La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Feb/Mar 2011 Edición

Hora de reenfocar la atención en Dios

Un examen de conciencia para la Cuaresma

“Si quieres que tus oraciones se eleven hacia el trono de Dios, ponlas sobre las alas del ayuno y la limosna.”

Este buen consejo nos viene de San Agustín, que nos anima a practicar la “triple santidad” a la cual la Iglesia nos invita en cada Cuaresma. Así como las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad nos ayudan a adoptar una actitud centrada en Dios, las tres prácticas del ayuno, la oración y la limosna actúan en conjunto para apartarnos del egocentrismo, disponernos a recibir el amor y la misericordia del Señor y ser embajadores de Cristo en este mundo. En esta Cuaresma, cuando te prepares para recibir el Sacramento de la Reconciliación, analiza cosas como las siguientes: ¿Has llevado una vida centrada sólo en ti? ¿Cómo puedes imitar mejor a Cristo, que entregó su vida por ti y por todos, y no la guardó para sí mismo?

“El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia… que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa” (Isaías 58,6-7)

¿Cuántas veces me he desentendido de aquellos que el Señor ha puesto en mi vida y que son hijos de Dios? ¿He preferido preocuparme más de mis propias necesidades que de las de ellos?

¿Hago todo lo que puedo para combatir la injusticia y ayudar a proteger a los no nacidos, los pobres y los indefensos? ¿Hay alguna situación reciente en la que no haya seguido la guía del Espíritu Santo en este aspecto?

¿Hay alguien a quien yo no haya tratado con el respeto y la dignidad que merece como hijo de Dios?

“Vuélvanse a mí de todo corazón. ¡Ayunen, griten y lloren!” (Joel 2,12)

¿Confío realmente en que el Señor me ayuda a salir adelante en la vida, o prefi ero buscar la seguridad en el dinero, las posesiones o las amistades?

¿Hay ciertos aspectos de mi vida que no le he entregado al Señor, secretos que no quiero exponer a la luz y el amor de Dios por vergüenza o temor?

¿He tenido pensamientos impuros de placer o satisfacción personal? ¿Los he puesto en práctica?

Jesús “se fue al cerro a orar” (Marcos 6,46)

¿Hay ocasiones en las que he preferido descansar antes que dedicar tiempo a profundizar mi comunión con Dios?

¿He hecho oración cada día para encontrarme con Dios? ¿Leo la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, refl exiono en ella y actúo según lo que me dice?

¿He dedicado el domingo y los días de precepto a Dios y a la familia asistiendo a Misa y haciendo un esfuerzo especial por entrar en comunión con el Señor?

“Da limosna de lo que tengas. Y cuando des limosna, no seas tacaño. Cuando veas a un pobre, no le niegues tu ayuda. Así Dios tampoco te negará la suya.” (Tobit 4,7)

¿He sido buen administrador de las cosas que Dios me ha dado? ¿Las uso para su mayor honor y gloria?

¿He sido tacaño con el dinero y los regalos? ¿Doy generosamente de lo que tengo para contribuir al trabajo de la Iglesia y ayudar a los necesitados?

¿He dado la “limosna” del perdón a quien me ha ofendido? ¿Hay alguien a quien yo tenga que perdonar? ¿Hay alguien a quien yo tenga que pedirle perdón?

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