llevarlo a la tierra de Israel y así crear un pueblo nuevo.

Finalmente, Jesús regresó a Nazaret en lo que se había convertido en un patrón familiar: por indicación del ángel en sueños a José. Así se cumplió otra profecía sobre el origen del Mesías y de su identidad: “Sería llamado nazareno”. El Papa Juan Pablo II reflexionó sobre estos años ocultos en su encíclica Redemptoris Mater: “Después de la muerte de Herodes, cuando la sagrada familia regresa a Nazaret, comienza el largo período de la vida oculta. La que “ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1, 45) vive cada día el contenido de estas palabras. Diariamente junto a ella está el Hijo a quien ha puesto por nombre Jesús. A lo largo de la vida oculta de Jesús en la casa de Nazaret, también la vida de María está “oculta con Cristo en Dios” (cf. Col 3, 3), por medio de la fe. Pues la fe es un contacto con el misterio de Dios. María está en contacto, constate y diariamente, con el misterio inefable de Dios que se ha hecho hombre” (17).

El viaje a Egipto y el retorno a Nazaret nos ofrecen una imagen de la vida de María y de José y de su hijo como un camino de fe, con su corazón firme en las promesas de Dios. Como nosotros mismos a menudo lo experimentamos, a veces es un camino difícil y duro, pero lo hacemos con un Guía seguro como nuestro compañero.

Jeanne Kun es autora de numerosos libros, artículos y estudios bíblicos y colaboró con La Palabra Entre Nosotros.

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