La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Septiembre 2015 Edición

Por todas partes para Dios

San Junípero Serra: Un santo caminante

Por: Rev. Robert Barbato, OFM CAP

Por todas partes para Dios: San Junípero Serra: Un santo caminante by Rev. Robert Barbato, OFM CAP

Gran sorpresa y alegría causó en México el anuncio que hizo el Papa Francisco, durante el vuelo de Sri Lanka a Manila, Filipinas, sobre la decisión de canonizar al beato Fray Junípero Serra.

“En septiembre, si Dios quiere, canonizaré a Junípero Serra en los Estados Unidos,” dijo el Santo Padre. Al beato Fray Junípero se le reconoce como evangelizador de la Alta California, pero no mucha gente sabe que también lo es de la Sierra Gorda, en los límites de tres estados mexicanos: Querétaro, Hidalgo y Guanajuato. Según anunció la Santa Sede, la Misa de Canonización se celebrará en Washington, D.C., el 23 de septiembre de 2015.

Un día, en California, escuché a una señora que le decía a su marido: “Mira, querido, allí está ese hombre de nuevo. ¡Está por todas partes!” y señalaba la estatua de fray Junípero Serra que hay delante de la Misión Santa Inés, donde yo era párroco. Sonreí cuando me di cuenta de que sus palabras eran un tributo muy acertado. Venido de una pequeña isla de las costas de España, este fraile había cruzado océanos, sierras, pantanos y desiertos para servir a Cristo y a su pueblo. Fray Junípero Serra fue, en efecto, un hombre cuya fe y dedicación a la predicación del Evangelio le llevaron “por todas partes.”

Pero Fray Junípero fue un viajero tardío para Dios. Durante la primera mitad de su vida, todo su mundo se limitaba a la isla de Mallorca, donde nació en 1713 y donde vivieron sus padres Antonio Serra y Margarita Ferrer. Lo bautizaron con el nombre de Miguel. Más tarde, inspirado por el ejemplo de San Francisco de Asís y los frailes que conoció personalmente en su ciudad, ingresó a la Orden Franciscana en 1730, donde adoptó el nombre de Junípero, como se llamaba uno de los primeros discípulos de San Francisco, conocido por su vida de oración y su sencillez.

Este nuevo Junípero era también un hombre de oración, pero al mismo tiempo de gran capacidad intelectual y sabiduría, al punto de que llegó a ser profesor en el Colegio Franciscano de Mallorca y rápidamente se granjeó el respeto de todos, destacándose en un ministerio religioso muy exitoso, pero en el fondo añoraba algo más.

De camino hacia Cristo. Cuando su orden comenzó a buscar nuevos misioneros para ir al Continente Americano, fray Junípero se ofreció voluntariamente. Así fue como se hizo a la mar en 1749, a los 35 años de edad (una edad relativamente avanzada en ese entonces), dejando atrás a sus padres, su patria, su seguridad y todo que le era familiar. Fue un momento difícil sin duda, pero a partir de entonces, Serra puso en práctica aquel lema que lo haría famoso: “Siempre adelante; nunca hacia atrás.”

Cuando el barco atracó en Veracruz, México, los demás frailes que viajaban con él se fueron a caballo al monasterio central de los franciscanos en Ciudad de México, pero el padre Serra decidió imitar la sencillez de San Francisco y emprendió el camino a pie recorriendo las 250 millas que lo separaban de la capital. Así comenzó su incansable apostolado de caminar en el servicio de Cristo, y también comenzaron sus padecimientos, porque en aquel viaje sufrió la picadura de un insecto que le produjo la hinchazón de un pie y una úlcera en la pierna, a raíz de lo cual sufrió de cojera para el resto de su vida.

El primer lugar al que fue asignado fue la región de Sierra Gorda, un paraje remoto de la zona central de México, donde los misioneros franciscanos habían bautizado a muchos indígenas pame. Para ayudar a promover la fe y mejorar el bienestar material de ellos, fray Junípero redobló los esfuerzos para establecer misiones, es decir, comunidades cristianas donde la oración común y el trabajo fueran el fundamento de una vida de fe y mutua caridad. Allí no sólo enseñó y predicó, sino también ayudó a diseñar y construir varias iglesias de misión. Trabajando codo a codo con los indígenas, era común encontrarlo con un hábito manchado de barro y dirigiendo felizmente a sus compañeros de trabajo en alegres canciones de alabanza a Dios.

Predicación piadosa. El padre Serra era inteligente y talentoso, pero también humilde y pronto para aprender. Tras escuchar los relatos de misioneros más experimentados que él, abandonó su estilo académico de predicación y aprendió a dar sermones sencillos pero apasionados que llegaban al corazón de sus oyentes. Eran mensajes de gran elocuencia y conmovedores que a veces duraban horas. Pero en el fondo su enseñanza era simple: abandonar el pecado y buscar la misericordia de Dios, decía, porque el Señor quiere que la gente vea “que al Señor le complace perdonar y lo que se necesita para alcanzar su misericordia divina es poco.” Y practicaba lo que predicaba, porque solía ir a menudo a la confesión a la vista de toda la congregación, a fin de animar a los fieles a recibir el sacramento por sí mismos.

En 1758, lo mandaron llamar de Ciudad de México. Allí reanudó su oficio de maestro en el Colegio Franciscano de San Fernando, aunque también sirvió como predicador ambulante, recorriendo el territorio de México para enseñar en misiones de parroquia en diversas regiones remotas y peligrosas. Pese al dolor de la pierna, se estima que caminó más de 5.000 millas en el curso de aquellos diez años.

Esta fue una buena preparación para la siguiente etapa de su vida, que comenzó en 1768. Por motivos políticos, los jesuitas habían sido expulsados de sus misiones en Baja California, y los frailes franciscanos fueron enviados a tomar su lugar, entre los que iba fray Junípero. Para llegar a su nuevo destino, Serra recorrió el inhóspito territorio del norte de México y poco después de su arribo, le enviaron aún más lejos para iniciar nuevas misiones en la zona entonces conocida como Alta California, lo que es el estado actual de California en los Estados Unidos.

Padre de las misiones de California. La Alta California conformaba las fronteras más remotas del Imperio de España en América, y la corona española deseaba que los frailes ayudaran a asegurar el área convirtiendo a los pueblos autóctonos en ciudadanos leales. Cualesquiera fueran los propósitos del imperio español, fray Junípero sabía muy bien cuáles eran las razones por las cuales él y sus misioneros habían viajado hasta los confines del mundo: “Cada uno de nosotros ha venido aquí con el único objetivo de hacer el bien a la gente y para su salvación eterna; y me siento seguro de que cada uno de ellos sabe que los amamos.”

Establecer nuevas misiones y lograr que funcionaran sobre una base de firmeza y estabilidad no era fácil. “Los que lleguen tienen que venir precavidos de una buena dosis de paciencia y caridad,” les decía a sus superiores. Como director de las misiones de California, el padre Serra tuvo que lidiar con la escasez de suministros, una deslucida respuesta inicial y a veces reacción violenta de los pobladores nativos, y la crueldad de los soldados que acompañaban a los misioneros. Una vez, cuando algunos indígenas capturaron unos caballos que habían huido de los corrales de los españoles, los mataron y comieron la carne, los soldados reaccionaron con fuerza mortal. Fray Junípero alzó su voz de protesta, insistiendo que todos ellos debían ser ejemplos de caridad cristiana. En 1773 caminó muchas millas hasta la audiencia del Virrey en Ciudad de México, para pedir que los militares dieran un mejor trato a los nativos.

Todo este tiempo, el padre Serra siguió evangelizando y sus esfuerzos dieron abundante fruto. Bautizó a varios cientos de indígenas y, en el curso de quince años, fundó nueve misiones. Supervisaba personalmente todo el sistema, recorriendo incesantemente todos los lugares animando a la gente, resolviendo problemas y administrando los sacramentos. A pesar de sus dolencias físicas y de las pugnas políticas que complicaban la situación, jamás perdió el entusiasmo por predicar la Palabra de Dios y ser un buen pastor.

Amar a Dios. ¿A qué se debe que una persona se mantenga tan activa y no pierda el celo por Cristo en medio de tantas adversidades? Fray Junípero Serra encontraba su fortaleza y alegría en una intensa vida de oración personal. Incluso cuando estaba enfermo, dedicaba tiempo y energía para dialogar con el Señor en la oración, como lo comentaba un observador: “Este santo sacerdote siempre está bien cuando se trata de orar y cantar.”

Algo que también le infundía gran energía a fray Junípero era su constante deseo de imitar la sencillez y la humildad de San Francisco. Su acto favorito de humildad era lavarles los pies a otras personas, ya fueran frailes o los ancianos de los pueblos indígenas. La pobreza y la simplicidad del padre Serra quedaron en evidencia en el cuarto que ocupaba en la Misión San Carlos Borromeo, donde falleció en 1784. No era mucho lo que tenía en su cuarto: una cama simple y un escritorio; su hábito, un crucifijo, un cordón y un rosario; así como el báculo que le sirvió de apoyo las muchas veces que recorría California a lo largo y a lo ancho.

Fray Junípero murió después de recibir la Eucaristía de rodillas en la iglesia de misión. Profesando en público su amor a Dios y por la gente de su querida California, pronunció un último recordatorio evangelizador: “¡Amar a Dios!”

El legado del sistema de las misiones de California, que se derrumbó unos 50 años después de la muerte de fray Junípero Serra, no es en realidad incuestionable. Tanto las enfermedades como los cambios políticos causaron la decadencia de la población nativa de California y la destrucción casi total de su cultura. El padre Serra, que tanto amó a su gente y que trabajó con tanto denuedo para hacerles el bien, se habría sentido horrorizado si lo hubiera visto.

Este humilde fraile franciscano era naturalmente un ser humano, con todas las limitaciones que conlleva el vivir en una época y una cultura determinadas, pero siempre estuvo dispuesto a admitir sus errores y a seguir el ejemplo de Cristo, aun cuando ello significara oponerse al sistema imperante. Cuando algunos indios mataron a un fraile de la Misión San Diego, por ejemplo, fray Junípero abogó por ellos para que no los ajusticiaran y lo consiguió.

¡Siempre adelante! Fray Junípero Serra conocía bien las dificultades y peligros de mantenerse siempre en camino. El llamado de Cristo lo llevó por territorios infestados de mosquitos y caimanes, escorpiones y arañas. Lo llevó a batallas políticas, cuando él habría preferido la tranquilidad de un aula de clases. Lo condujo a días y noches de soledad, y momentos en los que empezaba a dudar del valor de todos sus esfuerzos. Pese a todo esto se mantuvo fiel a su vocación. El padre Serra es un ejemplo para todos los que tratamos de vivir el Evangelio en el mundo real, conscientes de nuestras propias limitaciones, así como de las ajenas. Él nos anima a dejar de lado el desaliento y, con la ayuda de la gracia de Dios, seguir siempre adelante.

Por amor a Cristo y a su pueblo, fray Junípero Serra estuvo dispuesto a llegar hasta los confines de la tierra para llevar la buena noticia de Jesucristo, nuestro Señor. Cuando el Papa Francisco canonice a este fraile franciscano en septiembre, es éste el celo y el amor con que quiere animarnos a todos nosotros. Quiera el Señor que todos estemos también listos y dispuestos a viajar “por todas partes” en el servicio a Dios.

El padre Robert Barbato integra el consejo directivo de la provincia del Oeste de América de la Orden de los Franciscanos Capuchinos y el equipo de formación en el Seminario de San Lorenzo en Santa Inés, California.

Comentarios