La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Febrero/Marzo 2008 Edición

El Poder de la cruz

Un examen de conciencia para la Cuaresma

A sí como la gente suele pensar que la cruz es un símbolo de sufrimiento y muerte, también tiende a considerar que el tiempo de la Cuaresma es nada más que una época de penitencia y sacrificio.

¡Pero no debemos olvidar que con la cruz viene la resurrección y con la penitencia la vida nueva! La Cuaresma es una temporada en la que conviene recordar y volver a vivir el hecho de que Jesús "llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud" (1 Pedro 2,24).

¿Se imagina usted cómo será vivir "libres del pecado"? Esta es la promesa que Dios hace a cada uno de sus hijos, una promesa que podemos recibir con mayor profundidad en estos 40 días. Así pues, entremos más de lleno en la libertad que Dios nos ofrece arrepintiéndonos de nuestras faltas y entregándonos en sus manos amorosas. En el Sacramento de la Reconciliación es precisamente en el que podemos experimentar no sólo que Jesús perdona nuestros pecados sino que transforma nuestro ser y nos fortalece en el espíritu.

A continuación presentamos un examen de conciencia con el fin de ayudar a nuestros lectores a prepararse para la Confesión. A medida que usted lea y medite en los versículos que citamos, pídale al Espíritu Santo que le permita ver cualquier rincón oscuro de su vida que necesite sacar a la luz y purificarlo. Recuerde que Jesús nos invita a todos a experimentar su presencia y su poder en estos 40 días de gracia. De manera que así, juntos, "dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante" y "fijemos nuestra mirada en Jesús"(Hebreos 12,1-2).

"Vuélvanse a mí de todo corazón" (Joel 2,12)

¿He puesto a Dios en el primer lugar en mi vida diaria y familiar, o me he convertido en esclavo del dinero, los bienes materiales, la posición social u otra cosa?

¿Le he dado prioridad a Dios los domingos y fiestas de guardar participando en la Santa Misa y tratando de acercarme a Él de modo especial?

¿He alimentado mi amor y conocimiento de Dios haciendo oración personal y leyendo la Escritura en forma regular?

"Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz" (Filipenses 2,8)

¿Hay algún aspecto de mi vida que no le haya entregado al Señor, es decir, hábitos secretos que no he querido sacarlos a la luz de su amor?

¿Trato con dignidad y respeto a mis familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y hermanos de la comunidad parroquial?

¿Soy amable y respetuoso con mis padres, maestros, patrones o empleadores y toda autoridad legítima?

¿Hay alguien a quien yo tenga que perdonar? ¿Hay alguien a quien yo tenga que pedirle perdón?

"Cuando ayudes a los necesitados . . ." (Mateo 6,2)

¿He sido un buen administrador de los bienes materiales que Dios me ha dado? ¿Los uso para su gloria?

¿Doy regularmente mi contribución a la Iglesia para sustentar su trabajo y a las organizaciones que sirven a los necesitados?

¿Demuestro compasión y preocupación por los pobres, los menos privilegiados, los enfermos y los que sufren?

"¡Oh Dios, pon en mí un corazón limpio!" (Salmo 51,10)

¿Me cuido de las ideas que dejo entrar en mi mente? ¿Me he dejado llevar por conversaciones o imágenes de inmoralidad sexual?

¿He participado en actos sexuales fuera del matrimonio?

¿He abierto mi vida a prácticas de ocultismo o participado en actividades de adivinación, espiritismo, magia, uso de amuletos, lectura de cartas o manos, o astrología?

"De nada quiero gloriarme sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (Gálatas 6,14)

¿He usado mis expresiones en forma constructiva o destructiva? ¿He mentido o propagado chismes acerca de otra persona y dañado así su reputación?

¿Demuestro que amo a Cristo en lo que digo y hago? ¿He usado el nombre del Señor en forma impropia?

¿Ha caído alguien en pecado por algo que yo haya dicho o hecho?

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