La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Febrero/Marzo 2007 Edición

Recibir de Dios… para darlos a los demás

El mensaje de La Palabra Entre Nosotros

San Lucas dice que cuando el Espíritu Santo vino sobre los apóstoles en Pentecostés, un gran ruido como de viento muy fuerte llenó toda la casa en la que estaban reunidos (Hechos 2,2).

En medio de aquella profunda experiencia de Dios, San Pedro salió, con el poder del Espíritu Santo, a hablar con la multitud que se había reunido. Esta fue la primera predicación pública sobre Cristo. San Pedro les explicó lo que sucedía y les invitó a que ellos también recibieran el Espíritu Santo. Es como si el apóstol hubiera recibido una inspiración de que este don de Dios era para todos, por lo que deseaba profundamente "darlo a los demás".

Este ciclo de recibir de Dios y luego darlo al prójimo se evidencia en todo el Nuevo Testamento y desde entonces ha sido una de las características propias de la Iglesia. Así lo vemos en la vida de los santos, en las enseñanzas de la Iglesia sobre la evangelización y en el testimonio de millones de fieles que se sienten deseosos de salir de sus rutinas y ámbitos de comodidad para compartir el amor de Cristo con sus familiares, amigos y conocidos. En realidad, por este mismo deseo de dar a los demás aquello que Dios nos ha dado fue que comenzamos la publicación de la revista The Word Among Us hace poco más de 25 años, revista que en pocos años más tarde empezamos a publicar en español con el nombre de La Palabra Entre Nosotros. Pero, ¿qué fue lo que recibimos primero y que estamos ahora tratando de dar a los demás? Es en realidad muy sencillo. Nuestro Director Joe Difato, lo recuerda así:

"Poco después de recibir el Bautismo en el Espíritu Santo, y bajo la guía de un sacerdote franciscano, el Padre Teófano Rush, unos cuantos jóvenes varones formamos un grupo de hermanos en el Señor. En 1975 me casé y decidí servir al Señor durante toda mi vida, para lo cual me dediqué a estudiar la Escritura, a profundizar mi vida espiritual y estudiar para un doctorado en teología.

"Empecé a sentir que el Señor me decía lo mismo que a los discípulos: ‘Denles ustedes de comer’ (Mateo 14,16). Así fue como pensé en publicar una revista que ayudara a las personas a rezar y leer la Escritura todos los días, usando aquello que Dios nos había dado para darlo al prójimo. Así fue como, sin haber tenido experiencia en publicación de revistas, produjimos el primer número correspondiente a diciembre de 1981. Lo imprimimos en un garaje y entre varios recopilamos las hojas, las engrapamos y pusimos las etiquetas de direcciones a mil copias en la cafetería de una escuela pública. Lo asombroso fue que la revista se vendió y la demanda empezó a crecer mes a mes. Pocos años después, viendo que había interés entre nuestros hermanos hispanos, publicamos en 1985 la primera edición de La Palabra Entre Nosotros."

Fue en realidad a través del derramamiento de gracia que hubo en la Renovación Carismática que el Espíritu Santo nos hizo conocer a Jesús de una manera nueva y transformadora, y esta revelación nos cambió la vida. Todos sentimos que Dios había despertado en nosotros la posibilidad de llegar a una relación íntima y personal con Cristo, algo que muchos pensábamos que estaba reservado sólo para los grandes santos. Luego, conforme nuestra relación con Jesús florecía, empezamos a aprender lo que significaba "vivir en el Espíritu", para que nuestra experiencia inicial creciera y se profundizara (v. Romanos 8,5).

Estas dos dimensiones —acercarse más a Jesús y vivir en el Espíritu— llegaron a ser el mensaje principal de La Palabra Entre Nosotros. Hasta hoy, seguimos teniendo como meta el ayudar a nuestros lectores a establecer una relación personal con Cristo y ayudarles a ser dóciles a la obra transformadora del Espíritu Santo.

Una relación personal. La Escritura enseña que el ser humano fue creado con la singular capacidad de comunicarse con Dios, ya que, a diferencia de los demás seres vivos, sólo el hombre y la mujer fueron hechos a imagen y semejanza de Dios.

Más tarde, especialmente por boca de los profetas, Dios dijo que no bastaba que se le ofrecieran sacrificios: quería que los humanos tuviéramos una relación directa con el Señor. Por el profeta Jeremías, prometió establecer una nueva alianza, en la cual Él escribiría sus leyes en nuestro corazón, y todos podríamos conocerlo "desde el más grande hasta el más pequeño" (Jeremías 31,33-34). A través del profeta Ezequiel, el Señor prometió darnos no sólo un espíritu nuevo, sino su propio Espíritu Santo (Ezequiel 36,26-27). Finalmente, por boca del profeta más grande de todos, San Juan Bautista, prometió que Jesús nos bautizaría con su propio Espíritu Santo (Mateo 3,11; Juan 1,33).

En la Última Cena, Jesús llamó "amigos" a sus discípulos (y a todos los fieles de hoy) y nos dijo que podíamos permanecer en su amor de una manera profunda y personal (Juan 15,4.7-9.10.15).

Testigos vivos. Pero aparte de la Sagrada Escritura, percibimos que el Espíritu Santo dirigía nuestra mirada hacia algunas de las grandes figuras de la Iglesia, como los santos Juan de la Cruz, Bernardo de Claraval, Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila y Tomás Aquino. Ellos tuvieron gran impacto en la vida de los que queríamos crecer en la vida espiritual, ya que encontrábamos que sus enseñanzas y testimonios iban confirmando y coincidiendo con la propia experiencia que estábamos teniendo nosotros.

En efecto, podemos leer y entender en teoría lo que nos enseñan la Sagrada Escritura y los santos, pero ¿qué significa esto para los hombres y mujeres del siglo XXI? Significa llegar a tener un encuentro directo con Cristo y experimentar personalmente su amor, su alegría y su misericordia; significa escuchar la voz de Dios en la Escritura; significa experimentar que la Misa, la Confesión y todos los sacramentos de la Iglesia cobran vida para nosotros y nos elevan a la presencia de Dios, de aquel Dios que nos amó y nos sigue amando desde antes de la creación.

Transformación espiritual. Es maravilloso desarrollar una relación viva con Jesús, pero eso no era más que una parte de lo que pudimos percibir que el Espíritu Santo nos estaba mostrando. Igualmente importante y alentador es que el Señor desea transformar a sus hijos. De hecho, no podemos experimentar la transformación espiritual si no permanecemos unidos a Cristo. Y, por lo mismo, ser transformados por Dios significa principalmente crecer en la comunión personal con Cristo e imitarlo tanto cuanto sea posible en la vida práctica.

¿Por qué fue que Jesús derramó su Espíritu Santo? Lo hizo para que todo aquello que Él dijo e hizo mientras estaba en la tierra cobrara vida para nosotros y nos transformara (Juan 16,13). En la práctica, significa estar dispuestos a que el Espíritu nos llene del amor de Dios y nos libre de todo lo que no sea compatible con la voluntad del Señor para nuestra vida.

San Pablo dice que Dios tiene un profundo deseo de transformarnos y cambiar nuestra "manera de pensar para que así cambie [nuestra] manera de vivir" (Romanos 12,2). Dios es el único que puede mostrarnos el camino hacia la perfección, aunque cada uno tiene un papel importante que desempeñar en este proceso de transformación.

Depende de nosotros . . . y de Dios. Jamás sabremos a ciencia cierta cuánto de nuestro crecimiento espiritual se debe al esfuerzo personal que hagamos y cuánto a la gracia de Dios, pero sí sabemos que a nosotros nos toca buscar la presencia del Señor y entregarnos en sus manos, como también dedicarnos a estudiar las Escrituras, orar y examinarnos la conciencia. También tenemos que preocuparnos de analizar cómo reaccionamos cuando suceden cosas buenas y malas durante el día, y qué efecto tienen nuestras emociones en las decisiones que tomamos.

En resumen, vivir en el Espíritu significa recibir la gracia de Dios, aprender a escuchar la voz del Espíritu y hacer todo lo posible por poner en práctica lo que se nos pide. Pero la vida en el Espíritu no es solamente nuestra relación con el Señor. También tiene que ver con la relación que debemos tener con los demás. Por eso dedicamos tanta atención a la reconciliación, la sanación de las amistades destruidas, el matrimonio y la familia. Es por eso también que muchas veces hablamos de temas sociales, como la santidad de la vida humana, el clamor de los pobres y la misión de la Iglesia en el mundo.

Dios nos ha permitido ver que, con la ayuda del Espíritu Santo, es posible renovar la manera de pensar, para que en nuestra vida se evidencie el mismo tipo de amor que Jesús demostró cuando estuvo en la tierra. Es un proceso que puede llevarnos toda la vida, pero se puede hacer y, lo que es mejor aún, es una nueva dimensión alegre y emocionante de vivir.

¿Cómo pagarle al Señor? Desde aquella época hemos pensado que una manera de agradecerle al Señor por todo lo que ha hecho en nuestra vida era publicar La Palabra Entre Nosotros. En efecto, lo que más queremos es transmitir en cada página la pasión que sentimos por Jesús, porque Él es lo más maravilloso que nos ha sucedido y nos consideramos bendecidos y privilegiados al poder compartir su amor y su Persona con cada uno de ustedes.

Todos los que colaboramos en La Palabra Entre Nosotros sentimos que somos parte de ustedes, parte de una gran familia que trata de acercarse más a Jesús y ser su luz en el mundo. Nos sentimos sumamente agradecidos a Dios por habernos llamado a este ministerio y también a todos ustedes que nos apoyan al leer la revista y meditar en su mensaje. Que el Señor continúe colmándolos de bendiciones y acercándolos más a su corazón.

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