La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Pascua 2017 Edición

El alma

Tratados del Padre Jorge Loring

El alma: Tratados del Padre Jorge Loring

El 17 de mayo de 1979, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó una carta en la que se reafirman datos esenciales de la fe católica sobre el más allá. El Papa [San] Juan Pablo II aprobó previamente el texto de la carta que tiene así el valor de magisterio auténtico papal.

Allí se dice textualmente: “La Iglesia afirma que un elemento espiritual sobrevive después de la muerte. Un elemento dotado de conciencia y voluntad, de suerte que el mismo ‘ser humano’ subsiste. Para designar este elemento la Iglesia usa la palabra ‘alma’, término usado en el lenguaje de la Biblia y la Tradición. Y aunque este vocablo tiene varios significados en la Biblia, la Iglesia piensa que no hay razones válidas para prescindir de esta palabra. Por otra parte, la Iglesia considera que es absolutamente indispensable el uso de alguna palabra para transmitir el dato de la fe de una supervivencia entre la muerte y la resurrección final.”

El alma no se ve. Pero hay cosas que existen aunque no se vean ni se sientan, como la presión atmosférica. Dicen que un cosmonauta ateo hablaba con un neurocirujano católico. El ateo le dijo: “Me he paseado entre las estrellas y allí no me he encontrado con Dios.” El médico católico le contestó: “Y yo he operado muchos cerebros y nunca me he encontrado un pensamiento.”

El alma no se ve porque es espíritu, y no todo se ve con los ojos de la cara. Tampoco se ve el espacio y el tiempo, sino que sólo se pueden ver las cosas que ocupan el espacio, y las cosas que cambian con el tiempo. Pero podemos conocer la existencia del alma por sus actos.

Para saber si por un cable pasa la corriente eléctrica, intercalas una bombilla. Si se enciende, entonces conoces, por los efectos luminosos, la existencia de la corriente; pero tú no has visto la corriente. Y si tocas ese cable, te da un calambrazo, aunque no veas la corriente.

Si detrás de una tapia ves una columna de humo, sabes que allí hay fuego; tú no ves el fuego, pero lo conoces por su efecto: el humo. Al ver un río pienso en la existencia de un manantial sin verlo.

[Los científicos] Rutherford y Bohr conocieron el átomo sin verlo, por los datos obtenidos. La existencia del alma la conocemos por sus efectos. El alma humana es la base de la vida y de la inteligencia. Si no tuviéramos alma inteligente, no habría cultura, ni ciencia, ni artes, ni técnica, ni aviones, ni ferrocarriles, ni radio, ni televisión, etc. El alma es lo que más vale de la persona humana.

El alma, para pensar, se sirve del cerebro como de un instrumento; pero el cerebro sin alma que lo vivifique, no hace nada; está muerto. Es una bombilla sin corriente. Si el cerebro piensa, es por el alma. La diferencia entre el cerebro de un muerto y el de un vivo es que uno tiene alma y el otro no.

El buril que graba en la piedra una sentencia filosófica es un instrumento necesario, pero no es la causa de la sabiduría de la sentencia. El cerebro es condición para el raciocinio. La condición es necesaria, aunque no sea causa. Como la ventana es condición necesaria para que la luz del Sol entre en la habitación. Pero la causa de la luz no es la ventana sino el Sol. La causa del raciocinio es el alma. El cerebro es tan sólo la condición, el instrumento.

Después de un concierto se felicita al violinista, no al violín; aunque el violinista haya necesitado el violín. El cuadro de las lanzas de Velázquez no se debe al pincel. Se debe al artista, al pintor, a Velázquez. Es verdad que Velázquez con una escoba no lo hubiera pintado. Velázquez necesitó el instrumento del pincel. Pero el autor del cuadro no es el pincel, sino el artista.

El cerebro es instrumento del alma. Por eso el cerebro para pensar necesita del artista, el alma. Y si el cerebro está lesionado, el alma no funciona bien. El alma y el cerebro se influyen mutuamente.

Cerebro, computadora y animal. Wilder Penfield de la Universidad de Montreal, que se dedicó toda su vida, como neurólogo y neurocirujano, al estudio de la persona y del cerebro humano, dice: “El cerebro se parece mucho a un ordenador [o computadora]. Sin embargo, la mente, el espíritu, es algo independiente del cerebro. La mente no es un producto del cerebro. La mente no es algo físico. Depende del cerebro, pero no es el cerebro, no es algo fisiológico. Ningún científico ha logrado demostrar que la mente tiene explicación material.”

Una computadora puede diagnosticar una enfermedad e incluso programar un tratamiento, pero no puede captar factores psicológicos del enfermo, como el temor, la ansiedad, la frustración, etc., que el médico puede captar y tener en cuenta. La computadora no siente cariño, ni alegría, ni remordimientos.

El hombre, como tiene alma inteligente, ve, observa, discurre y deduce. El animal, como no la tiene, ve, pero no deduce nada. No sabe discurrir. El animal obra a ciegas. Sigue los instintos que Dios le ha puesto, sin saber por qué. El instinto es como una máquina automática. Funciona siempre igual.

Hay cosas que superan lo material. Yo puedo medir con aparatos la miopía y la sordera; pero no el remordimiento. Yo puedo ver un hombre justo, pero no puedo ver la justicia que es una idea abstracta. Las ideas abstractas las capta el entendimiento. Los animales, al no captar ideas abstractas, no pueden preocuparse de los problemas filosóficos o religiosos, que son exclusivos del hombre.

El hombre, por tener alma inteligente, comprende lo abstracto, lo que no se ve ni se toca, lo que no es cuadrado ni redondo, lo que no tiene sabor ni color: la honradez, la gratitud, el deber. Pues, ¿crees que te haría mucho caso un burro si le hablaras del deber?

El animal nada sabe del deber, pues el deber no se ve ni se toca; se entiende. Y el animal no tiene alma inteligente: ve y siente, pero no entiende nada. El animal sólo tiene vida sensitiva. Se le puede educar y amaestrar, pero a base de palo y golosinas. No entiende de razonamientos. No capta relaciones de ideas. Sólo capta sensaciones: si tú te haces amigo del perro de tu cuñado, el perro terminará por conocerte al verte, al olerte, o al oír tu voz. Por sensaciones. Por los sentidos. Pero nunca te conocerá como cuñado de su dueño. El animal sólo tiene conocimientos sensitivos, no puede captar ideas. Por instinto de conservación el perro me puede conocer como amigo o como enemigo. Si me conoce como amigo, mueve el rabo; si como enemigo, gruñe. Pero estos conocimientos son sensitivos.

El alma es también inmortal porque es espiritual. Lo espiritual no tiene partes como la materia. Por lo tanto, lo que es espiritual no puede morir, ni por descomposición y corrupción de sus partes (que no tiene por ser espiritual), ni por corrupción del cuerpo (del que no necesita para existir).

Tomado del libro Para salvarte - Enciclopedia del católico, © Jorge Loring, S.I. 56a edición: Marzo del 2004, JL Ediciones Católicas, páginas 39-159. Usado con permiso.

Comentarios