La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Julio/Agosto 2014 Edición

El Proyecto Raquel

Esperanza y curación después de un aborto

Por: Ana Bottenhorn

El Proyecto Raquel: Esperanza y curación después de un aborto by Ana Bottenhorn

“El aborto es un producto que se vende con mucho cuidado —dice Josefina Balsamo— Las mujeres compran el engaño pensando que les ayudará, pero luego sufren el terrible trauma que lleva consigo.”

El Proyecto Raquel es un programa de la Iglesia que existe precisamente para anunciar un mensaje diferente, un mensaje de compasión y esperanza. Son las buenas noticias de que “Dios ofrece su misericordia absolutamente a todos, hombres y mujeres” y que “Dios quiere llevarnos a todos al cielo para vivir con él”, como lo dice Josefina.

Una vez que las personas que han sido traumadas por el aborto logran creer y aceptar esta misericordia, entonces puede comenzar el proceso de reconciliación y sanación. “Además —añade— no hay límites a lo que puede suceder en la vida de quienes aceptan la libertad y la paz que Dios les ofrece. Algunas de quienes han experimentado la curación después de un aborto son “¡las mujeres más alegres y santas que conozco!”

Cómo surgió el Proyecto Raquel. “Una amiga mía de la escuela secundaria tuvo un aborto,” cuenta la fundadora del Proyecto Raquel, Victoria Thorn. Era el segundo embarazo de su amiga; la primera vez, ella tuvo al bebé y lo entregó para adopción. Durante los años, ambas amigas conversaron mucho sobre la experiencia. Aunque no entendiera todas las luchas interiores de su amiga, dice Victoria, “yo veía que someterse al aborto le había causado un gran daño emocional, porque me dijo: ‘Puedo vivir con la adopción, pero no puedo vivir con el aborto’.”

Unos años más tarde, Victoria fue nombrada directora del ministerio de Respeto a la Vida en la Arquidiócesis de Milwaukee, Wisconsin, y descubrió que era responsable de una amplia serie de temas relacionados con la vida y al analizar dichos temas, hubo uno que tuvo una resonancia particular en su mente: la curación después de un aborto. “Me di cuenta de que la Iglesia Católica tiene todo lo que se necesita para cuidar con amor y ofrecer ayuda a las mujeres que sufren el dolor profundo y el remordimiento constante que les ha causado el aborto.”

Pero hasta ese momento no existía tal ministerio. Así fue como, en 1984 nació el Proyecto Raquel. Su fundadora lo llamó así pensando en la persona de Raquel, del Antiguo Testamento, que llora desconsolada de dolor por sus hijos y “no quiere ser consolada, porque ya no existen.” Sólo pudo consolarse cuando Dios le ofreció la esperanza de un mejor futuro (Jeremías 31, 15-17).

El Proyecto Raquel, que está ahora supervisado por la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos y que actúa en unas 160 diócesis en los Estados Unidos y en muchos otros países, ofrece ayuda y consolación a miles de mujeres cuyos hijos “ya no existen” después del aborto y les provee vías para encontrar atención compasiva y comprensiva para su sanación interior. Muchas de estas mujeres se han guardado su terrible dolor y lo reprimen con mucha fuerza en su interior. Les habían asegurado que después del aborto volverían a su vida normal sin problema o que el aborto “no es nada tan grave”, pero descubren que la realidad no es esa y tienen que hacer un gran esfuerzo por seguir adelante. El Proyecto Raquel les permite reconocer el dolor y les ayuda a lamentarse y guardar luto de una manera saludable, y este es el primer paso hacia el largo camino de la sanación.

“Una parte de mí murió también.” Veamos la experiencia de Alicia, que nació y creció en una familia católica practicante. A los 18 años de edad quedó embarazada y luego sufrió un shock cuando su novio le dijo que no quería a “nuestro hijo.” Entonces, vio que el aborto era su única alternativa. “Me sentí aterrorizada y no pude decirles a mis padres, porque los defraudaría tanto. Por eso fui a la clínica local de Planned Parenthood y me dieron cita. Creí en lo que allí me dijeron, porque todo parecía tan fácil, aunque yo sabía en mi corazón que estaba haciendo algo incorrecto.” Sobre la experiencia misma del aborto, Alicia sólo comenta: “Te dicen que no sientes nada, pero eso no es así. Yo sentí que una enorme parte de mí murió allí también junto con mi hijo.”

El Proyecto Raquel está concebido para ayudar a las mujeres que sufren como Alicia, y lo hace dando adiestramiento a una red de personas que trabajan como equipo dentro de la diócesis para dar atención y consolación a las mujeres que han sido traumadas por el aborto. El equipo trabaja bajo la autoridad del obispo y está formado por sacerdotes, diáconos, y religiosas, como también por empleados laicos y voluntarios. Demostrando bondad y compasión, ofrecen su ayuda a mujeres católicas y no católicas por igual, dándoles apoyo espiritual y una amplia variedad de ayuda y recursos prácticos. Y no sólo a las madres, sino también a los padres, abuelos y hermanos de un niño abortado. Ellos también sufren y necesitan sanación y liberación.

Para los católicos, el Sacramento de la Reconciliación desempeña un papel crucial, puesto el aborto deja un vacío tan profundo que parece que no hay nada que pueda llenarlo, y a quienes están sufriendo de un profundo dolor, el equipo les ayuda a establecer una relación personal con Jesucristo, que es el único capaz de sanar las heridas y llenar los vacíos.

El largo viaje hacia la libertad. Finalmente, Alicia encontró la sanación y el perdón en Cristo Jesús. Pero antes de eso, su vida se precipitó en una terrible e incontrolable espiral descendente: alcohol, drogas, dos abortos más. Ella dice que de vez en cuando sentía ciertos “codazos” de Dios, como para hacerle recapacitar, pero no les hacía caso porque pensaba: “Mira la vida que llevo. Dios nunca podría perdonarme. Mira lo horrible que soy.”

Pero un día, sintiéndose realmente desesperada, Alicia entró en una iglesia, se sentó frente al tabernáculo y le pidió ayuda a Dios con todo su corazón. La respuesta le llegó en “un par de minutos”, en la persona de un sacerdote con quien decidió confesarse allí mismo, contándole todo lo que le había sucedido; él le escuchó compasivamente y le habló mucho para consolarla y aconsejarla. Era su primer paso hacia la convicción de que ella “era valiosa a los ojos de Dios y de la Iglesia.”

Años más tarde —después de volver a la Iglesia, casarse y tener hijos— una amiga que conoció en el Proyecto Raquel le aconsejó que asistiera a un retiro especial de curación para personas traumadas por el aborto. “Había cosas que me había dejado guardadas,” confiesa Alicia, “cosas que no quería afrontar, heridas que necesitaban cicatrizar. Todavía sentía que no había sido perdonada del todo, y aún tenía sentimientos de culpa que me seguían atormentando como una constante sombra sobre mi cabeza.”

En el retiro —patrocinado por otro ministerio llamado “El Viñedo de Raquel” (ver página 82)— Alicia recibió los toques finales de su curación emocional. Desde el primer momento, dice: “Yo pude sentir la presencia de Dios. Nadie me reprochó nada y sentí amor.” En esa atmósfera, “Pude finalmente expresar el dolor que yo sentía por la pérdida de mis hijos. Salí del retiro sabiendo que no hay ningún pecado que sea demasiado grande para la misericordia de Dios y que yo estaba realmente perdonada. Allí pude despojarme de todo el lastre que había llevado sobre los hombros por tantos años.”

La verdad los hará libres. Se estima que sólo en los Estados Unidos unas tres mil mujeres se someten a un aborto cada día; en todo el mundo, el número es de unas 137.000. Por eso, es muy probable que todos conozcamos a alguien que haya sido terriblemente marcada por un aborto. “La desesperación y el dolor que aflige a la mujer que ha abortado son horribles,” dice Victoria Thorn, “pero gracias a Dios, ¡la curación es posible!”

Otra mujer, Adela, que también encontró curación para su dolor a través de un equipo del Proyecto Raquel, resumió su historia diciendo que la ayuda que recibió “me dio la oportunidad de experimentar el amor y el perdón de Dios, algo que yo había pensado que ya no merecía.” Añade que siempre lamentará su decisión de abortar, porque dice: “Ha llegado a ser una parte de quién soy yo, pero por la gracia de Dios, me siento libre.”

El hecho de conversar sobre estas cosas les ayuda a las mujeres a afrontar el dolor y la congoja que sienten y puede encaminarlas hacia el Señor Jesucristo “y eso hace toda la diferencia,” dice Victoria. “Estas mujeres me dicen: ‘el Aborto es lo peor que me ha sucedido en la vida.’ Pero luego de pasar por el proceso de sanación, también aclaran: ‘Pero allí conocí a Dios.’ Es decir, ¡han sido realmente liberadas!” Gracias al compasivo trabajo del Proyecto Raquel y otros ministerios de la Iglesia, aquellas que una vez compraron un engaño pensando que era una solución pueden ser sanadas y liberadas por la verdad y el amor de Dios.

Ana Bottenhorn escribe con frecuencia para La Palabra Entre Nosotros.

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