Bautizados en las promesas de Cristo
Queridos hermanos:

Con el Miércoles de Ceniza damos inicio al tiempo de Cuaresma. En palabras del Papa Benedicto XVI: “Se trata de un itinerario de cuarenta días que nos conducirá al Triduo Pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, el corazón del misterio de nuestra salvación” (Audiencia General, 22 de febrero de 2012).
Como lo hace todos los años, Joe Difato, el fundador de La Palabra Entre Nosotros, escribió los artículos del frente de esta edición. A Joe le encanta desgranar la palabra de Dios de modo que el Señor pueda traspasar nuestro corazón y transformar nuestra vida. Mientras leen estos artículos, los animo a pedirle al Espíritu Santo que le dé vida a la Escritura de modo que el corazón les “arda” con el fuego del amor de Dios. Deseo que todos podamos decir, como los discípulos de Emaús que caminaron junto a Jesús: “¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24, 32).
En este tiempo de Cuaresma, vamos a meditar en lo que el Señor hizo en nuestra vida cuando fuimos bautizados. El Bautismo, especialmente el que reciben los niños, puede parecer un alegre evento familiar o quizá un rito establecido que es parte integral del nacimiento del niño. Pero como verán en el primer artículo (página 4), el Bautismo constituye un cimiento seguro para la relación de la persona con Cristo a lo largo de toda su vida. ¡La persona recibe todas las promesas de Jesús gracias a este sacramento! Dios les concede su Espíritu Santo a todos los que son bautizados, y nunca los abandonará. Están seguros en Jesucristo; tú estás seguro en Jesucristo.
Tal como sucedió con David, un joven pastor, que fue ungido rey de Israel, tú fuiste ungido al ser bautizado (ver página 10). Cuando el sacerdote te marcó en la frente con el santo crisma, recibiste el Espíritu Santo que mora en tu corazón. Y Dios no nos da solo un poco de su Espíritu. Como nos dice San Juan: “Dios da abundantemente su Espíritu” (3, 34). Ahora tú tienes el Espíritu Santo que desea ayudarte para que conozcas a Dios, disciernas su voluntad y sirvas a otros con la fortaleza y el amor de Jesús mismo. Pido a Dios que todos podamos atesorar esta unción que hemos recibido.
En su artículo final, Joe habla de cómo fuimos “sellados” por el Espíritu cuando fuimos bautizados (página 16). Al igual que un sello real que el rey estampaba en un documento oficial, nosotros hemos sido marcados para siempre como propiedad de Dios, que es el Rey de toda la creación. Ese sello también es como un anticipo: la promesa divina de que pertenecemos al cielo.
Jesús ha hecho mucho por nosotros, y todo comenzó cuando fuimos bautizados. Así que comencemos apropiándonos de las palabras de Joe: “Hermanos y hermanas, Jesús nos ha ungido. Su Espíritu habita en nosotros, y anhela que en este tiempo de Cuaresma lo aceptemos. Por eso, todos los días oremos así: ‘Ven, Espíritu Santo, y desata en mi vida estos maravillosos sacramentos para que yo pueda conocerte mejor. Ven, Espíritu Santo, y llena mi corazón. Ven, llena el corazón de todos los fieles.’”
María Vargas
Directora Editorial
editor@la-palabra.com
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