Del budismo al catolicismo
Jóvenes budistas se convierten y se hacen religiosas católicas
Por: Luis E. Quezada
En su noveno viaje apostólico, S.S. el Papa Francisco visitó Tailandia y Japón del 19 al 26 de noviembre de 2019. Allí se reunió con sacerdotes, religiosas y seminaristas, y pudo escuchar el testimonio personal de las comunidades católicas de esos lugares. Uno de esos testimonios, que fue de particular interés para el Santo Padre, fue el de una joven tailandesa que relató su conversión del budismo al catolicismo de la mano de la Virgen María, que también la encaminó hacia la vida religiosa.
Según informa vatican.va/news, la joven Tee (su nombre tailandés, posteriormente llamada Benedetta Donoran), nació en 1975 en una familia practicante de la religión budista, como el 95% de los tailandeses. Ellos creen que practicando las enseñanzas de Buda y haciendo el bien a los demás pueden encontrar una vida de libertad y llegar al cielo, donde recibirán una retribución.
Cuando el Santo Padre visitó la parroquia de San Pedro, en la ciudad capital de Bangkok, Benedetta tuvo la oportunidad de contarle que allí se bautizó en 2012 y que luego ingresó como postulante en la Congregación de las Misioneras de María, o “Hermanas Javerianas”, como también son conocidas. Pero ¿cómo fue su conversión?
Una educación católica. Benedetta cuenta, en sus propias palabras: “En mi niñez tuve la bendición de ir a la escuela de la Inmaculada Concepción de María en mi pueblo. Cuando tenía 15 años, algunas Hijas de la Caridad nos invitaron a ir a la Misa del domingo, a donde fui con unas amigas. Allí vi la estatua de una mujer.
“Yo no sabía quien era, pero me pareció hermosísima y me impresionó mucho porque me pareció que me miraba. Luego, me asusté al ver la imagen casi real de un hombre crucificado. Cuando supe que eran la Virgen María y Jesucristo, el Redentor, empecé a poner más atención e ir a Misa voluntariamente todos los domingos. Así fui conociendo mejor a María y a Jesús. No podía creer que Jesús fuera Dios y me resultaba difícil aceptar que un hombre pudiera borrar los pecados de otros hombres; tampoco podía entender por qué Jesús tuvo que sufrir las consecuencias de nuestros propios errores y pecados.”
Benedetta se sintió atraída por la luz que brillaba en la santa faz de Cristo, y aceptó la gracia de Dios como un don gratuito y sorprendente, junto con la llamada a revelar esa luz “a los gentiles”. Las semillas espirituales, que se vislumbran en la religión budista en la que fue educada por su familia, se manifestaron en plenitud cuando la joven tailandesa tuvo su encuentro con Jesús y con la Virgen María, quedando cautivada por la hermosura y la dulzura de la Madre de Dios.
Benedetta continúa: “Más tarde, cuando ya tenía 33 años, decidí proseguir mi ideal de trabajar por el bien de mis semejantes como maestra voluntaria en diversos pueblos. Un día, de camino a Chiang Mai (ciudad grande del norte de Tailandia), me encontré con el sacerdote misionero Rev. Padre Rafael Manenti, que me invitó a ir con él a la ‘Casa de los Ángeles’, un hogar para niños discapacitados administrado por la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, en la provincia de Nonthaburi, nombre que en tailandés significa ‘ciudad de la alegría’.
“Poco después, y por simple curiosidad, fui a visitar a un grupo de catecúmenos, para saber qué hacían. Aprendí algo sobre Jesús y tuve la oportunidad de escuchar las palabras del Evangelio. Sentí que la palabra de Dios penetraba en mi corazón como un bisturí. Me sentí confundida por las exigencias de esa palabra, pero a la vez muy atraída por lo que escuchaba, aunque me parecía que seguir recibiendo esas palabras era como jugar con fuego. Una noche, al quedarme dormida, escuché una voz que me decía: ‘Vete a buscar trabajo en otra parte. ¡Aléjate de esta gente!’ Pero también oí una voz dulce y amable que me dijo: ‘¡Tee, te quiero!’ Esta segunda voz llenó mi corazón de serenidad y paz.
“Al cabo de un año, ya habiéndome convencido de que estaba en el camino correcto, quise recibir el Bautismo, pero el sacerdote me lo negó; supongo que fue porque me faltaba preparación. Poco a poco me fui dando cuenta de que el Bautismo no es un premio a nuestros méritos personales, sino que lo recibimos como un don de Dios.
“Seguí estudiando catecismo un año más. Un día, rezando de rodillas, le pedí a Dios que tuviera misericordia de mí y así fue como recibí la gracia de la conversión de corazón. Cuando fui bautizada, morí a mí misma y renací de nuevo en nuestro Señor Jesucristo. Me dejé conquistar por el amor de Dios y por la paciencia con que Él esperaba que su hija retornara a su lado. Esto no lo habría creído nunca si no hubiera sido por la experiencia transformadora de sentirme amada por Dios.
“Dios es amor y se ha manifestado a nosotros en Jesucristo, y yo lo he encontrado. Esta es la buena noticia que he recibido en mi vida, la misma a la que ahora quiero dedicarme de corazón y para siempre. Le doy gracias a Dios por el don excelso de su Hijo y del Espíritu Santo, que ha iluminado mi vida, y por los misioneros que ha enviado para ser testigos de su amor aquí en Tailandia. En verdad, puedo atestiguar que la Palabra de Dios no es una simple palabra escrita en un libro, sino que es en efecto la Palabra de Dios llena de vida, transformadora y portadora de vida.”
El Papa Francisco, conmovido por el testimonio de esta conversa tailandesa, respondió de la siguiente manera: “Benedetta, tú nos hablaste de cómo el Señor te atrajo por medio de la belleza. Fue la hermosura de la Virgen que, con su mirada particular, entró en tu corazón y suscitó en ti el deseo de conocerla más. No fueron palabras vagas, ideas abstractas o fríos silogismos… No —afirmó el Pontífice—; en la experiencia de esta conversa, todo comenzó por una hermosa mirada que la cautivó. Cuánta sabiduría esconden sus palabras. Despertar a la belleza, al asombro, a la capacidad de abrir nuevos horizontes.”
Profesión religiosa. Años más tarde, en el curso de la celebración de la Jornada de la Vida Consagrada, el 2 de febrero de 2023, y según lo informado en www.sanfrancescoamontemario.it, la Iglesia participó de la alegría de Benedetta Donoran cuando ella hizo su primera profesión religiosa en la parroquia de San Francisco de Asís en Monte Mario, Diócesis de Roma, en presencia de la Superiora General de las Hermanas Misioneras de María o Javerianas, la Madre Giordana Bertacchini.
El párroco, Padre Stefano Locatelli, que presidió la Eucaristía junto a otros concelebrantes, destacó con entusiasmo el tema de la vida consagrada en presencia de una delegación de hermanas javerianas y de una nutrida representación de la comunidad parroquial.
En su homilía, el Padre Stefano repitió las palabras “Porque ya he visto la salvación... la luz que alumbrará a las naciones” (Lucas 2, 31. 32) y señaló: “Estas palabras, pronunciadas por Simeón en el pasaje del Evangelio proclamado en esta Misa de consagración, adquieren un significado especial en la historia personal de Benedetta. También ella tuvo la gracia de ver y reconocer la salvación que Jesús hizo posible para todos los que creyeran en él.”
En la jubilosa liturgia de consagración, algunos expresaron sentirse muy emocionados por presenciar, por primera vez, una ceremonia de profesión religiosa. Benedetta estuvo rodeada del afecto de su nueva familia, las Misioneras Javerianas de María, y de la comunidad parroquial, que la acogió durante los cuatro años que residió en Roma.
El Señor sigue llamando. Pero la historia de Benedetta no es la única. Según informa el sitio web Iglesia en Asia (www.rvasia.org/church-asia/), otras dos jóvenes budistas naturales del país asiático de Camboya también se hicieron monjas católicas en septiembre de 2022.
Las jóvenes Sreylay Dot y Kanha Khean, de familias budistas de la localidad, ingresaron a la congregación de las Hermanas Amadoras de la Santa Cruz en la prefectura católica de Kampong Cham.
La nueva hermana Sreylay Dot dijo: “Hoy me siento feliz de que se haya cumplido mi sueño de ser servidora de la Iglesia como religiosa y de vivir virgen, pobre y obediente. Estaré dispuesta a participar en la misión de Jesús, siguiendo su ejemplo de devoción y entrega.”
Mons. Pierre Suon Hangly, prefecto apostólico de Kampong Cham que presidió la Misa de profesión religiosa, señaló en su homilía refiriéndose a las dos conversas postulantes: “Que ustedes sean hermosos vasos que Dios utilice para guiar a aquellos que vean cómo vivimos, vean lo que hacemos y así lleguen a conocer a Dios.” La Prefectura Católica de Kampong Cham comprende la ciudad del mismo nombre en Camboya.
Mons. Hangly añadió que “el barro no es muy valioso en sí mismo, pero cuando el Alfarero hace con él una vasija hermosa y útil, llega a ser valioso. Porque responder a la llamada a la vida religiosa no es fácil, ya que hay que comprometerse a cumplir tres votos: castidad —es decir vivir célibe— pobreza y obediencia.”
La hermana Sangwat Ang, superiora de la Congregación de las Amadoras de la Santa Cruz en Camboya, dice que las dos nuevas religiosas necesitan aprender más sobre el servicio comunitario, el servicio a los pobres y la vida en comunidad, porque “esas son las cosas para las que tienen que prepararse. La vida está llena de retos. Las animo a seguir adelante porque lo más importante es su relación con Dios.”
¡Qué edificantes son estos testimonios de jóvenes budistas que, en busca de la verdad y de la luz divina, han logrado encontrar el luminoso resplandor del Sol que viene de lo alto! Cabe destacar que estos casos no son los únicos; en realidad hay muchísimos testimonios de otros conversos de ambos sexos que están engrosando las filas de Cristo en la santa Iglesia Católica en diversos lugares del mundo.
Damos gracias al Señor por el precioso don recibido por estas jóvenes conversas del budismo al catolicismo, que se han sentido llamadas a adoptar una vida cristiana de contemplación, oración y evangelización. Pidamos al Espíritu Santo que las acompañe con su gracia y les ayude a servir en la misión evangelizadora de la Iglesia con la solicitud, la alegría y la protección de la Virgen María.
Luis E. Quezada, ex Director Editorial de La Palabra Entre Nosotros, vive con su esposa Maruja en Rockville, MD.
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