La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Febrero/Marzo 2025 Edición

El escándalo del evangelio

Queridos hermanos:

El escándalo del evangelio: Queridos hermanos:

Cuando José y María llevaron a Jesús al templo para presentarlo al Señor, conforme a lo que dictaba la ley de Moisés, se encontraron con Simeón, quien le dijo a María: “Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten. Él será una señal que muchos rechazarán, a fin de que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto” (Lucas 2, 34).

El pueblo de Israel había esperado al Mesías durante cuatrocientos años. Pero cuando Jesús llegó, en lugar de encontrarse con el ansiado guerrero que finalmente los liberaría del dominio de los romanos, el pueblo de Israel se encontró con un predicador y sanador. Y que, para hacer las cosas más difíciles, afirmaba que era el Hijo de Dios y que, por lo tanto, era igual a Dios.

Jesús dijo ser “la resurrección y la vida” y “el pan que da vida” (Juan 11, 25; 6, 48). Además afirmó: “El Hijo del hombre tiene autoridad… sobre el sábado” (Marcos 2, 28). Sus afirmaciones simplemente resultaron demasiado escandalosas, así que las autoridades religiosas judías decidieron deshacerse de él.

Sin embargo, nada de esto sorprendió a Jesús. Él ya sabía que sus palabras iban a resultar ofensivas. Sabía que ellos no aceptarían ni sus afirmaciones sobre sí mismo ni sus enseñanzas. Incluso sus propios apóstoles tuvieron dificultades, a veces, para aceptar sus palabras. Por esta razón fue que dijo: “¡Y dichoso aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo!” (Mateo 11, 6).

Durante este mes, hablaremos sobre las razones por las cuales la vida y las palabras de Jesús fueron tan escandalosas para las personas de su época. Pero también hablaremos de la “escandalosa” vida de discipulado que él nos ha invitado a vivir: el escándalo de entregar nuestra vida al servicio al Señor y a su pueblo. Y veremos cómo responder cuando las personas crean que estamos desperdiciando nuestra vida (ver Mateo 26, 8).

Todos experimentamos tiempos en los que podemos sentirnos escandalizados por algún aspecto de las enseñanzas de Jesús. Pero no permitamos que sean un tropiezo para nosotros. Al contrario, aprovechemos estos tiempos como oportunidades para volvernos al Señor. Veámoslos como la ocasión perfecta para acudir a Jesús con nuestro frasco de alabastro —nuestra vida, lo más costoso que tenemos— y derramar todo el perfume a sus pies.

Sin duda, las palabras de Jesús nos motivan a vivir para él y obedecerlo con mayor plenitud. Así que pidámosle que transforme nuestro corazón para que no nos tropecemos. Y si, por alguna razón, nos tropezamos y caemos, pidámosle que nos conceda la gracia de su Espíritu Santo para volvernos a él y proclamar: “Sí, Señor, yo creo. ¡Aumenta mi fe!”

María Vargas
Directora Editorial
editor@la-palabra.com

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